Una investigación entre bisnietos argentinos y escultores italianos reveló quiénes son los autores de este magnífico mausoleo.
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El Cementerio de la Recoleta es un singular museo a cielo abierto, un solaz para el turista que diariamente lo visita y se confunde en los intrincados caminos con quienes despiden y recuerdan a sus seres queridos. Jules-Félix Coutan, Lola Mora y Lucio Correa Morales se cuentan entre los famosos escultores que lo embellecieron; y una reciente investigación arroja luz sobre una obra de la que poco se conocía hasta ahora: la bóveda de David Spinetto realizada por cuatro grandes exponentes de la arquitectura y el arte italiano.
Este hallazgo es el resultado de una intrigante búsqueda transoceánica, en la que, a lo largo de un año, se vieron involucrados los familiares del escultor Luigi Rigola en Italia, de Spinetto en la Argentina, y la participación del autor de este artículo. Las fotografías y cartas inéditas conservadas por los bisnietos de David –Ángel David y Hermenegildo Pini Spinetto– permitieron una reconstrucción del proceso de encargo y construcción, que aquí se intenta resumir.
Quizás, resulte conocido el apellido de los comitentes por el ex mercado y luego shopping que lleva su nombre en el barrio porteño de Balvanera; pero ¿quiénes eran los Spinetto?
Arrivederci Italia
La memoria familiar relata que, en 1856, partió rumbo a Buenos Aires David Spinetto, un adolescente de tan solo doce años, originario de Prati de Mezzanego, un pequeño pueblo enclavado en las colinas cercanas a Chiavari, en la riviera italiana. Sus dos medios hermanos, Esteban y Juan, lo esperaban en la Argentina, adonde habían alcanzado una sólida posición económica con el desarrollo de una empresa maderera. Se trataba de un aserradero a vapor y depósito de materiales de construcción, que creció hasta ocupar –en la década de 1880– la totalidad de la manzana ubicada en la Avenida Entre Ríos, Rivadavia, Combate de los Pozos y Victoria (hoy Hipólito Yrigoyen). Allí, establecieron también sus viviendas.
Un inventario del negocio, fechado el 8 de junio de 1887, brinda una idea de la variedad de productos que importaban y comercializaban: pino báltico y Spruce, vigas de California, pinotea, guindo, pies de cedro y fresno, umbrales de algarrobo, un lote de piedras y mármoles, adoquines de granito, baldosas de Marsella, piedra de Hamburgo, azulejos sueltos y hierros, figuran entre otros muchos materiales.
Terreno para un palacio
Difícilmente los tres hermanos imaginarían que, años después, ese mismo terreno donde levantaron rústicos galpones y depósitos, un proyecto para modernizar la ciudad lo convertiría en el final del trazado de la Avenida de Mayo. Esa privilegiada ubicación motivó que, en 1889, el Gobierno Nacional resolviera su compra para destinarla a la construcción del Palacio del Congreso, un edificio que serviría como remate monumental de la principal arteria de la capital. Se les pagó a los Spinetto la abultada suma de 5.841.654 pesos, una verdadera fortuna por aquellos años si se tiene en cuenta que la ley para construir la nueva sede del Poder Legislativo –sin incluir la compra del terreno y los trabajos artísticos– contempló un presupuesto inicial de 6.000.000 de pesos.
Luego de la venta, en 1894 David fundó el “Mercado Ciudad de Buenos Aires”, mejor conocido como “El Spinetto”, proyectado por el arquitecto Juan Antonio Buschiazzo, director del Departamento de Ingenieros Municipales en la intendencia de Torcuato de Alvear. Se trata del mismo edificio que a mediados de la década de 1980 sufrió una drástica reforma para instalar un centro comercial que aún lleva el apellido familiar.
Un capolavoro en la Recoleta
En 1910 falleció David Spinetto y su hijo, David Juan Luis, decidió levantar una grandiosa bóveda que lo homenajease en el Cementerio de la Recoleta. Siete cartas inéditas referidas a su construcción, fechadas entre noviembre de 1911 y junio de 1913, facilitadas por Magdalena Pini y Horacio Spinetto para esta investigación, permitieron deducir que el autor del proyecto fue el prestigioso arquitecto Gaetano Moretti (Milán 1860-1938).
En aquel tiempo, Moretti dirigía el proyecto de restauración de la fachada y modificación del altar mayor del Duomo de Milán; era miembro de la Commissione Conservatrice de esa ciudad; Regio Commissario en la sección italiana de la Exposición Internacional de Bellas Artes en Buenos Aires; y en 1909, junto al artista Luigi Brizzolara, había ganado el concurso para el Monumento a la Revolución de Mayo y la Independencia Argentina. Además, era autor del Cementerio de Chiavari y de varias obras en el Cementerio Monumental de la capital lombarda. Es evidente que los Spinetto observaron en él a un notable profesional italiano con probada experiencia en arquitectura fúnebre.
Sin embargo, los compromisos laborales de Moretti en Europa dificultaban su presencia en la Argentina, por lo que él encargó la dirección de obra en Buenos Aires al arquitecto Mario Palanti, hoy conocido por ser el autor del Palacio Barolo, pero era entonces un joven de 25 años que daba sus primeros pasos en la profesión. Precisamente, había sido invitado por el milanés a trasladarse a Sudamérica para trabajar en la construcción del Pabellón Italiano en la Exposición Internacional de Ferrocarriles y Transportes Terrestres de 1910.
