Con motivo de Rosh Hashaná, un recorrido por la trayectoria de la sinagoga pionera, que fue concebida con una cúpula acebollada en 1897 y reconstruida en 1932 con su aspecto actual.
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Ubicado a metros de la esquina de la calle Libertad y la Av. Córdoba, se alza el emblemático Templo Libertad. Este edificio histórico no solo es la sede de la Congregación Israelita de la República Argentina (CIRA), sino también un símbolo del legado y la presencia de la comunidad judía en el país desde el siglo XIX. Fue la primera institución judía reconocida por un estado nacional en toda Latinoamérica.
Fue declarado Monumento Histórico Nacional el 29 de diciembre de 2000. En sus instalaciones se encuentra también el Museo Judío de Buenos Aires, que alberga una valiosa colección de objetos históricos, libros, y documentos que narran la historia de la comunidad en el país. Además, el lugar es un punto de referencia para la vida cultural y social judaica donde se ofrecen conciertos y conferencias.
Los inicios: una comunidad en expansión
La historia del Templo Libertad se remonta a la llegada de los primeros inmigrantes judíos a la Argentina, en la primera mitad del siglo XIX. De la mano de Henry Joseph y Louis Brie, la comunidad se fundó originalmente en 1862 y en los primeros tiempos los rezos se hacían en las casas particulares. Hacia 1888 se reunían en Junín entre Vicente López y Guidom; en 1890, en Belgrano 1275, y dos años después en Belgrano 837. Recién en 1897, lograron juntar el dinero para comprar un terreno donde se construyó la primera sinagoga con los planos que donó el arquitecto Carlos Nordmann.
“Era una edificación distinta a la actual, tenía la mitad del tamaño de la sinagoga que tenemos hoy”, cuenta Delfina Averbuj, encargada educativa del Museo Judío de Buenos Aires. En esa primera construcción predominaban las decoraciones y los detalles de madera a diferencia de la actual, donde en el interior se destacan el mármol, los pisos de mosaicos graníticos y revestimientos símil piedra.
Durante esos primeros tiempos Henry Joseph, “hacía” de rabino. “Nunca fue rabino oficialmente, no porque no hubiera estudiado sino porque se había casado con una mujer que no era judía y en ese momento eso impedía ordenarse. Él también fue el fundador de la Jevrá Kedushá, la institución que precedió a la AMIA. Fue la primera organización encargada de comprar tierras para la creación de cementerios judíos y su posterior administración. El otro fundador, Louis Brie fue el primer vicepresidente y segundo presidente de la congregación, además recordado como uno de los primeros judíos con ciudadanía argentina”, relata Averbuj.
Con el crecimiento de la población judía a principios del siglo XX, la construcción de una sinagoga que pudiera albergar las actividades religiosas y culturales de la comunidad se volvió una necesidad. Gracias a una donación de Clara Hirsch, la esposa del Barón Hirsch, se adquirió el terreno que estaba detrás del primer templo. Así que se demolió el edificio que proyectó Nordmann y se inició la construcción de la sinagoga actual. Estuvieron a cargo del proyecto los arquitectos Alejandro Enquin y Eugenio Gantner, quienes eligieron un estilo ecléctico que combinaba elementos neorrománicos y neobizantinos. Con la crisis del ´30 la construcción quedó frenada un tiempo hasta que se retomó y la inauguración de la nueva sinagoga se realizó en 1932. Con el paso del tiempo se fueron comprando los edificios linderos y conformando el edificio actual.
Arquitectura y Simbología
La sinagoga está repleta de símbolos. “La semicúpula está adornada por imágenes de espigas de trigo, que representan la argentinidad. En la década del 30 el mayor producto exportable de país era el trigo y con esa decoración se buscó mostrar la apertura que tuvo la Argentina con la comunidad judía”, explica Averbuj.
En el centro está la estrella de David, de seis puntas, símbolo del judaísmo con el tetragrámaton, cuatro letras hebreas que hacen referencia al nombre de Dios y más abajo, un triángulo con alas o rayos, según la interpretación, donde también se repiten esas letras. “La sinagoga la construyó una sociedad de arquitectos, donde no todos practicaban la religión judía. Hay quienes dicen que esa figura triangular podría ser un símbolo masón”, señala Averbuj. Sin embargo, hay otra versión: el Rabino Simón Moguilevsky que perteneció a la CIRA entre 1959 y 2022, explica que “en todas las religiones hay símbolos que se pueden interpretar de muchas maneras. Nosotros lo vemos como una representación del Monte Sinaí cuando fueron entregados los diez mandamientos y las imágenes que hay a ambos lados representan truenos y relámpagos”.
