Sobre la RP 56, antes del desvío hacia Pinamar, un enclave que vibra en otra frecuencia y que conserva sus tradiciones, ideal para descansar un rato de la playa. Un recorrido por sus calles, sus personajes y los parajes vecinos, Macedo y Juancho.
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General Madariaga es el único centro poblacional del partido del mismo nombre; tiene 30.000 habitantes y está a 30 km del mar. Sin embargo, miles de autos por día, y mucho más en verano, pasan de largo por la ruta 56 en su camino a “la Costa” sin considerar una parada en esta localidad, donde no falta el gauchaje –¡hay que ver el lío que se armó cuando cambiaron la foto del gaucho de las publicidades de Madariaga!–, los artesanos, los bailes en el Club El León, una vuelta por la calle Avellaneda, el poeta y músico Argentino Luna, orgullo local, y las fotos de bodas en el centenario tala que está al lado del Registro Provincial de las Personas.
Platería y una hazaña de película
Además de ser uno de los plateros criollos más relevantes, Hugo Gassioles tiene una anécdota de viaje insuperable: emuló la hazaña del suizo Aimé Tschiffely y cruzó a caballo el continente, desde Madariaga hasta Manhattan. La épica demandó casi cuatro años. “La idea nació como un juego de borrachos, en un asado con amigos”, reconoce. Pero, en lugar de desecharla, tomó la decisión de llevarla a cabo. Consiguió los caballos –Nahuel, Lucero, Argentino y Pampero– y partió, en otoño de 1993, rumbo a Nueva York, para luego desandar los 18.000 kilómetros que separan ambos destinos. Al principio, Gassioles es algo reticente a hablar de esa experiencia (lo cierto es que caímos en medio de su jornada de trabajo), pero al rato trae una caja de fotos que revisamos sentados en el piso de madera de su precioso taller El Mojón.
De bodegones e historias de transformación
Otros nombres de personajes pasados o actuales de Madariaga van apareciendo con las horas. Cosme Martino, por ejemplo, que fundó un club y tuvo el almacén en el que orbitaba la vida del pueblo. Hoy esa esquina sigue siendo clave, alberga el mejor restaurante local y es el único, además, que siempre está abierto: Mil Copas.
Otro clásico es el boliche El Gaucho, en manos de la familia Pedroche desde 1924. Es el sitio indicado para comprar monturas, botas y camperas de cuero. Y hasta para conseguir un buen poncho.
También Mauro Rossi, anfitrión en La Bodega Espacio Rural, es un gran personaje: un expaisajista en barrios cerrados que se reconectó con sus raíces camperas y hoy tiene un programa de televisión sobre el tema llamado Galopando nuestros pagos.
Kiwis, viñedos y trenes
Por un camino de tierra enfilamos hacia el pequeño pueblo Macedo, donde viven apenas 35 familias. Este número crece notablemente en mayo, cuando muchos llegan como trabajadores golondrina desde Mendoza para levantar la cosecha de kiwi. El dueño actual del Kiwal de Macedo es un italiano, que también tiene plantaciones en Verona y Bérgamo.
“Queríamos plantar en la contraestación de Europa; casi todo lo producido, unos 300.000 kilos, se exporta”, cuenta Federico Olivieri. Después de recorrer las hileras de las trepadoras, nos quiere mostrar un proyecto nuevo que lo entusiasma: en una finca cercana plantó viñas de uvas tintas Pinot Noir, Petit Verdot y Tannat. No tiene idea de qué puede salir de este experimento, pero se tiene fe: toda la vida vivió en el campo.
En Macedo también se encuentran la Capilla del Buen Pastor, un almacén de 1925 –La Victoria– que se tiene en carpeta restaurar, y cerca de allí sale un camino que lleva a la estancia La Florida, donde nació Argentino Luna y su madre era cocinera.
De regreso pasamos por Paraje Juancho, adonde muchos ciclistas llegan pedaleando desde Pinamar. Destaca la vieja estación de tren, que brilló en los albores de Ostende y de Villa Gesell; allí se apeaban los primeros veraneantes, que luego eran llevados en carretas hasta los balnearios. Se rumorea que en este paraje van a hacer un museo ferroviario y que hasta hace unos años funcionaba una casa de té.
Las raíces españolas, italianas, montenegrinas y libanesas de la zona
El Museo Histórico del Tuyú es un lindo paseo. Ubicado en la vieja casona de la numerosa familia García Urrutia, a través de sus varias salas ofrece un pantallazo del devenir de la región del Tuyú. Desde que era puro monte de talas, coronillas y sombras de toro –un lugar difícil para asentarse, pero bueno para esconderse– hasta el tiempo de las estancias y la llegada decisiva del tren y de los inmigrantes. “Hay cuatro comunidades principales: la española, la italiana, la montenegrina y la libanesa”, enumeran en la visita guiada.
Vestigios del antiguo puesto La Invernada
A 23 km de la ciudad, sobre la ruta 74, se puede visitar el antiguo puesto La Invernada, donde se organizan las fiestas del talar y de los asadores. Aunque hoy sólo conserva 24 de las más de 70.000 hectáreas que tuvo la que fue una de las estancias fundadoras de la región: Laguna de Juancho.
Perteneció, como muchas otras tierras, primero a Martín de Álzaga, luego a su viuda Felicitas Guerrero y, después de su asesinato, a múltiples herederos que la fraccionaron y fueron vendiendo partes. “Este era uno de los puestos de la estancia y el único que queda en pie; estaba en un lugar estratégico, cerca de los potreros. Valeria Guerrero lo donó a la municipalidad, pero estuvo abandonado hasta 2016, cuando lo empezamos a ocupar. Queremos que tenga vida y que la gente sepa que es parte de la historia”, dice Magdalena Pinedo, encargada del área de Museos de Madariaga.
Datos Útiles
Dónde dormir
La Bodega Turismo Rural. Camino de las Tropas s/n (a 50 m de Av. Güiraldes). T: (02254) 50-0751. Casona con pileta y cuidado parque de una hectárea que se alquila entera y, en temporada, por quincena. Son 4 dormitorios, uno en suite, los otros tres comparten dos baños. Cerca del centro, pero con ritmo rural.
Dónde comer
Las Mil Copas. Moreno 900. T: (02267) 55-8466. Icónica esquina de Madariaga donde funcionaba Casa Cosme, hoy un restaurante con una carta corta, buenos vinos y animado ambiente. Hay que pedir la bondiola con batatas fritas. Abierto todos los días
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