Así trabaja un grupo de arqueólogos y arqueoastrónomos a 3400 metros de altura, en la falda del volcán Maipo, sobre las ruinas de lo que fue un lugar de ceremonias del Imperio Inca.
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En marzo del 2022, un grupo de guardaparques realizaba una expedición de rutina en el Área Natural Protegida Laguna del Diamante, Mendoza, cuando se encontraron con algo que les llamó la atención: un conjunto de estructuras arquitectónicas complejas que se esparcían hacia sur del volcán Maipo. Inmediatamente, un grupo de arqueólogos del Instituto Interdisciplinario de Ciencias Básicas de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UNCUYO-CONICET) tomó intervención y confirmó la gran noticia que sacudió al mundo de la arqueología: todo parecía indicar que el hallazgo correspondía a rastros del Imperio Inca, en un lugar ubicado mucho más al sur de lo que se pensaba que habían llegado con su dominio.
Desde entonces, los estudios están enfocados en tratar de entender cuál era la función de este sitio en la cosmovisión incaica, desde el punto de vista arqueológico y también arqueoastronómico, una disciplina que cruza la astronomía -cómo veían el cielo las sociedades antiguas- con los descubrimientos arqueológicos y de la cual hay muy pocos especialistas en el país. Gustavo Corrado es uno de ellos. Junto a Sixto Giménez Benítez y Rodrigo Haak, con la colaboración de Raúl Méndez Paz y Aniel Corrado, todos integrantes de la Universidad Nacional de La Plata, enfilaron hacia las alturas de Mendoza durante los primeros días de enero para tomar contacto de cerca con las ruinas que indican la existencia de un importante lugar ceremonial del Imperio Inca.
La expedición se realizó bajo un clima riguroso, bajas temperaturas y nevadas y se hizo en colaboración con investigadores mendocinos, Víctor Durán y Sol Zárate, y guardaparques de Laguna del Diamante, Mario Cataldo, Mariela Astudillo y Martín Aufrere.
Claro que la elección de Corrado no fue casualidad. Licenciado en Antropología, doctor en Ciencias Naturales y reconocido arqueoastrónomo, se especializó en la astronomía del pueblo Inca y cobró relevancia por sus descubrimientos relacionados con el Shincal de Quimivil, conocido como el Machu Picchu de Argentina, ubicado en Catamarca.
Allí encontró las relaciones de las estructuras con el calendario incaico, cuyas fechas estaban sincronizadas con las festividades en la capital del Imperio, en Cusco. “Esto nunca se había encontrado debajo del Trópico de Capricornio”, destaca. Junto al investigador asociado Sixto Giménez, Corrado viajó por Latinoamérica dando charlas, visitando y estudiando otros sitios de importancia en Perú, en el llamado Camino del Sol, una ruta de verdaderos tesoros arqueológicos ubicados entre los 3700 y los 4200 metros de altura.
El hallazgo de Mendoza
En Laguna del Diamante se encontraron con dos sitios de importancia. El primero, denominado LD-S25 “incluye más de 20 estructuras generadas mediante muros bajos de roca, entre las que se destacan recintos y espacios pircados con formas rectangulares, uno de ellos de grandes dimensiones (57 por 10 metros)”, indica un artículo de la Universidad de Cuyo. También hay “recintos con plantas circulares de alrededor de 3 metros de diámetro, un camino de acceso de 40 metros con sus límites demarcados con rocas medianas y pequeñas, un muro doble lineal de 20 metros y dos pisos empedrados”.
El otro sitio arqueológico, denominado LD-S26, está conformado por un “conjunto importante de estructuras pircadas, pero en este caso predominan las de planta circular que se destacan por sus dimensiones (algunas de alrededor de 10 metros de diámetro) y por tener en sus centros apilamientos de rocas que debieron tener forma de columnas antes de derrumbarse parcialmente”.
“Este hallazgo es importante porque está más al sur de lo que pensaba que habían llegado los Incas”, explica Corrado. Y aclara: “Había evidencias de que la última frontera estaba a 200 kilómetros al norte, aunque las fronteras de los Incas eran móviles: estaban determinadas por contactos, se retraía o avanzaba de acuerdo a las alianzas que tenían con las diferentes etnias”.
Lugar de rituales y ofrendas
La hipótesis de que se trataría de un lugar de suma relevancia en el imaginario Inca se reforzó con la profundización del análisis de los hallazgos en la zona norte del volcán Maipo. “Allí observamos la presencia de una recorrida ritual”, revela Corrado. La disposición de las construcciones (las más simples, como refugios, están en la parte más baja, mientras que las más importantes están en la parte más alta, en dirección al pico nevado), fueron el indicio de que se está frente a un “circuito ritual” donde, hacia el final, los Incas dejaban sus ofrendas, como por ejemplo momias.
“Esto tiene mucha relevancia”, destaca Corrado. “Los Incas buscaban los nevados más altos y este lugar es importante porque tenemos el volcán y una laguna”, agrega. El nevado y las lagunas eran para el Imperio Inca lugares de origen, de donde emanaban las primeras deidades y donde aparecían los primeros ancestros de cada etnia. “Estos lugares también incluían cuevas o piedras muy importantes y en este lugar tenemos manifestaciones de todos estos elementos”, amplía Corrado. “Sumado a esto, en el lado sur, hay alguna vinculación al calendario solar. Es decir, hay una conjunción de muchas cuestiones que revelan su importancia”, continúa.
Los trabajos arqueológicos continuarán durante marzo, cuando otro grupo de investigadores intentará llegar hasta la cima del volcán en búsqueda de las posibles ofrendas que, todo indica, podrían hallarse en la zona. Sin embargo, Corrado pide “cautela” a la hora de dar más información y asegura guardarse cuestiones que no pueden revelarse hasta tanto esté listo el paper científico que se publicará próximamente en las revistas especializadas.
“Tenemos hipótesis, pero cuando se van comprobando aparece la adrenalina”, dice Corrado, sin ocultar su entusiasmo de investigador apasionado, matizado siempre por la duda razonable.
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