En 1917, durante la Primera Guerra Mundial, Argentina montó en pleno centro de París un Hospital para atender a los heridos del conflicto bélico. El Jefe de Cirugía fue el Dr. Enrique Finochietto.
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Pasaron poco más de cien años, pero el devenir de los acontecimientos sepultó la historia. Hoy parece mentira que la Argentina le haya brindado a Francia un hospital para atender a sus heridos durante la Primera Guerra Mundial. Y sin embargo, así fue. Y no se trató de una salita de primeros auxilios básica, sino de un edificio completo, cuyo Jefe de Cirugía fue el Dr. Enrique Finochietto, en pleno centro de París.
La historia de cómo el Hospital Argentino salió del olvido está muy relacionada con el azar. César Gotta, médico radiólogo, coleccionista de imágenes estaba investigando sobre los hermanos Finochietto –Enrique y Ricardo, célebres cirujanos–, cuando una publicación en internet lo condujo a las viejas páginas de una revista Caras y Caretas que hacían mención a este notable gesto que nuestro país emprendió en 1917, al ofrecerle a Francia un hospital para curar a sus heridos de guerra.
Cuando se reunió con el material periodístico, un nuevo camino se abrió ante él. En la revista se mencionaba a otros médicos: Moss, Beretervide, Cisneros. Empezó a buscar descendientes. Así dio con las Memorias de Guerra, un texto inédito del Dr. Enrique Beretervide, que arrojó luz sobre el difícil trabajo que llevaron a cabo y pudo reconstruir esta verdadera epopeya, llevada a cabo en plena guerra, que ya llevaba tres años de comenzada.
Un hospital en pleno XVIº Arrondisement
Para comprender mejor la historia del Hospital, es útil conocer el contexto. Para 1915, hacía ya dos años que muchos jóvenes médicos argentinos trabajaban en París. Entre ellos estaban Rafael Cisneros (Medalla de Oro) y Enrique Beretervide (Diploma de Honor), ambos de 25 años. Ellos convocaron a sus colegas argentinos Horacio Martínez Leanes y Rodolfo Quesada Pacheco, para ser parte de un hospital de sangre que se estaba gestando. Un hospital de sangre es un hospital provisional que se sitúa en un punto conveniente cerca donde tiene lugar la acción bélica, y donde se reciben muchas veces a los heridos de uno u otro bando. También se denomina así a algunos hospitales militares, aunque se hallen dentro de un centro urbano.
Argentina se había declarado neutral, por lo que cualquier iniciativa sólo podía tener carácter personal. El presidente Yrigoyen nombró ministro plenipotenciario en Francia a Marcelo T. de Alvear. Los jóvenes profesionales lo esperaban ansiosos, y para cuando llegó, en 1917, ya había un comité “civil” formado por Otto Bemberg, José Santamarina, Juan Fernández Torres y Rodolfo Pradère. Ernesto de la Cárcova era administrador. Para entonces, la iniciativa ya era más ambiciosa.
Se trataba de armar un verdadero hospital. Las reuniones previas se realizaban en el domicilio de Alvear, en la legación en la calle Trémoïlle o en la mansión de Juan Fernández Torres y Rosa Anchorena, en el Bois de Boulogne. Entre los puntos importantes, había que designar a un jefe de Cirugía, porque esa sería una de las cuestiones con más demanda, dado el tipo de pacientes que se atenderían.
Todos pensaron en el profesor Pedro Chutro, que estaba al frente de uno de los hospitales de sangre más importantes de Francia, el Buffon. Se pautó un encuentro en casa de Fernández Torres, y no hubo acuerdo. La propuesta era interesante. El Hospital Argentino iba a tener cien camas, pero el Buffon tenía mil. Chutro propuso entonces a su amigo Enrique Finochietto, que aceptó la propuesta. El hospital se inauguró el 25 de mayo de 1917. El doctor Lorenzo Moss, médico argentino radicado en París, fue nombrado jefe de Clínica: además de ser uno de los profesionales más consultados por los residentes argentinos, tenía el título revalidado. El edificio era excelente. Había sido construido para viviendas, pero pudo ser adaptado. Estaba en el número 14 de la calle Jules Claretie, en el distrito XVI. Finochietto llegó a París en marzo de 1918 (mientras tanto su cargo lo ocupó el francés Marcel Pruvost). A su lado trabajaron, como estaba previsto, Enrique Beretervide, Rafael Cisneros y Horacio Martínez Leanes.
Un año difícil
Beretervide señala en sus Memorias de guerra parte de la experiencia vivida entre 1917 y 1918. “La llegada de las ambulancias era continua, y más de una vez el número de heridos sobrepasaba la capacidad de atención. No había horarios, ni domingos, ni feriados. Tampoco ninguno de los médicos pensaba en ello”.
Y sigue: “El herido era bajado de la ambulancia, generalmente ya con una curación sumaria efectuada en el frente, y una enfermera lo desvestía e higienizaba todo lo posible, en tanto los soldados solían llegar totalmente sucios y cubiertos de piojos u otros parásitos, con heridas y curaciones cubiertas de enormes costras de sangre coagulada y barro. Apenas internado, se rescataba la correspondencia, los efectos personales y se hacía una tarjeta de clasificación. De ahí, se lo derivaba al primer piso, donde el médico lo examinaba, solicitaba estudios y radiografías y determinaba el carácter de las posibles lesiones. Finalmente, se lo enviaba a la sala de operaciones, a cargo de Finochietto, Cisneros y Quesada Pacheco. Si era posible, a las 24 horas se lo derivaba a otro centro”.
La guerra finalizó en noviembre de 1918. Inmediatamente fueron clausurados los hospitales auxiliares, pero el Ministerio de Sanidad de Francia pidió que, dado que quedaban cientos de heridos graves, cuyos posoperatorios y nuevas operaciones requerían de mano experta, que el Hospital Argentino siguiera funcionando, lo cual hizo un tiempo más, hasta 1919. Finochietto, Moss, Beretervide y Martínez Leanes fueron condecorados con la Legión de Honor.
El álbum Hôpital Argentin con las fotos que ilustran esta nota quedó en manos de Teresa Santamarina, descendiente de José, presidente de la comisión directiva. Por iniciativa de César Gotta y Alfredo Buzzi, que reunieron ese material con el de los descendientes de Beretervide y otros, se editó el libro Apoyo de sanidad de los argentinos a los franceses en la Primera Guerra. Gotta ha dado varias conferencias y viajado a Francia para recordar estas historias que, como aquellos heridos que salvaron los profesionales argentinos, no debían morir.
Agradecemos a César Gotta la colaboración prestada para esta nota. gottacesar36@gmail.com
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