Un recorrido por las calles enigmáticas y oscuras del corazón histórico de la ciudad, que aún conservan la esencia de la historia.
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Una vez dentro, lo mejor es andar sin mapa y dejarse llevar por la curiosidad entre las angostas calles del laberíntico Barrio Gótico de Barcelona. Se trata del corazón histórico, la parte más antigua, que se remonta a tiempos romanos de la ciudad de Barcino, de la que prácticamente no hay ruinas, ya que, en el Medioevo, el ansia de construir iglesias y palacios se llevó puesta a la ciudad romana.
Felizmente perdido, el caminante aparecerá cada tanto en alguna plaza seca como en un oasis de espacio con perspectiva para admirar algún edificio. El más majestuoso, el de la Catedral de la Santa Cruz y Santa Eulalia, que tiene comprometido el protagonismo por la fama de la Sagrada Familia, pero no tiene nada que envidiarle. Muchos siglos se superponen en su construcción. Su fachada gótica, del siglo XIX, fue realizada sobre la antigua catedral románica (siglos XIII a XV), que, a su vez, se construyó sobre una iglesia visigoda, precedida esta por una basílica paleocristiana. En su frente, al caer la tarde suele haber espectáculos callejeros de acrobacia y hip hop de alto nivel.
Otro claro de luz es el de la Plaza Real, de estilo neoclásico, conocida por sus palmeras y su ambiente animado, lleno de bares y restaurantes. Un detalle: las farolas con forma de cascos alados son el primer encargo que hizo el ayuntamiento a Gaudí. Un spot famoso para fotos es el de El Puente del Obispo, sobre la Calle Bisbe. Conecta el Palacio de la Generalitat de Cataluña con la casa donde reside el presidente de Cataluña. De piedra, elevado y estilo neogótico, parece guardar los secretos más antiguos del barrio, pero fue construido recién en 1928.
Entre los tonos grises de las edificaciones, llama la atención el mural El mundo nace en cada beso en la plaza de Isidre Nonell. Es un fotomosaico hecho por el fotógrafo Joan Fontcuberta en homenaje a los 300 años de la derrota catalana en la Guerra de Sucesión, que dio origen a la celebración del Día de Cataluña. Se inauguró en 2014, y para construirlo se imprimieron sobre baldosas 4.000 fotos hechas por ciudadanos anónimos bajo el lema “vivir libre” y, con ellas, se compuso este gran beso. Se pensó como una obra temporaria, pero se ha convertido en la pared más fotografiada de Barcelona. Llegó para quedarse.
Pasado y presente también se encuentran en Herboristeria del Rei, comercio de 200 años de antigüedad que luego de dos años cerrado, acaba de reabrir. Paulina Doroshenko, de nacionalidad ucraniana y diseñadora de escaparates, se enteró por el diario que el comercio desaparecería y decidió rescatarlo.
Sobre la Carrer del Vidre 1, entrar al local es viajar en el tiempo. Techos y paredes están decoradas con figuras botánicas. En el centro, la fuente de 1859 de mármol de Carrara, que servía para conservar sanguijuelas, está coronada por la figura del naturalista sueco Carl von Linné. Se destaca un enorme mueble de madera lleno de cajoncitos con nombres escritos: son las hierbas que están a la venta, todas de origen catalán. También se venden café, té y cerámicas perfumadas.
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