A metros de un hotel boutique de cuatro habitaciones reconstruidas en una casona histórica, diseñó una casa de bloques de madera dentro de un barrio de 30 hectáreas con viñedos y huerta orgánica.
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Pedro Melnitzky eligió Uruguay para vivir y proyectar su sueño: armar un barrio de 30 hectáreas con viñedos de dos cepas y huerta orgánica en el punto más alto de Colonia del Sacramento, a 40 metros sobre el nivel del Río de la Plata. El argentino que se dedicaba a comercializar papel entre los países del Mercosur cambió el rumbo de su vida cuando descubrió una casona abandonada en un terreno alejado apenas cinco kilómetros del icónico casco histórico.
“Aquí me quedo”, pensó. Pasó el tiempo, los viajes se espaciaron. Hizo base en Punta Ballena (en Punta del Este) durante más de ocho años. Hasta que el proyecto del barrio tomó forma y se instaló en la ciudad fundada por los portugueses en 1680. Durante el proceso, el técnico electrónico graduado en el Instituto Luis A.Huergo, vivió en distintos hoteles de la ciudad declarada Patrimonio Mundial por la Unesco, casi como un turista más.
Rodeado por una arboleda centenaria y unas vistas 360° al campo y al río, Pedro se dedicó de lleno a levantar Comarca Las Liebres en esa casona destruida de 1920. Aún en ruinas sabía que esa era la punta del ovillo. Hoy, el barrio Las Liebres ya es una realidad. Y después de armar y desarmar valijas, Pedro ya duerme en su propia casa.
A metros del hotel boutique de cuatro habitaciones reconstruidas en el casco fantasma, el artista plástico de 67 años diseñó una casa de bloques de madera. Como un Mecano, los módulos llegaron en tres camiones desde Montevideo y se armaron en dos días. Fueron 48 horas a pura adrenalina: “La soñé durante tanto tiempo que cuando estuve sentado en el living tomando un té no podía creer lo rápido que quedó instalada”, dice Melnitzky, padre de dos hijos y abuelo de Skyla, la nieta a la que visita en Italia las veces que puede.
Las piezas modulares son auténticos juegos de encastres, proyectados por el estudio argentino GGYA Arquitectura y construidos por Nebimol SA (de Alfredo Rodrigez, Luis y Diego De Melo). La casa M, así se llama, contempla un living integrado al deck exterior, dos habitaciones, el atelier y su oficina, con vistas a una laguna, el viñedo y el Real de San Carlos, la ex plaza de toros de 1910 recientemente restaurada como espacio cultural.
Ya sin tantas idas y vueltas a la ciudad de Colonia, Pedro boceta calles, luminarias, accesos y servicios del nuevo barrio desde su flamante hogar. Allí también encontró un espacio para renovar su pasión por la pintura. Paisajes y croquis urbanos son su especialidad. “Encontré rincones desconocidos de Colonia, y además esquinas y zonas bellísimas de distintas ciudades de Italia, como Verona, Bra o Sestriere. Me basta una caja de lápices, acuarelas y un cuaderno para plasmar en papel los recorridos”, apunta desde su atelier. Este rincón personal se puede transformar en minutos en el cuarto de huéspedes gracias a una cama rebatible que, a simple vista, funciona como la pared de la habitación.
Los 164 m2 de la casa están revestidos en lapacho, con algunos sectores en pino laminado y nogal tratados para mitigar el impacto del sol y las inclemencias del clima. En el interior, madera maciza y placas laminadas. El sistema de paneles corredizos le permite al dueño ampliar el living, o sectorizar espacios de acuerdo al proyecto dirigido por Verónica Gerszkowicz y Soledad Salas, las arquitectas que materializaron el concepto que se puede replicar en el resto de los lotes. “El objetivo es unificar una línea estética”, explica Pedro.
Con vistas panorámicas a la laguna y testigo de atardeceres espectaculares Melnitzky encontró, finalmente, su lugar en el mundo. “A cada futuro vecino lo invito a recorrer y a que imaginemos juntos las distintas configuraciones que puede tener el barrio. Europeos, americanos y brasileños, entre otros, ya están entusiasmados con la idea”, dice, al tiempo que revela uno de los secretos constructivos: con un simple click surgen cajones y contenedores ocultos de los módulos de madera.
Entre los atractivos del nuevo barrio figuran servicios con características particulares, como la huerta orgánica y el viñedo de dos cepas. En la próxima vendimia, asegura Pedro, los huéspedes del hotel y los nuevos propietarios degustarán la primera producción de Comarca, un blend que combina Merlot y Gamaret, el cruce de uvas desarrollado en Suiza y con gran aceptación en la zona.
En tanto, el restaurante ofrece su propio blend, Lebrato, desarrollado junto a la bodega El Legado, uno de los establecimientos que integra la ruta del vino de Colonia. Allí, se destaca la producción de Tannat. “Lebrato está compuesto por un 45% de Tannat; 35% Syrah; 10% Marselán y un 10% de Tannat sobremadurado”, explica el artista y desarrollador, ansioso por degustar el vino propio: “Le tenemos mucha fe a la uva Gamaret, es del tipo híbrida y proviene de la mezcla de las uvas Gamay y Reichensteiner, propia del cantón de Vaud en Suiza. Será nuestro primer vino de alta gama dedicado a los propietarios del barrio”.
La huerta orgánica de 4 mil metros cuadrados y diseñada en espiral provee los productos de estación que se sirven en los platos del exclusivo restaurante, cultivados a pocos pasos de la cocina. Hugo Socca, el reconocido chef uruguayo, está a cargo de la carta que combina legumbres, hortalizas y aromáticas frescas de esta huerta que se puede recorrer como parte de la experiencia.
Con grandes ventanales el restaurante ocupa el estar principal de la casona familiar que perteneció a la familia Murphy, propietaria del grupo Sudamtex, una de las empresas textiles más importantes de Uruguay. “La primera vez que pisamos el lugar aparecieron algunos vestigios de la historia de la casa. Fotos viejas, objetos, pistas que iban surgiendo entre los escombros. Lo que más nos llamó la atención fue la cantidad de lagartos, abejas y murciélagos. Y muchas liebres en el campo, de ahí el nombre”, recuerda Melnitzky, cuyos cuadros ambientan las habitaciones del hotel boutique. La deco combina objetos que Pedro fue recolectando en sus viajes, vajilla de estilo inglés y textiles artesanales. Los libros de viajes, arte y diseño tapizan las paredes de la habitación Biblioteca, donde las lámparas de lectura y los sillones dispuestos por todos los rincones invitan a una estadía distinta. Desde la terraza, en la segunda planta, las visuales completan la experiencia. Si está despejado hasta se pueden ver las torres de Puerto Madero y sus luces destellantes, a 58 kilómetros de distancia entre el vértigo de la ciudad y la tranquilidad de Colonia.
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