En pleno corazón de Belgrano, la propiedad de 1870 ahora está tapiada y deteriorada. El objetivo es que sea un espacio multicultural abierto a todo el público.
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La restauración de la Casona de Mansilla está a punto de concretarse luego de más de veinte años de amparos, litigios y convenios urbanísticos reclamados por parte de ex alumnas y docentes de la Escuela Normal 10, que funcionó allí durante algunas décadas.
Ubicada sobre el Pasaje Golfarini, entre Olazábal y Blanco Encalada, y sobre un terreno de 2.633 metros cuadrados, fue construida a pedido del militar, político y escritor Lucio V. Mansilla, sobrino de Juan Manuel de Rosas y autor del clásico libro Una excursión a los indios ranqueles. Fue su residencia de verano y la llamó Villa Esperanza. Originalmente tenía más de 20 habitaciones distribuidas en dos pisos, y todas daban a un enorme hall en planta baja, con ventanas y puertas con elegantes vitraux.
Los jardines, luego convertidos en patios de la escuela, todavía ven crecer árboles de magnolias. Es una de las últimas construcciones de estilo neorrenacentista en Buenos Aires, y en el 2000 fue declarada Monumento Histórico Artístico Nacional.
Cuenta la historia que Mansilla vendió la casa en 1892 para pagar sus muchas deudas acumuladas. El nuevo propietario, Eliseo Basch, vivió allí unos años y volvió a ponerla en venta. En 1913 fue comprada por la familia Panelo que, un año después, se la alquiló al Ministerio de Educación para que fuera sede de la Escuela Normal 10, desde 1914 hasta 1982, cuando la institución se trasladó a un nuevo edificio. Luego fue alquilada por el municipio para albergar a la Dirección de Capacitación Docente hasta 1998, año en que los dueños pusieron la casa en venta.
El triunfo de la cultura
El deterioro ya empezaba a notarse cuando, en 1999, Alicia Pangella, ex alumna y luego maestra de la escuela, logró que tuviera protección estructural y así salvarla de diferentes proyectos inmobiliarios. Los dueños de la casona, los Panelo, pretendían vender la propiedad que hace años está tapiada y bien cerrada con candados, aunque hace tiempo que se colaron varios gatos que la hicieron su hogar.
En 2010 la Corte Suprema avanzó con la expropiación por el interés histórico de la propiedad y por estar en peligro de destrucción. Con el tiempo, un grupo de vecinos obtuvo personería jurídica y conformó la Comisión de Defensa de la Casona de Mansilla, presidida por Alicia Pangella, y fueron quienes se pusieron al hombro el trabajo de rescatar ese pedacito de nuestra historia.
En 2019 el Poder Ejecutivo decretó que la Agencia Administradora de Bienes del Estado (AABE) se hiciera cargo del edificio y habilitó la concesión a una empresa privada para que la reparara y la destinara a actividades comerciales. “Cuando fuimos a la legislatura vimos una maqueta con varias torres”, aclara Pangela.
Los miembros de la Comisión de Defensa y la Defensoría del Pueblo no estuvieron de acuerdo con esa decisión y siguieron peleando por su restauración. Finalmente, se derogó el decreto y el destino de la residencia quedó a cargo del Ministerio de Cultura de la Nación.
Los románticos imaginan que fue una residencia que supo de esplendor y tertulias, de reuniones secretas y lujosas fiestas. Incluso se dice que debajo de la casona existía un túnel que la conectaba con el arroyo Vega (hoy entubado bajo la calle Blanco Encalada), se extendía detrás de los espejos de la escalera y llevaba al río. Pero nadie sabe si es verdad o leyenda.
La casona también guarda risas y lecciones de las décadas en las que albergó a miles de alumnos. La entrada principal está sobre el pasaje Golfarini, frente a las vías del Ferrocarril Mitre, y tiene una antigua vereda de ladrillos. La fachada, muy señorial, tiene columnas y un amplio pórtico. Es sobria pero también imponente: fue el patio de juegos del colegio. La otra entrada, la que utilizaron alumnos y docentes de la escuela, está sobre la calle 3 de Febrero.
A pesar del abandono, aún se conserva la reja original. El enorme terreno linda, además, con la calle Blanco Encalada, donde hay varias edificaciones conectadas con la casa principal, pero menos ostentosas.
Según cuenta Alicia Pangela, Presidenta de la Comisión de Defensa de la Casona Mansilla, la residencia fue utilizada hace algunos años como “depósito para objetos del Palais de Glace. Nadie hizo estudios para saber si el lugar podía soportar semejante peso. Llenaron el hall. Antes de irse, la gestión anterior firmó un DNU por el cual ponía el destino de la casona en manos del Gobierno de la Ciudad, para refuncionalizarla. Pero eso significa dejar solamente la estructura y que adentro funcione cualquier cosa. Horacio Rodríguez Larreta quería unirlo al Barrio Chino, que cada vez se extiende más. De hecho, estuvo el proyecto de un museo de arte oriental. Nos interesa un museo que tenga más que ver con nuestra cultura, con los pueblos originarios si es posible”.
Ahora, la Secretaría de Patrimonio del Ministerio de Cultura de la Nación se hará cargo del nuevo proyecto que están discutiendo desde hace un tiempo y parece que va a llegar a buen puerto. El diseño incluye una sala asignada a contar la historia del Normal 10 y otra para la Asociación de Músicos, con la idea de ofrecer conciertos gratuitos. También contempla espacios para muestras de arte, un bar literario, un jardín enorme, un anfiteatro y hasta un restaurante, como tienen el Museo Larreta y el Sarmiento.
“Estamos en plena negociación, no hay que perder más el tiempo. Desde hace años nos patrocina y nos acompaña el Dr. Mario Ganora, que salvó la casona de la demolición. En este nuevo proyecto la diferencia es que el edificio se va a restaurar, ya lo acordamos. Porque restaurar no es lo mismo que arreglar: se va a mantener por dentro como era originalmente. Va a tener varios usos, seguramente un museo y actividades culturales, y abierto a toda la comunidad”.
La idea de que puedan ofrecerse conciertos se fortalece porque, según Pangela, “la casona tiene una acústica muy importante. En la Asociación Argentina de Compositores descubrieron que había músicos en la familia Mansilla y hay documentación de esa época. Por allí pasaron dos importantes creadores de la música argentina, el compositor Eduardo García Mansilla (1871-1930), y su madre Eduarda Mansilla de García (1834-1892), escritora, periodista y compositora”, detalla.
La Casona Mansilla espera todavía una resolución, cada vez con más vehemencia, para que la desidia no termine con una de las últimas huellas de su historia. Nuestra historia.
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