Diseñado por Germán Frers en 1970, el velero competirá en la exquisita Riviera Francesa enfrentando a tradicionales yates de alto hándicap. Cannes y Saint-Tropez le dan un marco excepcional.
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La agenda náutica de la distinguida Costa Azul se viste de gala en otoño con el arribo y competencia de los más hermosos y tradicionales veleros del mundo para deslizarse sobre las aguas cristalinas del Mediterráneo. Con mucho de vintage, el yachting marida perfectamente con la gala, el lujo y reconocida gastronomía de dos puertos espléndidos con mucha historia y fama: Cannes y Saint-Tropez.
A partir del 24 de septiembre se disputarán sucesivamente tres consagrados torneos europeos: las Régates Royales de Cannes, la Copa de Otoño del Club Náutico de Francia y Les Voiles de Saint-Tropez, concluyendo el 6 de octubre. Por supuesto, allí estará demostrando su prestigio el legendario barco argentino “Matrero”, creado en 1970 por el talentoso y mundialmente reconocido diseñador nacional Germán Frers.
Integrante del Club Náutico San Isidro (CNSI), la embarcación que capitanea el empresario Rafael Pereira Aragón desde 2018, se prende a estos retos endulzada con dos recientes trofeos al ganar el Argentario Sailing Week de la costa toscana y el subcampeonato de Les Voiles D’Antibes. El laureado equipo está integrado por Sebastián Córdoba, Felipe Varela, Alex Hasenclever, Gabriel Marino, Diego Weppler, Karin Haddad, Julián Donadío, Marcus Beherendt, Ignacio Burgoa, Alejandro Chometowski y el timonel Martín Busch.
En la primera lid, son 22 las flotas (de Gran Bretaña, Francia, Italia, Estados Unidos, Alemania…) que levantarán anclas desde el Puerto Viejo de Cannes, frente a El Suquet, el barrio medieval ubicado sobre una pequeña colina, precisamente, donde empezó la historia del pueblo de pescadores. La vista de la bahía es hermosa y resulta adorable caminar por las callecitas adoquinadas, con casas y negocios donde florecen las buganvillas (o Santa Rita) y resaltan la iglesia gótica Notre-Dame d’Espérance, construida en 1627, así como un antiguo castillo de torre cuadrada.
Una tentación es comprar en el Mercado Forville porque dan ganas de saborear todo. Aromas y colores invitan a probar. Dependiendo de los días, hay variedad de alimentos frescos (incluyendo mariscos), quesos, embutidos, aceitunas y flores típicos de la Provenza o muebles y objetos antiguos.
En otro orden, en las calles paralelas a la playa seducen las tiendas de marcas top como Chanel, Moncler, Dior, Prada o Dolce & Gabbana. Luego, si la ocasión da para una pausa gastronómica, a unos 400 m –paralelos a la playa– está la rue Hoche, lugar estratégico para elegir dónde comer.
Insoslayable recorrer La Croisette, el bulevar que contornea la bahía con lindas tiendas y famosos hoteles a lo largo de su espacioso paseo peatonal protegido por la sombra de palmeras y pinos piñoneros junto a las playas de finísima arena.
Célebre por su Festival de Cine de mayo con el despliegue de elegantísimas estrellas de la pantalla y alfombras rojas, vale conocer el característico Palacio de Festivales y Congresos y quizás recordar un episodio que siempre se refresca como si fuera una efeméride: cuando en 1953 la sensual actriz Brigitte Bardot, de 18 años, provocó una ola de exclamaciones internacionales al posar fotos en un atrevido (en esos años) bikini strapless, estampado con un motivo tropical, durante el acontecimiento mundial del séptimo arte.
Precisamente, las imágenes fueron tomadas teniendo de fondo el más renombrado hotel, el hoy InterContinental Carlton, representante de la Belle Epoque, inaugurado en 1911, identificable por dos cúpulas que se dice estaban inspiradas en los pechos de una rica artista española del varieté conocida como “La Bella Otero”. ¿Por qué tal musa? Porque el arquitecto que diseñó el palacio, Charles Dalmas, estaba fascinado por ella. Y, hablando de yates, un magnate estadounidense le regaló uno a la codiciada dama.
Del puerto viejo salen cruceros para recorrer las islas Lérins, luego de unos 15 minutos de viaje sobre las aguas turquesas. Se disfruta la isla de Santa Margarita, la cual albergó como prisionero durante 11 años al misterioso personaje “el hombre de la máscara de hierro”, de los siglos XVII-XVIII, cuyas tribulaciones contó Voltaire y alcanzó notoriedad con el film homólogo interpretado por Leonardo DiCaprio.
Otro de los puntos de recalada es la isla Saint-Honorat –de apenas 1.500 m de largo por 450 m de ancho– con un monasterio y viñedos… por lo cual los monjes cistercienses, que defienden este bastión religioso desde el siglo V, producen licores y vinos a la vez que se rigen por la regla benedictina “ora et labora”. Historia y leyendas isleñas resultan muy atractivas.
