Sobre la calle Agüero, al pie de la Biblioteca Nacional, se trata del primer bar de gin tonic tirado del país, que se acompaña con una buena selección de tapas.
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Las coordenadas son los jardines de la Biblioteca Nacional –icónica arquitectura brutalista de Clorindo Testa–, territorio de la Mansión Álzaga Unzué, que supo ser residencia de Perón y Eva (donde ella murió) y, en el siglo XIX, la quinta de Mariano Saavedra, hijo de Cornelio. Imposible eludir tanta carga histórica e ignorar la polémica mole edilicia de la Biblioteca, inaugurada en 1992, que se cierne amenazante sobre la terraza de Invernadero. Imposible también resistirse a las fotos. Es un spot paisajístico impactante, lindero a la zona conocida como “La Isla” (donde se encuentra la Embajada Británica), sus escalinatas y faroles antiguos y calles empedradas.
El bar de la Biblioteca fue un café de tostados, estudiantes y cortados hasta que en 2019 se reinventó como bar de gin y tapas, con un humor bastante más nocturno; si bien está abierto todo el día, su momento de brillar es la noche. Al frente de este emprendimiento hay un grupo de gastronómicos jóvenes, los mismos de la discoteca Afrika y Spritzza!, una pizzería abierta hace un año que cuenta con su propio spritz, bebida alcohólica típica del Friule veneciano. Este es un poco el leitmotiv de Invernadero, donde despachan su gin artesanal (elaborado junto con las destilerías Moretti y Restinga), además de contar con una buena carta de importados.
Seis meses después del cierre pandémico, su espectacular terraza –con capacidad para más de cien cubiertos– les aseguró un regreso con éxito. Tienen un público cautivo que agota rápido las reservas, de lunes a lunes.
Mesas de piedra pulida, lámparas con forma de libros, unas grandes bolas de luz en el jardín y una constante referencia a la literatura atraviesa la propuesta. Los gin tonics (preparados por el bartender Juani Calcaño) tienen nombres inspirados en cuentos y novelas. Amantes trae flores rojas y cranberries, Muerte en la tarde viene con pepino, apio y absenta, y el Felicidad clandestina, con maracuyá, mango y markén picante.
Provistos de mantas y calentadores para hacer frente a la fresca ventolina del Río de la Plata que amenaza las noches, el público es, sobre todo, sub-30. El objetivo es beber y la comida acompaña, más que bien. En este segundo plano, la cocinera Ana Gianini armó un menú de pequeños platos, tipo tapas (se recomiendan dos por persona), entre los que destacan la milanesa de hongos con alioli y hierbas, el tartar de salmón con palta y aceite de trufa, las croquetas de bondiola y panceta con chutney de duraznos, los buñuelos de verdura y el chicharrón de mollejas con puré de maíz, miso y bok choy salteado.
En postres, el que va es el Invernadero: semifreddo de vainilla con mousse de chocolate, cerezas y garrapiñada de pistacho. Al mediodía, hay un breve menú de platos más suculentos, con pastas, ensaladas y la pesca del día.
Todos los días, de 9 a 2. Agüero 2502, Biblioteca Nacional. T: (11) 2561-2502.
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