Matías Andía y Lucrecia Barnetch tenían un hotel en Chascomús y lo vendieron para proyectar un futuro en Málaga. Pero decidieron volver y acaban de abrir otro hotel en una histórica propiedad.
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Un viaje por América inspiró a una joven pareja a encontrar su proyecto de vida: tener un refugio para poder recibir a visitantes de todo el mundo y que se sientan como en su hogar. En 2017, Matías Andía y Lucrecia Barnetch dejaron de lado sus profesiones (él es emprendedor y ella Contadora y Martillera Pública) y concretaron el sueño cuando abrieron La Casona, un hotel-museo que atesoraba una rica historia ya que fue el hogar de Raúl Alfonsín antes de llegar a la presidencia.
Pero la pandemia truncó el proyecto. Pusieron en venta la propiedad y viajaron a España con ganas de llevar la propuesta hotelera a Málaga. Sin embargo, se encontraron con un panorama difícil, con pocas posibilidades de desarrollo, y decidieron volver, convencidos de que nuestro país tiene mucho para dar. “No te das cuenta de la realidad hasta que lo vivís”, dice Matías. “Siempre supimos del potencial que tiene nuestra ciudad, nuestro país, nuestra cultura… lo lindo que es la familia, los amigos, eso siempre estuvo presente. Pero lo bueno es ir a experimentar y elegir donde uno es feliz”, remarca.
De farmacia a hotel
Lo que fue la primera farmacia de la ciudad se convirtió finalmente en hotel. Se trata de un lugar emblemático para la ciudad. La botica de Don Fernando de Arenaza funcionó hasta 1910. Luego funcionaron en ese lugar una fonda, una mueblería, un café cultural, y en los últimos tiempos una cervecería.
Cuando llegaron de España, el espacio estaba casi en ruinas, tras estar cerrado por más de dos años. Decidieron ponerse al hombro todo el trabajo de restauración y así surgió La Botica de 1852, un hotel con historia y lindos ambientes para que los huéspedes puedan disfrutar de modo pausado y percibir el espíritu auténtico de Chascomús.
“Nos encanta ser anfitriones, recibir gente y que los visitantes conozca nuestra ciudad”, cuenta Lucrecia. “Estar en contacto con gente de todo el mundo nos encanta. En el tiempo que tuvimos La Casona nos hicimos de muchos amigos; y eso es lo más gratificante”, agrega Matías.
El hotel conserva la estructura original. Recorrer la casona es un viaje en el tiempo. Pisos de pinotea que crujen, ambientes amplios, paredes gruesas, amplias galerías con arcos y puertas de hierro forjado, además de un patio con aljibe y la frescura que se percibe en las construcciones de techos altos y abovedados.
La decoración es sobria y con un equilibrio muy bien logrado entre lo de época (antigüedades, muebles restaurados, unos frascos de boticario y un cartel de chapa como un guiño de que allí funcionó una farmacia, una escalera caracol, una vieja heladera de almacén que sirve de mostrador en la recepción) y lo actual, como el mural que pintaron los chicos de Ciclope en la pared del living a la entrada. Otros detalles distinguidos son los lavatorios antiguos en los baños de las habitaciones.
“Buscamos que cada espacio de la casa se disfrute, que puedas sentarte en la sala a leer un libro, que quienes quieran almorzar o cenar puedan hacerlo en este espacio que tenemos en común, que puedan hacer uso de la heladera. Es como una fusión de hotel y hostel; porque lo que queremos es brindar esa calidez”, expresa Matías.
El hotel acaba de abrir. A las dos habitaciones de planta baja se le van a sumar próximamente tres en la planta alta. Tienen todo lo necesario para una estadía confortable: camas sommiers y baño privado con ducha. Son luminosas y tienen salida a uno de los patios, que se destaca por sus bellas enredaderas y por una curiosidad: la entrada al túnel secreto que conectaba los principales puntos de la antigua ciudad; un misterio que aún no han podido develar.
El desayuno se puede tomar en el patio del aljibe o el living comedor y es a la carta: café o té, jugos naturales, medialunas, panes tostados con mermeladas y quesos.
“El alojamiento es muy importante cuando uno viaja. Si el lugar no es lindo o cómodo, ya uno tiene otra percepción del lugar que elige como destino” dice Matías. Lucrecia agrega: “No es un simple hotel, La Botica de 1852 tiene una rica historia y un valor agregado en cuanto a servicio, porque buscamos que el huésped se sienta como en casa y se enamore de nuestra querida Chascomús”.
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