Desde 1990 funciona en el corazón de la capital británica una exhibición en la que se reproduce la casa del popular detective y permite espiar su intimidad doméstica.
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221 B Baker Street, en Londres, es una de la direcciones más famosas de la literatura y los fans de Sherlock Holmes lo saben muy bien. Así figura en la novelas y relatos creados por Sir Arthur Conan Doyle, autor de este peculiar personaje, tan presente en la cultura popular que muchas veces uno se pregunta sino fue real.
El edificio, un town house de estilo georgiano, tuvo diferentes usos hasta que finalmente fue comprado y reacondicionado a imagen y semejanza de las descripciones que figuran en los libros. El estudio y el cuarto del detective, así como las habitaciones de su compañero y asistente, el Dr. Watson, y de su ama de llaves, están recreados allí para alegría de los seguidores. Un divertido plan de visita para aquellos que llegan a la capital inglesa
221, el número mágico
La casa que hoy alberga el Museo Sherlock Holmes está ubicada en el West End de Londres, en Marylebone, una zona muy coqueta de la ciudad. Si bien Baker Street ya existía en los tiempos en que Conan Doyle escribió la historia de Sherlock Holmes, la numeración de las propiedades no llegaba hasta el 221. Quizá esa haya sido la causa de su elección.
Recién en 1930, por esas cosas del reordenamiento urbano, el 221 fue asignado a la Abbey Road Building Society, un edificio de 1815 que alguna vez funcionó como casa de huéspedes y luego fue adquirida por la mencionada entidad bancaria.
La dirección ubicada de modo aleatorio entre el 237 y el 241 comenzó a recibir una cantidad increíble de correspondencia dirigida a Sherlock. Postales de admiradores, pero también cartas que consultaban al detective con intención de encargarle una investigación comenzaron a inundar el buzón comercial.
Tantas eran las cartas que el banco decidió contratar un empleado dedicado a responder semejante aluvión de correspondencia epistolar. Para mantener la magia intacta la contestación habitual era que Mr. Holmes se encontraba retirado y vivía en Sussex, en el sur de Inglaterra, dedicado a la crianza de las abejas. Un argumento que tranquilizaba a los admiradores y alejaba a posibles clientes.
A partir de 1990 el edificio se reacondicionó y en sus interiores se recrearon las diferentes estancias de la casa de Sherlock tal cual están descriptas en las novelas. Hoy, el sitio convoca a diario a fans del detective inglés que hacen cola en la calle para recorrer la vivienda.
La casa de una estrella
Si nos mudamos al mundo de la ficción es posible saber que Sherlock Holmes vivió en Baker St B desde 1881 hasta 1904. Así lo especifica Conan Doyle en las cuatro novelas y 56 relatos de ficción, estos últimos publicados en su mayoría por The Strand Magazine.
Holmes es un personaje recurrente en el cine, una de sus últimas interpretaciones estuvo a cargo de Robert Downey Jr. (2009); incluso se lo vio haciendo de la suyas en la serie protagonizada por Benedict Cumberbatch (2010-2017). En los últimos tiempos, Netflix subió a su plataforma una versión inspirada en este mítico personaje, “Mr. Holmes”. Allí se puede ver a Ian McKellen quien da vida a un Sherlock que ha pasado los 90 años e intenta recordar y escribir el último gran caso, mientras su desmemoriado cerebro le juega una mala pasada tras otra.
Pero volvamos a la casa museo. Allí la reconstrucción es impecable y se pueden reconocer infinidad de detalles que hicieron a la vida cotidiana del personaje.
En la primera planta se encuentra el dormitorio de Sherlock Holmes y el estudio que compartía con el Dr. Watson, su ayudante, quien tenía el cuarto en el segundo piso. En esa planta se armó también la habitación de la Sra. Hudson, el ama de llaves. En el último piso, una serie de figuras de cera arman el colorido hall de personajes más importantes de la saga. Incluso hay un altillo y un pequeño baño.
Libros, fotografías, diarios de época, una colección de objetos de uso personal y laboral de Sherlock donde se destacada el amado violín del detective, la lupa, un viejo ejemplar de The Times, un kit de química, botellas de tinta, una gorra de cazador… Todo recrea el ambiente de victoriano de la época de oro del detective. Los visitantes también podrán ver el bastón del Dr. Mortimer y el diario de Watson con notas escritas a mano.
Al salir es casi obligatorio pasar por la tienda de regalos donde se venden todo tipo de recuerdos alusivos al tema.
Biografía de un detective
Sherlock Holmes nació de la imaginación del escritor Sir Arthur Conan Doyle y se convirtió en el arquetipo del investigador frío, cerebral. Watson lo describe así en la novela: “En ocasiones resulta un tanto brusco, pero es cortés con las mujeres a pesar de que desconfía de ellas”.
Irónico, de un temperamento distante y una manifiesta superioridad intelectual, este personaje marcó un antes y un después en el mundo de la literatura policial.
Maestro en el arte del disfraz, Sherlock es presentado como poseedor de un gran conocimiento científico, en especial química. Amante de las galletas, del tabaco en pipa , del boxeo y de la práctica de violín: un Stradivarius para ser más precisos.
Bastante desordenado en la vida cotidiana, solía consumir cocaína, cuando le faltaban casos para resolver, por puro aburrimiento.
El profesor Moriarty fue su archienemigo y aparentemente logró acabar con la vida de detective en la cascada de Reichenbach, Suiza en “La aventura del problema final”, pero Doyle tuvo resucitarlo a pedido de sus lectores, quienes protestaron furiosos.
La mayoría de las aventuras y relatos de Sherlock Holmes están narradas por su amigo el doctor J. H. Watson, aunque algunas pocas nos llegan de boca directa del detective con un estilo diferente, menos florido.
Watson y Holmes trabajaron muchos años juntos hasta que el detective se retiró Sussex para dedicarse a la apicultura, una de sus pasiones. Una vez jubilado se concentró en la preparación de una importante acción de contraespionaje, en los tiempos previos a la Primera Guerra Mundial. Nada más se sabe de él partir de 1914.
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