Secretos y obsesiones de un gran fotógrafo que cubrió los acontecimientos más importantes del siglo XX. Trabajó para La Nación más de 60 años, y llegó a ser Jefe de Fotografía.
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El terremoto de San Juan, decenas de Tedeums, de desfiles militares, de partidos de fútbol, los funerales de Eva Perón, la quema de las iglesias en 1955, y, en los últimos años, su pasatiempo: fotografiar las carreras de caballos. Para eso, y mucho más, alcanzó la larga vida de Juan Di Sandro, un italiano que nació en Colli a Volturno (Molise) el 22 de marzo de 1898 y murió en Buenos Aires noventa años después.
Llegó a la Argentina en 1910 y a los pocos años, en 1914, ya había ingresado en La Nación como aprendiz de Nazareno Palestrini. En 1982, el Centro Editor de Améria ca Latina le dedicó la edición 97 de su se serie completaría sobre Fotógrafos Argentinos del Siglo XX.
Allí, su colega Sameer Makarius le dedica un largo y muy cuidado artículo en el que lo califica de “el decano de los fotógrafos argentinos” y cuenta su historia: “Di Sandro comienza a tomar fotos de fábricas, interiores y objetos para los avisos del diario –hoy lo llamaríamos fotografía industrial y publicitaria–, perfeccionándose cada día más. (…) Tenazmente, supera sus limitaciones. Es un trabajador puntual e incansable, un valioso colaborador que no falla nunca como corresponde a un buen profesional. A veces come en el laboratorio y descansa en cualquier rincón, demasiado fatigado para irse a su casa”.
De hecho, en el boletín interno del diario llamado Entre Nosotros, publicado en marzo de 1955, el ilustrador Alberto Sanguinetti publica una caricatura suya, con la escalera que solía acompañarlo y dice: ¡Qué primicias ¡Qué primores!/ ¡Oh, fotógrafo de altura!/ En lo alto de la escalera,/ con enfoques de primera/ todo en su lente perdura/. Trabaja con devoción/ y el jueves, su día franco,/ nada de silla ni banco:/ sale… ¡y viene a La Nación!.
Así, la humorada da cuenta de otro rasgo característico de Di Sandro, que acabó siendo reconocido por sus tomas en altura. Utilizaba una escalera que lo acompañaba siempre, o procuraba buscar un balcón o terraza que le permitieran tener una visión amplia del barrio, plaza o desfile que quería fotografiar. En sus 63 años de carrera captó la llegada del Plus Ultra, el sobrevuelo del Zeppelin, la inauguración del Obelisco, la visita de Roosevelt, Hoover o el Príncipe de Gales, y se hizo tiempo, también, para participar del incipiente fotoclubismo argentino. Estuvo vinculado al prestigioso Foto Club Argentino, donde expuso durante más de 30 años.
Le gustaban la experimentación y la fotografía nocturna, que le daba oportunidad de jugar con las luces. Realizó fotografías para concursos y certámenes. En 1942 participó en el «Primer salón de fotografía periodística» y poco tiempo después se sumó al grupo Carpeta de los Diez, que habían fundado Annemarie Heinrich, Anatole Saderman, Hans Mann, Jorge Friedman, Alex Klein, Fred S. Schiffer, Ilse Mayer, José Malandrino, Max Jacoby y Pinélides Fusco para intercambiar análisis críticos de obras fotográficas concretas que cada uno de los integrantes ponía a consideración de los demás, algo que el vértigo del periodismo cotidiano no le permitía experimentar.
Di Sandro nunca llegó a utilizar la fotografía color, siempre se hizo tomas blanco y negro. Sus cámaras preferidas fueron la Spido Gaumont y la pequeña Contax (competidora de la Leica).
Llegó a ser Jefe Fotografía de La Nación, donde trabajó hasta 1977. En realidad se había jubilado en 1969, pero como su profesión lo apasionaba, siguió cubriendo las carreras de caballo, que era el tema que le gustaba, hasta que finalmente se retiró. Falleció el 22 de junio de 1988.
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