Lo que comenzó como un proyecto inmobiliario en una vieja casona de campo pronto se convirtió en la aventura de plantar vides y producir el primer vino de la zona. La Anfitriona es una nueva referencia en el panorama turístico de Areco.
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“¿¡Cómo que hay un viñedo acá, a seis minutos!?”. Facundo Cárdenas y Adrián La Greca estaban en la cocina de su emprendimiento gastronómico, el Club Vermut, en el corazón de San Antonio de Areco, cuando recibieron vía WhatsApp la ubicación de Chacras de La Vanguardia que el emprendedor local Hernán Fiore quería mostrarles para montar un negocio en conjunto. No lo podían creer. Tanto fue así que, incluso, pensaron que se trataba de una joda típica de pueblo. Facundo y Adrián se subieron al auto y enfilaron hacia el destino marcado por el GPS, entraron al campo y el “Chino” -como lo conocen todos- los estaba esperando con una sonrisa de oreja a oreja. “Cuando llegamos, nos impactó ver un viñedo en este entorno, era algo que nunca hubiésemos esperado”, dice Facundo hoy, sentado cerca del hogar a leña del casco de La Anfitriona, el proyecto que está marcando un hito en este clásico pago bonaerense.
El punto de partida de esta historia se remonta a la época previa a la pandemia, cuando Hernán decidió adquirir una chacra, junto a otros accionistas, para desarrollar un proyecto inmobiliario. Pero lo que comenzó como una inversión en bienes raíces pronto se transformó en algo mucho más audaz. Primero, decidió resignar un lote entre los asignados para poder elegir el que incluía una vieja casona de campo completamente derruida, sumergida entre monte y escombros. De a poco, la casa de paredes anchas asentadas en barro, piso de ladrillo y techos altos fue apareciendo en el paisaje y, sin querer, se transformaría en el escenario de una decisión crucial.
Ahí mismo, mientras contemplaban la belleza colonial de esta construcción, uno de los accionistas del loteo, Alejandro Bartolomé -propietario de la bodega Piel y Hueso-, encendió la mecha con una simple pregunta: “¿Por qué no plantás un viñedo enfrente?”. “Jamás, jamás se me hubiera ocurrido algo así”, dice entre risas Hernán, mientras calienta una pava matera bien tiznada en las brasas de la estufa. En realidad -pequeña digresión-, Bartolomé había pensado montar el viñedo en un campo de Capitán Sarmiento, aunque terminó desistiendo por la posibilidad de que la deriva del herbicida 2,4 D, al cual esta planta es muy sensible. Este nuevo escenario dentro del loteo de La Vanguardia era ideal porque esa dificultad quedaba descartada. Entusiasmado, Hernán se contactó con el enólogo mendocino Sebastián Bisole y lo contrató para hacer un estudio de factibilidad en La Anfitriona: “Hizo la calicata y nos dijo que el campo tenía muchas cuestiones en contra, que tal vez de vez en cuando podríamos perder la cosecha, pero que era posible hacer vino”.
Hernán juntó a los otros integrantes del fideicomiso para contarles el resultado de los estudios y explicarles su idea. “Pero nadie arrancaba”, cuenta. “Entonces dije, ‘esto es más por contagio que por consenso’ y me puse a plantar las vides”, agrega. Malbec, Cabernet Sauvignon, Ruby Cabernet, Marcelan, Tannat, Riesling, Sauvignon Blanc, Peti Verdot, Pinot gris y Pinto Noir. “Es un tercio Malbec, un tercio Pinot y un tercio de variado para ver cómo reaccionaba”, detalla. Con las plantas ya en crecimiento, el movimiento alrededor de la finca se acrecentó. De a poco, Hernán se fue metiendo más y más en el mundo del vino (“es fascinante”, dice) y se enteró, por ejemplo, que desde 1934 hasta fines de los 90, el cultivo de la vid estuvo prohibido en la provincia de Buenos Aires, bajo premisa de que la producción se concentrara en la zona de Cuyo. Desde entonces, el vino bonaerense está en expansión, animándose a más. Fue hasta Junín, donde conoció a los dueños de la finca Las Antípodas y también se acercó hasta Campana, para conocer la exitosa Bodega Gamboa. “Si se puede hacer en esos lugares, ¿cómo no se va a poder en Areco”, pensaba. Y en cada visita a La Anfitriona, Hernán miraba la casa colonial restaurada –con muy buen gusto-, el viñedo enfrente y sentía que este paisaje “tan inusual” para San Antonio de Areco podría ser escenario para “algo más”.
