Es la sede de la reconocida marca Lindt & Sprüngli, pero también el sitio donde descansan los restos de Thomas Mann y una aldea con vestigios medievales de los tiempos en que se peregrinaba de Zúrich a Einsiedeln
- 6 minutos de lectura'
“Kilchberg es un lugar agradable y tranquilo” dice Hans Bosshard, un reconocido periodista e historiador suizo que actualmente vive en el pueblo. “Residir aquí es considerado por muchos como un privilegio muy especial. Es un lugar donde los niños pueden ir a la escuela sin ser acompañados por sus padres, además hay muchos atractivos, como la piscina del lago o la granja lechera en la cima de la colina”. El municipio ha conservado en gran medida su carácter rural. La mayoría de los residentes han vivido allí durante generaciones. Los recién llegados que buscan instalarse, generalmente son extranjeros con ansias de una vida tranquila.
Un lugar con historia
Hacia el siglo XIII, Kilchberg era una pequeña aldea rural ubicada a orillas del lago de Zúrich, que formaba parte de la villa de Bendlikon, asentada alrededor de un castillo de piedra.
Uno de los sitios característicos del pueblo es la iglesia de la montaña, cuya versión original de madera fue incendiada por los confederados durante la antigua guerra de Zúrich (1440-1446), donde ese cantón se enfrentó a otros siete por la sucesión del conde de Toggenburg que en 1436 había muerto sin dejar heredero, ni trono. La iglesia, de credo reformista, fue reconstruida en piedra y se la considera el símbolo de la comunidad.
“He vivido con mi familia en Kilchberg durante varias décadas y siempre me sentí atraído por su historia. Originalmente, nuestra región estaba habitada por pescadores y campesinos. Los primeros registros escritos se remontan al Medioevo, cuando decenas de miles de peregrinos pasaban por aquí en su camino desde la ciudad de Zúrich al gran monasterio de Einsiedeln, a pie o en barco. Incluso los reyes y reinas alemanes emprendían este viaje en carruajes o a caballo”, cuenta Bosshard. Actualmente parte de esa ruta de peregrinación aún existe a lo largo del lago, aunque un segmento importante ha ido desapareciendo. Según Bosshard, en un principio, el camino atravesaba el terreno que desde 1893 ocupan la fábrica y museo del chocolate Lindt & Sprüngli.
Otro antecedente que menciona el periodista e historiador tiene que ver con un documento en latín que está relacionado con una transacción inmobiliaria, fechada en 1248 y firmada por “Otto decanus de Hilchberch” (“Otto, decano de Kichberg”), “esa fue la primera vez que nuestra ciudad aparece con su nombre. Este pastor, considerado como el fundador de nuestra comunidad, fue una de las personalidades dominantes de la Suiza del Norte y además de dar servicio, conferenció con obispos y condes y ganó un famoso pleito público”.
Los imperdibles
Como residente de Kilchberg, Bosshard recomienda a los visitantes disfrutar de la vista panorámica del lago y de las construcciones que aún permanecen en pie desde la Edad Media.
Aquellos adeptos a la literatura pueden ir a conocer la tumba del alemán Thomas Mann en el cementerio de la ciudad. El gran novelista, Premio Nobel en 1929, pasó sus últimos años en Kilchberg y está enterrado allí junto a su esposa Katia y sus hijos Erika, Michael, Monika, Golo y Elisabeth.
“La atracción más destacada es Lindt & Sprüngli. Estamos orgullosos de albergar la sede de esta empresa chocolatera de fama mundial. Por supuesto, todos nuestros niños quieren ver la enorme fuente de chocolate y los adultos quedan impresionados por las exposiciones del museo y la abrumadora presencia de todo tipo de chocolate en la tienda. Sin embargo, Kilchberg no es un destino turístico. No hay ni un solo hotel; únicamente, un pequeño número de restaurantes. Pero, no hay problema: Zúrich está cerca, y los municipios de los alrededores ofrecen una amplia variedad de lugares de primera categoría”, concluye Bosshard.
