En Rojas, provincia de Buenos Aires, el establecimiento de Marian Solveyra aloja pasajeros y coordina cabalgatas.
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A metros de lo que alguna vez fue Camino Real, el casco de Estancia El Carmen es tan criollo como los pastelitos. Queda en Hunter, al sureste de Rojas, en dirección a Salto. Aquí la dueña de casa es Marian Solveyra, que heredó el campo de su mamá, Randi Rostad, que era noruega. “Viví acá hasta los cinco años, cuándo nos mudamos a Buenos Aires para que yo fuera a un colegio bilingüe. Odié pasar del campo a un departamento en Belgrano. Siempre quise volver”, cuenta Marian mientras comparte un té en la antigua galería de la estancia.
Cortés y agradable, en el campo vive y recibe huéspedes junto a su hija menor, Olivia, que cuenta sus divertidas anécdotas como alumna en un secundario técnico agropecuario de la zona. Juventud bien distinta a la de Marian, que nació en Rojas en 1975, pero se educó en el Colegio Northlands de Olivos, igual que la reina Máxima de Holanda. De todas maneras, gracias a que Guillermo Solveyra, el papá de Marian, tenía aquí un haras de caballos de carrera –que funcionó hasta 1998–, ella volvía en tren todos los fines de semana.
Paisajista y profesora de inglés, “acá se viene la parte triste” anticipa cuando comenta lo que pasó con su mamá hace veinte años. Randi Rostad estaba instalada en el campo cuando la asesinaron de forma totalmente inesperada y en circunstancias que aún hoy no fueron esclarecidas del todo. Embarazada de su primera hija (Isabella) y con todo el dolor a cuestas, Marian se hizo cargo del establecimiento. A esa altura, Randi ya estaba separada del señor Solveyra. Y desde aquel momento, como hija única y heredera del campo, Marian arrenda la parte productiva. Además, desde enero del 2021 abrió las puertas para recibir huéspedes.
En Estancia El Carmen la propuesta es alojarse entre la casa principal y La Matera, dentro del campo de 42 hectáreas. Ideal para palpitar una estadía rural clásica, entre pinos centenarios, perros de campo e instalaciones sencillas, pero cálidas. Sin ostentación, con la lluvia repiqueteando sobre el techo de chapa, el desayuno con medialunas se sirve en tazas de porcelana inglesa. Marian sugiere asado para comer a la noche, pero también puede cocinar “lo que comemos en casa: pastas, milanesas o lo que fuere”. En todo momento, la sensación es de familiaridad.
Establecimiento con linaje
Hace unos meses, con la excusa de saber más sobre su campo para contarle a la gente, la dueña de casa se contactó con Marcelo Álvarez Herrera, un historiador experto en arquitectura rural. Ella sabía que su mamá le había comprado la estancia a los De Narváez (otrora famosos por Casa Tía) y que antes había sido de los Bemberg (de Quilmes). Pero, ¿quiénes fueron los primeros dueños de esta estancia? “Encontró planos que están fechados en 1838. Tienen un rectángulo que marca lo que posiblemente sea la casa”, cuenta Marian. Agrega entonces que la antigüedad la sorprende, pero hasta ahí, porque sabía que su madre había comprado la estancia con una biblioteca que tenía un recibo con 1850 como fecha, que decía: “¡Viva la Federación! ¡Mueran los salvajes Unitarios!”. Y detalla que, según los registros a los que accedió el historiador, las tierras habían sido de Susana Cano de Hunter, que era hija natural (ilegítima) de Marciano Cano (que murió muy joven) y nieta de Juan Cano, que había recibido esas tierras por la ley de enfiteusis y que las mesuró entre 1826 y 1838. La cuestión es que, por pedido de Carmen Díaz Vélez de Cano, abuela y tutora de Susana, tras la muerte de Juan Cano ella lo heredó en 1866.
Según los registros de la época, eran 5.000 y pico de hectáreas y tenían un puesto en lo que hoy es la casa principal de la estancia, que se llamó El Carmen en honor a la señora Díaz Vélez. Claro que todo aquello se dividió, subdividió y también fue expropiado, para que Estancia El Carmen, en términos de tamaño, hoy sea apenas un apéndice de lo que fue. Sin embargo, dos noches aquí alcanzan para respirar la hidalguía de este casco, que la actual dueña de casa potencia con naturalidad y simpatía.
Datos útiles
Estancia El Carmen. A diez minutos de la entrada a Hunter, Marian Solveyra agasaja a los visitantes en un casco de estilo criollo que tiene casi 200 años. Sumamente amable, promueve el disfrute de este campo cargado de historia. Su hija Olivia lidera las cabalgatas, mientras que Isabella está a cargo de las redes sociales. Tiene cuartos en la casa principal, pero la mayoría de los huéspedes van a La Matera, donde hay dos habitaciones, living - comedor con anafe y parrilla. Desde $12.000 La Matera para cuatro personas, y $14.000 para seis. Desayuno y comidas se pagan por separado, pero son accesibles. Los horarios de ingreso y salida son flexibles. Camino rural s/n. T: (2475) 41-2008. IG: @elcarmenderojas
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