Si bien la intervención de Palanti en la bóveda se habría limitado a la dirección de obra, una fotografía del magnífico portal de bronce publicada en su libro “Prima Esposizione Personale d’Architettura nella Repubblica Argentina” (1917), provocó que, antes de esta investigación, se le atribuyera la autoría del mismo y hasta de todo el mausoleo. En cambio, las siete cartas detallan los pagos realizados a Moretti por el estudio y proyecto de la bóveda, los presupuestos presentados por el italiano para la modelación y fundición de la puerta y un crucifijo, como así también revelan un presunto distanciamiento entre ambos arquitectos por la construcción en La Recoleta. La pérdida del archivo de Gaetano Moretti deja incógnitas que acaso nunca se desentrañen y convierten a estos escritos en excepcionales documentos probatorios de su autoría, del que sea con probabilidad el único edificio de carácter funerario que proyectó fuera de su patria.
Gemelos escultores
Anna Rigola y su marido, Carlo Marelli, estuvieron años en búsqueda del destino de una puerta de bronce, cuyo modelo en yeso conservan en el que fue el taller de los escultores Luigi y Carlo Rigola –abuelo y tío abuelo de Anna– ubicado en la localidad de Cantù, a pocos kilómetros de Como, en el norte de Italia. Basados en el refinado trabajo, modelado por los hermanos hacia 1911, sospechaban que se encontraría en algún palacio milanés.
La primera evidencia surgió mientras Marelli investigaba en la web y encontró una imagen del bronce tomada en 2015 en el Cementerio de la Recoleta por Kent Kobersteen, director de fotografía de la revista National Geographic, que se hallaba de paso en Buenos Aires rumbo a la Antártida.
El segundo hallazgo sucedió a finales del año pasado cuando, en el marco de esta investigación, José Pini Spinetto abrió la bóveda familiar y permitió a quien escribe relevar un importante crucifijo de bronce colocado en el interior. Se contactó y envió las imágenes a Marelli, quien, luego de cotejar con una antigua foto del modelo en plastilina, catalogada como obra de Rigola y conservada en el archivo fotográfico del Castello Sforzesco en Milán, confirmó felizmente que también lo habían hecho los escultores. Las piezas del rompecabezas empezaban a encajar y comenzó un apasionado intercambio documental que posibilitó conocer la rica historia de quienes ejecutaron el trabajo artístico.
Luigi y Carlo Rigola, hermanos gemelos, nacieron en la capital lombarda el 27 de julio de 1883 en el seno de una familia de la burguesía local. Se formaron juntos en la Academia de Brera bajo la tutela del célebre escultor Lodovico Pogliaghi, de quien se convirtieron en cercanos colaboradores en obras destacadas como el portal central del Duomo de Milán. Ahí mismo trabajaron varias décadas para ejecutar el altorelieve del arquitrabe principal (1905), la modificación del altar mayor (1912) y la renovación de la crestería (1913,1943). Dado que, hacia 1910, Gaetano Moretti era el director de las obras de restauración de esa catedral y recibió el encargo de David Spinetto, se considera probable que encomendara a Carlo y Luigi Rigola la puerta y el crucifijo de bronce porque conocía de primera mano su excepcional capacidad de modelado y escultura.
En lo que respecta al análisis compositivo Carlo Marelli detalla: “En esta puerta de gusto cinquecentesco hay referencias al portal central del Duomo de Milán. El modelado de la Recoleta es un trabajo técnicamente complejo que requirió habilidad en la preparación de las ceras, en la fundición y cincelado; estos pasos técnicos bajo responsabilidad de los hermanos Rigola, se detallan también en el contrato que firmaron con la Fabrica del Duomo para la nueva base de bronce del altar mayor. Hasta el crucifijo de la bóveda Spinetto demuestra su conocimiento en la escultura y modelado; la propia cruz tiene fuertes vínculos con Milán: los diseños reflejan el patrón geométrico del piso de la catedral milanesa y el logotipo de los señores Visconti de esta ciudad”.
Carlo y Anna pronto terminarán una reedición del libro sobre la obra de los hermanos en el que incorporarán el hallazgo argentino. En este sentido, Marelli considera que “el descubrimiento del portal de bronce en la Recoleta es significativo para la familia Rigola porque pone en valor la obra de los escultores gemelos Carlo y Luigi Rigola, incluso más allá de las fronteras italianas. Esta obra es el resultado de un profundo conocimiento del arte del modelado que ellos sabían aplicar; ya en 2010 la crítica de arte Susanna Zanuso, hija del diseñador Marco, se refirió a este portal –sin conocer su ubicación– por el refinado trabajo de los escultores milaneses. No sabemos si existen otras obras de Rigola en Argentina; seguramente el arte italiano y sus artistas llegaron a la ciudad de Buenos Aires en pleno desarrollo económico y artístico”.
Italia nel cuore
Pese a haber emigrado muy joven, David jamás olvidó sus orígenes, fue un ferviente partícipe de la colectividad y uno de los principales impulsores de la construcción del Hospital Italiano de Buenos Aires. Cultivó en los hijos el amor por su madre patria como también por el país adoptivo. Hoy, el pueblo donde nació lo recuerda con una escuela que lleva su nombre, donada por la familia Spinetto en la década de 1920.
David Juan Luis (1878–1973), médico de profesión, pero dedicado a la administración y dirección del mercado, continuó con el legado y fundó la Asociación Latium para argentinos de origen italiano. Fue un erudito y filántropo que fomentó el estudio y difusión de las ciencias, las lenguas y la literatura. Su nieto, Hermenegildo, evoca los almuerzos dominicales cuando el tema de conversación giraba en torno a la cultura y las artes en sus diversas ramas.
Con seguridad fue esa sensibilidad la que lo impulsó a idear en la Recoleta esta magnífica bóveda, materializada por cuatro maestros de la arquitectura y la escultura, que homenajea a la querida y lejana tierra de su padre.
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