Kilchberg y la fábrica de chocolate
En 1845, en una pequeña panadería del casco antiguo de Zúrich, el pastelero David Sprüngli-Schwarz y su hijo Rudolf Sprüngli-Ammann tuvieron la idea de convertirse en los primeros productores de chocolate sólido. La iniciativa fue muy bien recibida por la élite social de la ciudad, lo que los obligó a aumentar su producción. Por eso, destinaron la fabricación de chocolate a una planta en Horgen, al norte del lago de Zúrich, donde emplearon a 10 trabajadores. La demanda por el invento de los Sprüngli cada vez fue mayor y en 1859 abrieron una segunda confitería, más grande, en la zona de Paradeplatz, en el centro de la ciudad.
En 1879, Rodolphe Lindt, hijo de un farmacéutico y maestro confitero, compró dos plantas que habían sido incendiadas y algunas máquinas viejas cerca de Berna, con la intención de fabricar chocolate. Según cuentan en el museo, en aquella época, el chocolate era una sustancia quebradiza, de superficie áspera y algo amarga, que se prensaba manualmente en moldes. Al hermano de Rodolphe, August, también farmacéutico, se le ocurrió que el líquido sobrante de la pasta de chocolate, que cristalizaba con el azúcar, podía extraerse durante el proceso de producción. Así, inventó su famoso “chocolat fondant”: el primer chocolate para derretir del mundo, bastante similar al que conocemos.
Cuando Rudolph Sprüngli-Amann redactó su testamento, firmó un acuerdo de división para sus hijos y sentó las bases de las dos futuras empresas independientes “Sprüngli” y “Lindt & Sprüngli”. En 1892 se retiró y sus negocios se repartieron entre sus dos hijos: el más joven, David Robert, se convirtió en el propietario de las pastelerías; mientras que el mayor, Johann Rudolf Sprüngli-Schifferli, recibió la fábrica de chocolate de Horgen, que amplió, modernizó y trasladó a Werdmühle.
Sin embargo, poco tiempo después se dio cuenta de que ese terreno no era suficiente para continuar con sus planes de expansión, así que nuevamente se mudó y abrió una fábrica más grande en Kilchberg. Al mismo tiempo, compró la pequeña fábrica de Rodolphe Lindt, fundada en 1879 en Berna. Esta adquisición le permitió acceder a los secretos de fabricación del chocolate de la marca Lindt. Por eso, Johann Rudolf decidió cambiar el nombre de la empresa a “Aktiengesellschaft Vereinigte Berner und Zürcher Chocoladefabriken Lindt & Sprüngli”.
Casi un siglo y medio después, en 2020, la firma inauguró, a pasos de su planta en Kilchberg, el museo Lindt Home of Chocolate (el hogar del chocolate Lindt), financiado por la Fundación Lindt Chocolate Competence. Quienes tuvieron la oportunidad de visitarlo pudieron disfrutar de la espectacular fuente de chocolate de más de 9 metros de altura. Además, hay una exposición multimedia interactiva con siete áreas divididas en un espacio de 1.500 m2 donde se presentan temas como el cultivo del cacao, la historia del chocolate, los pioneros suizos del chocolate y su producción. Y, un infaltable: la degustación al final del recorrido. El lugar también cuenta con una tienda, un café temático y un espacio donde se dictan cursos de elaboración de chocolate.
Con la presencia de más de medio millón de turistas desde su inauguración, sin dudas, este lugar ya se ha instalado como una nueva atracción en Kilchberg.
Temas
Más notas de Suiza
- 1
Belgrano se renueva: 5 propuestas gourmet que nacieron con el boom inmobiliario
- 2
Bariloche gourmet. Goulash, fondue, frutos rojos, hongos, liebre, jabalí… Ocho restaurantes para disfrutar este verano
- 3
De conocerse en Roma de casualidad a plantar los viñedos más altos de Mendoza
- 4
Brasil en auto: 6 playas imperdibles del sur, de las nuevas a las que no fallan