Debajo de esa imagen hay otra inscripción que dice en letras hebreas: “Observa ante quién estás parado” haciendo referencia a la presencia divina. También ahí está la lámpara que siempre está encendida, representando la luz perpetua del Templo de Jerusalén. Y, el Auron Hakodesh, un gabinete o armario especial donde se guarda la Torá, el texto más sagrado del judaísmo.
La sinagoga cuenta con dos plantas. Las imágenes de los vitrales en la planta alta hacen referencia a relatos del Antiguo Testamento y son casi los mismos que había en una sinagoga de la ciudad de Essen en Alemania que fue destruida por el nazismo.
Originalmente, las mujeres se ubicaban en la planta alta y los hombres en la planta baja. “Esto empieza a cambiar entre las décadas del 70 y 80, cuando la comunidad se afilia al movimiento conservador y finalmente en los 2000 se une a la World Union Progressive Judaism, la organización reformista mundial. Actualmente, es una congregación reformista así que hombres y mujeres comparten el mismo espacio a la hora del rezo. También en esta sinagoga se pueden casar personas del mismo sexo.
En cuanto a la fachada del edificio, hay varios motivos religiosos donde se destaca la Estrella de David y referencias a los diez mandamientos. En la verja hay unos medallones con los símbolos de las doce tribus de Israel.
El órgano
Uno de los elementos con más historia del Templo es el órgano. “Cuando se construyó la sinagoga se encargó la fabricación a la Compañía Walcker, una de las más importantes del mundo. Por ejemplo, el órgano que hay en la Catedral Metropolitana también es un Walcker. La empresa le hacía órganos principalmente a las iglesias, aunque fabricó algunos para sinagogas de Alemania, que en la Segunda Guerra Mundial fueron destruidas en su mayoría. Así que en la actualidad hay solo tres órganos de esa firma en sinagogas alrededor del mundo y uno de ellos es el del Templo Libertad” dice Averbuj.
Durante más de una década el órgano no se usó y su mecanismo interno se fue deteriorando. Gracias a un acuerdo con la embajada de Alemania en Argentina, comenzó un proceso de restauración, que estuvo dividida en dos etapas. La primera se terminó en 2017, y Angela Merkel, durante su presencia en la reunión del G20 en Buenos Aires, visitó la sinagoga ante la finalización de esta primera etapa. En 2023 se terminó la segunda parte y en la actualidad el órgano funciona en un 100 por ciento. Aunque no se usa habitualmente para servicios religiosos, un organero le realiza tareas de mantenimiento periódicamente.
El recuerdo en los muros
En las paredes laterales de la sinagoga está el espacio “IN MEMORIAM”, en honor a las personalidades destacadas de la comunidad. Entre los más conocidos está el cantor Leibele Schwartz, padre del actor y productor Adrián Suar o algunos directores comunitarios como el austriaco Max Glücksmann, quien además fue quien mandó a construir la primera sala de cine del país: el Cine Teatro Grand Splendid.
Entre las listas de nombres hay tres placas diferentes: una de ellas es en honor a las personas fallecidas en el atentado a la Embajada de Israel (1992); la segunda, en homenaje a las del atentado a la AMIA (1994) y la tercera, donada por la familia Tarnopolsky, víctima de la Dictadura Militar, para recordar a los judíos desaparecidos entre 1976 y 1983.
Segunda sinagoga
En el subsuelo del edificio hay una sinagoga más pequeña, construida al mismo tiempo que la principal. Es más tradicionalista y desde sus comienzos se utilizó para los rezos diarios a los que concurría menos gente que durante las altas fiestas como Rosh Hashaná (año nuevo judío) y Yom Kippur (Día del perdón). Allí también hay detalles ornamentales como las representaciones de las doce tribus de Israel y los candelabros.
Oficiante de lujo
El Rabino Simón Moguilevsky recuerda una anécdota que le ocurrió durante la década del ´60 con el tenor estadounidense Richard Tucker, que había venido a cantar al Teatro Colón.
“Un día vino a verme un oficiante (jazan) conocido, con un señor que al cumplirse un aniversario de la muerte de su madre quería decir kadish, uno de los rezos más importantes de la religión judía. Quería hacerlo un sábado a la tarde, pero yo me negué porque en el templo no estaba permitido que oficiaran personas que no formaban parte de la institución y aún más los sábados donde la música y el rito hacen todo un poco más difícil. Me insistieron tanto y me prometieron que no me iba a arrepentir así que terminé accediendo. La ceremonia fue increíble, nunca había presenciado algo así. Cuando terminó me presentaron al tenor que también resultó ser oficiante y había hecho algo muy hermoso. Después de esa tarde, volvió al Colón a representar Tosca por la noche”.
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