En Madryn y Puerto Pirámides, la ballena franca austral padece el acecho de estas aves marinas, cuya agresión afecta su comportamiento y pone en peligro la vida de sus crías.
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Hace 50 años, las gaviotas de las costas de Chubut descubrieron un alimento inesperado cuando algunas comenzaron a picotear el cuerpo de la ballena franca austral para comer su piel y su grasa. El comportamiento, que comenzó con hechos aislados, se convirtió en un hábito para estas aves oportunistas que acosan a la Eubalaena australis cuando llegan a la región (entre mayo y diciembre) para reproducirse, parir y alimentar a sus crías.
Desde hace décadas, los entendidos en la materia estudian este fenómeno que podría afectar seriamente la salud de los ballenatos e incluso aumentar su mortandad. Los ataques continúan, a pesar de las distintas estrategias que se implementaron para evitarlos.
PALABRA DE EXPERTOS
Mariano Sironi, director científico del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB), define así la situación: “Las gaviotas cocineras han aprendido a alimentarse de la piel y la grasa de las ballenas francas vivas en Península Valdés. Las gaviotas se posan sobre la espalda de las ballenas, y con sus picos abren heridas y se alimentan de la piel. Los picotazos causan dolor a las ballenas, alteran su comportamiento normal e incrementan sus niveles de estrés y gasto de energía durante un período muy sensible de su ciclo vital: la crianza de los ballenatos. Las ballenas aumentan su velocidad de natación y cambian su postura de descanso arqueando la espalda para evitar los picotazos, que interrumpen el amamantamiento, aumentan la frecuencia respiratoria y afectan el normal desarrollo de las ballenas recién nacidas”.
Según se pudo observar, el porcentaje de madres y crías con lesiones se incrementó de un 2% en la década del 70 a un 99% a partir de 2000.
El ICB (Instituto de Conservación de Ballenas) acaba de publicar un estudio, que realizó en forma colaborativa con expertos de distintos países del mundo, donde compararon la población local con otra similar de Australia que no está sometida a estos ataques. Este trabajo determinó que, de hecho, el ataque de las gaviotas cocineras afecta el comportamiento y el gasto energético de las ballenas francas australes. Entre las conclusiones, se afirma que entre 2003 y 2013 se registraron eventos de alta mortalidad de crías de ballena franca en Península de Valdés, y, aunque no se han identificado las causas exactas, una hipótesis sugiere que los ataques de gaviotas podrían haber contribuido a esa mortalidad.
¿Qué se podría hacer para evitar los ataques? Néstor Marcelo Bertellotti, biólogo, investigador del Conicet, perito en este tema, recuerda que en 2013 el gobierno provincial aplicó un método de “rifle sanitario” sobre las gaviotas en la zona de Península de Valdés. “Bajo la hipótesis de que no todas las gaviotas pican, sino algunas que desarrollaron ese comportamiento –explica–, se eliminaron de la población más de 3.000 gaviotas picadoras que se alimentaban de ballenas”.
Bertellotti, sin embargo, destaca que el método no resultó muy eficaz. “Como resultado primario hacía disminuir mucho la frecuencia de ataque, pero sólo tenía efecto local en un área determinada. Además, cuando se dejó de hacer volvieron los ataques: sacaron 3.000 gaviotas picadoras y aparecieron otras 3.000. Desde el punto de vista científico, desapareció la hipótesis de que eran pocos individuos especialistas; no se trataba de un comportamiento individual, el problema es más grave porque hay que pensar en una escala poblacional”.
DESECHOS URBANOS Y PESQUEROS
El siguiente paso estuvo relacionado con los basurales a cielo abierto. Sironi señala: “Las gaviotas tienen dietas muy amplias y flexibles; el hábito de alimentarse de las ballenas vivas es un comportamiento aprendido de modo natural. Sin embargo, las poblaciones de gaviotas se ven favorecidas por actividades humanas mal manejadas, como el descarte pesquero en el mar y los desechos en basurales urbanos y pesqueros, que las gaviotas aprovechan como alimento ‘extra’. Con un mayor número de gaviotas, los ataques a las ballenas aumentan también. Por ello, es necesario controlarlas y eliminar los desechos de pescado en tierra y en el mar”.
En febrero de 2015, los basurales a cielo abierto de la región fueron reemplazados por un nuevo sistema de gestión integral de residuos que abarca los municipios de Madryn, Trelew, Gaiman, Dolavon y Rawson. Bertellotti valora la iniciativa: “Como producto de este conflicto se logró presionar para que se pudiesen sanear los basurales, que seguían siendo la fuente de alimentación de las gaviotas. Ahí se avanzó muchísimo; en toda el área del noreste de Chubut, la basura se procesa en centros de clasificación y se entierran los residuos urbanos en un solo lugar, que se llama GIRSU (Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos), una planta muy grande y muy eficiente ubicada entre Trelew y Puerto Madryn. Las gaviotas que están dando vueltas no tienen chance de obtener alimento de la basura doméstica. El otro eje es el saneamiento de los basurales pesqueros –que fueron los que tuvieron mayor incidencia en el aumento poblacional de gaviotas– porque eran pilas gigantescas de pescado fresco que se tiraban a cielo abierto a la mañana y a la tarde ya no quedaba nada. Ese alimento era ingerido por gaviotas juveniles y estas lograron aumentar la supervivencia de edad y, por lo tanto, las poblaciones también crecieron. Todos estos descartes que se acumulaban en basurales a cielo abierto también fueron saneados y ahora hay varias empresas que les dan un tratamiento inmediato”.
No obstante, aún queda pendiente el control de los descartes pesqueros en el mar: “Los barcos pesqueros, sobre todo la flota que opera cerca de la costa, después de cada arrastre con la red, clasifican rápidamente en cubierta y todos los ejemplares que no son comerciales los tiran al mar: eso es comida fresca para las gaviotas. Se tiran toneladas de pescado muerto, eso es como querer cosechar arándanos dinamitando el bosque para recoger algunos frutos. Es un disparate cómo funciona la pesca hoy en día; hay que sanearla”, afirma Bertellotti.
El problema está lejos de encontrar una solución. El investigador del Conicet explica que habrá que esperar para ver qué impacto tienen estas medidas: “Las gaviotas son longevas y viven muchos años; si cerrás hoy las fuentes de alimentos que durante décadas han favorecido el aumento poblacional, van a tener que pasar muchos años hasta que las medidas tengan impacto y las poblaciones vuelvan a equilibrarse y descender un poco. La buena noticia es que, a pesar de todo esto, la tasa de aumento poblacional de las ballenas sigue siendo positiva. Llegó al 7%; ahora está en un 4,5%, pero sigue siendo positiva, no está disminuyendo y es una especie que muy lentamente se está recuperando”.
Desde el ICB, por su parte, invitan a colaborar con el Programa de Adopción Ballena Franca Austral, que permite, a través de una donación mensual, “adoptar” una ballena para contribuir con su estudio y protección. Las donaciones se destinan a los proyectos de investigación, educación y conservación de ballenas en Argentina.
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