El origen de Cannes fue como el de tantos lugares marítimos, por la actividad pesquera, hasta que en 1834 una desventura del acaudalado canciller británico Lord Henry Brougham, cercado por una epidemia de cólera, hizo construir una vivienda que ocupó durante 34 años cada vez que las brumas invernales cubrían las calles londinenses. La legión aristocrática inglesa, cautivada por sus relatos, lo imitó y poco a poco la bahía se convirtió en una perla de la Côte d’Azur.
De un muelle famoso a otro
El siguiente paso deportivo de “Matrero” será el día 29 navegando por la Copa de Otoño del Yacht Club de France que requiere unir Cannes con Saint-Tropez, 25 millas náuticas (unos 46 km) rumbo al Oeste, una jornada con un trayecto inmerso en un entorno inmejorable para una treintena de embarcaciones. En tanto que del 1 al 6 de octubre el equipo de sailing –al que se sumará Eduardo Cornudet– confrontará en el súper exigente torneo Les Voiles de Saint-Tropez, en su 25ª edición en la clase Classic Race IOR.
Originariamente una villa pesquera, se fue transformando en un reducto de artistas, además de celebridades y personajes de gran fortuna anclando en sus propios cruceros y gozando de mansiones o casas apartadas.
Valiosa también es la rica colección de arte (con cuadros de Matisse, Signac, Bonnard o Camoin) del Museo de la Anunciación, cuyo edificio era antes una capilla. Y si la curiosidad incluye a las mariposas hay una residencia que reúne una vasta muestra de especies diurnas de gran belleza, recopiladas por Dany Lartigue, hijo de un afamado fotógrafo.
Y para quienes prefieren entretenerse conociendo mercados, hay tres en el casco antiguo: el de la Place des Lices (solo abierto martes y sábados) con productos de alimentación, textiles, artículos de decoración y souvenirs; el de la plaza dedicado a hierbas (que tiene verduras y vinos) y la feria de pescados y mariscos que está al lado.
Y ya que se habló de la Bardot, el dato clave es que sigue viviendo en Saint-Tropez, en las afueras, disfrutando su mansión La Madrague. Memorable, en estas playas la diva filmó de adolescente su primera película: Y Dios creó a la mujer, dirigida por su esposo, Roger Vadim. Su proyección generó muchas polémicas por su exposición entre desnudos y escenas de amor.
Pero no todo es sensualidad o femme-enfant. La villa ha sido un reducto intelectual. Por citar: el gran escritor Guy de Maupassant (del famoso cuento Bola sebo), vivió acá a finales del siglo XIX compartiendo los cafés con otras figuras. Cada tanto, llegaba al golfo a bordo de su clásico barco “Bel Ami”.
Asimismo, era muy frecuentado a principios del siglo XX por una figura descollante como Colette (Sidonie-Gabrielle Colette, novelista autora de Gigi, guionista y artista de cabaret). También fue uno de los lugares preferidos de la autora Françoise Sagan (Buenos días, tristeza) y tantos ilustres de la corriente Nouvelle Vague... abundan los nombres notorios como grandes escritores de la talla de Paul Eluard, Boris Vian, Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre.
Más allá de lo ilustrado o erudito, se disfrutan fantásticas playas, como la cotizada Pampelonne o se recorre el Museo de la Gendarmería y del Cine (curiosa mezcla motivada por la saga de películas del personaje de gendarme del actor Louis de Funes).
Visita clásica e histórica es la Ciudadela que vigila la comarca desde el atalaya hexagonal del siglo XVI. Desde este puesto de avistaje del calmo horizonte la gente se congrega a mirar los veleros; más si hay competencias como ocurrirá en octubre.
En tal sentido, tanto en Cannes con en Saint-Tropez, “Matrero” estará desafiando a grandes rivales del mar, entre ellos, dos de bandera italiana y uno francesa con sólido currículum. Uno es “Il Moro de Venezia”, (fruto también de la creatividad de Frers), el otro es “Ojala II”, diseñado por la firma Sparkman & Stephens (el estudio de Nueva York donde se formó Frers) y el galo “Saggitarius”, también proyecto surgido de Sparkman & Stephens cuando Frers era precisamente parte del staff.
“Cuando suena la bocina de largada, la ansiedad y la estrategia de la tripulación dan lugar a la tensión, la exigencia física, al liderazgo, al funcionamiento en equipo y a la aplicación de la logística planificada”, comentó a LUGARES el entusiasta Pereyra Aragón. Agregó que, así como aprovechan “la distribución de los esfuerzos personales, las capacidades y conocimientos que tenemos, cuando enfilamos la proa y empezamos a cursar las aguas, sabemos que son esenciales muchos aspectos… el viento, las olas, nuestras maniobras y registrar, todo el tiempo, el desarrollo náutico de nuestros competidores”.
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