Sólo hacía falta ese mensaje con la ubicación del campo para que Facundo y Adrián entraran en escena. El timing no podría haber sido mejor. Este dúo de amigos (de toda la vida y 100% arequeros) venía de ser protagonista de una de las últimas novedades gastronómicas de Areco, con el montaje del Club Vermut en lo que subo ser el lobby y el patio del recordado hotel Patio de Moreno. Justo antes de que les llegara la propuesta de Hernán, ambos habían empezado a buscar un espacio en las afueras del pueblo para crear una nueva experiencia gastronómica que no recayera en un producto costumbrista o de tinte netamente gauchesco. “Eso ya se hace y muy bien en Areco”, recalcan.
El encuentro entre los tres visionarios fue el punto de inflexión que marcó el inicio de una colaboración destinada a transformar el paisaje y la oferta turística de este destino. “Queremos crear un lugar de fusión de las costumbres de la provincia de Buenos Aires y, a la vez, replicar la experiencia de enoturismo. Todavía no armamos la bodega, por más que forma parte del proyecto a futuro”, avisa Hernán, mientras muestra, rebosante de orgullo, el lugar de guarda de la primera cosecha de La Anfitriona, en un ambiente oscuro de la vieja casona.
Mientras las uvas maduraban camino a la primera cosecha, tres años después de sembradas, el proyecto gastronómico tomaba forma. “Decidimos ampliar la galería de piso de ladrillo y armamos una cocina afuera, en una estructura de chapa y madera”, cuenta Facundo. En el espacio también hay unos macetones de durmientes con huertas en altura. También se inscribieron en el Instituto Nacional del Vino (INV), que los autorizó para el cultivo de la fruta y la producción de un vino de cortesía, que será el primero de la historia de San Antonio de Areco.
Gerardo Pereyra es otro actor clave en esta historia. Pereyra es una verdadera rara avis: oriundo de Junín, es profesor de gimnasia (entre sus hitos, fue el preparador del boxeador Lucas Mathysse), es aficionado a la fotografía y a la escritura, pero además es un reconocido enólogo y sommelier. “Con su trabajo en la finca Las Antípodas de Junín y en bodegas Gamboa está revolucionando el vino de la provincia de Buenos Aires”, sentencia Hernán.
La última visita de Pereyra al flamante viñedo se transformó en un verdadero suceso. Hacia fines de enero, el enólogo dictaminó que tenían que hacer la vendimia de forma urgente, un mes antes de lo planificado. A la madrugada siguiente, todos los integrantes del proyecto y sus familias estaban en el campo, justo antes del amanecer, recolectando por primera vez las frutas de este viñedo. “Fue algo hermoso –dice Hernán-, en un momento lo veo a mis viejos despalillando a mano y a mis hijas, tres generaciones juntas. Fue muy emotivo porque la sensación fue todos fue ‘che, se pudo, plantamos un viñedo e hicimos nuestro primer vino’; será bueno o no tanto, pero de ahora en más sólo podemos mejorar”.
“Este viñedo es ya de por sí una experiencia en sí misma porque lo primero que te preguntás es ‘quiénes son estos locos que armaron esto acá’”, dice Facundo. Pero el proyecto va más allá de la producción de vino. Con la creación de un espacio gastronómico al aire libre y la planificación de una variedad de actividades de enoturismo, La Anfitriona busca ofrecer una alternativa para sumar a la oferta turística de Areco. Con la mirada puesta en el futuro, planean expandirse con la construcción de un hotel boutique -para el que saldrían a buscar inversores- y la plantación de un parral sobre la galería.
“Arrancamos oficialmente hace poco con un evento, y ahora estamos creando un calendario de experiencias basadas en el vino y la gastronomía -por ejemplo, para este 25 de mayo tienen programado un almuerzo de “cocina a los fuegos”-, la producción de eventos propios (como vinos & maridaje, anti domingo) y como espacio de eventos y reuniones. Además nos estamos preparando para abrir de forma continua los fines de semana”, añade Facundo. Y cierra: “Este es el primer vino de Areco y, más allá de eso, todo lo que rodea al vino es algo muy lindo. Es algo que te lleva a la tierra, a nuestros antepasados, a la parra de la casa de nuestros abuelos”.
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