Aline Rethore es del Valle del Loira y su marido, Dante Frascaroli, de Villa General Belgrano. Son los dueños de Atelier Hotel de Charme
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“Fue una epifanía… Vi el terreno, con su arboleda y el arroyo, y sentí una corazonada. Yo, que soy de la tierra de Descartes, tomé de pronto una decisión más emocional que racional”, cuenta Aline Rethore sobre cómo surgió el proyecto que hoy dirige con su marido, el arquitecto Dante Frascaroli. Atelier Hotel de Charme queda en Villa General Belgrano, Córdoba, y ahí recibe a Lugares. Entonces, con un acento decididamente francés y algunos modismos de España –donde también vivió–, Aline relata su historia de trotamundos, entre la aventura y el riesgo, con un romance que va de un valle francés a otro valle cordobés.
“Crecí en el valle del Loira, donde todo es tranquilidad y calidad de vida. Tours es una ciudad dinámica con vida universitaria, cultural y grandes liceos. Tiene esa dualidad, porque cuenta solo con 200.000 habitantes y espíritu provinciano, pero está a solo 50 minutos de París en el TGV (el tren rápido)”, detalla Aline mientras camina por los jardines del hotel que tiene habitaciones decoradas con toile de Jouy. “Lo que más echo de menos es un cine dónde pasaban películas independientes”, añora mientras se le escapa una expresión que habla de sus años radicada en Madrid. Cuenta que sus padres viven en Tours, que cada tanto viaja a visitarlos y que aún conserva amigos de la infancia que eran sus vecinos. “Para mí es un orgullo venir del Valle del Loira”, apunta con la recomendación infalible de recorrerlo en bici, entre castillos y bodegas.
Entregada a sus huéspedes y asertiva en sus consejos, Aline es práctica para dirigir su hotel que está a solo cien metros del centro de la aldea turística que es mucho más que la famosa Fiesta de la Cerveza, en octubre. “Me formé en administración de empresas en el Neoma Business School de Francia. Fueron cinco años de una carrera mixta, pública y privada, según el sistema francés. Estudié mucha matemática financiera, control de gestión, marketing e idiomas, pero sobre todo aspectos humanos que te forman para poder administrar. Además, hice un semestre de estudios en Copenhague. ¡Lo que eran estas fiestas de estudiantes de todas partes!”, acota con picardía sobre una juventud multicultural que le permitió aprender español.
Tras una beca en la empresa Kodak, en París, Aline fue contratada para trabajar en marketing en Madrid y terminó quedándose en España por siete años. Con ternura cuenta que ahí conoció a Dante, por la cadena de lazos formada por un amigo yugoslavo, que era amigo de un alemán, que a su vez era amigo del cordobés. “Es como el libro que habla de los seis pasos de separación entre las personas. Una cadena me hizo conocerlo. Una vuelta nos reunimos los cuatro y nos sacamos una foto”, cuenta Aline en referencia a la teoría del escritor húngaro Frigyes Karinthy.
Nacido y criado en Villa General Belgrano, Dante creció en el pueblo que distaba mucho de ser la localidad turística que es hoy. “Mi suegro fue intendente, presidente del centro de comercio y una persona muy proactiva para impulsarlo”, detalla Aline antes de que crucemos saludos con Lorenzo Ángel Frascaroli. Y volviendo a Dante, agrega: “Después de estudiar arquitectura en la Universidad de Córdoba, se tomó un año para viajar por Europa como mochilero. Entusiasmado, decidió quedarse en Madrid para intentar entrar a algún estudio grande de arquitectura. Y después de mucho esfuerzo, lo logró en el de Rafael de La-Hoz. Lo integró durante diez años y fue parte del auge del mercado arquitectónico español, pero llegó a un punto en el que se cansó y tuvo ganas de volver a la Argentina”.
En pareja con Dante desde 2005, Aline en ese entonces trabajaba para la empresa Orange. “Pedí el traslado a Buenos Aires y nos vinimos en 2008 con mi empleo. Vivimos cuatro años en esa ciudad que tan bien describe Kevin Johansen, con las baldosas flojas y los helados”, rememora la francesa sobre las letras del músico al que Dante solía recurrir para graficarle su país. Juntos son papás de Zoé, que tiene casi tres años y nació en Córdoba, pero también tiene la nacionalidad de su mamá.
—¿Cómo surgió el proyecto de Atelier Hotel de Charme?
—Fue en uno de los viajes que hicimos desde Buenos Aires para acá, a visitar a la familia de Dante. “Mirá este terreno con salida al arroyo. Está en venta. Es especial. Seria fantástico hacer un hotel acá”, me dijo mi marido cuando yo todavía no estaba convencida de querer vivir en un pueblo. Me gustaba Buenos Aires y mi trabajo. Pero lo vi y… ¡sí! Compramos el terreno como para empezar a planearlo. Yo no estaba lista para soltar mi relación de dependencia. De hecho, nos fuimos dos años a vivir a Chile, por mi trabajo. Entonces, ese primer año del otro lado de los Andes, sin saber cuanto tiempo nos quedaríamos, vivíamos en un hotel. Ahí fue dónde Dante empezó a diseñar Atelier Hotel de Charme. Lo hizo experimentando los defectos y las necesidades de la vida de huésped. Siempre supimos que sería boutique, como nuestra identidad franco argentina, tanto en el edifico como la forma de hacer las cosas. Y siempre tuvimos claro que sería sustentable. Lo inauguramos en 2015.
—¿Qué es para vos ser sustentable?
—Lo somos en el sentido más completo de la palabra. Tenemos el objetivo de impactar de manera positiva en el ecosistema del lugar. Perdurar en el tiempo no es solo una cuestión ecológica. Nosotros, entre otras cosas, reciclamos agua para el riego. La edificación del edificio fue pensada para aprovechar la exposición solar y la ventilación cruzada. Pero, además, somos sustentables porque contratamos personal local capacitado. Eso te permite desarrollo de la gente del pueblo. Tenemos una tienda de productos locales. Al desayuno servimos panes de un panadero francés de Los Reartes y dulces y pastelería alemana de familias antiguas del pueblo, que trabajan de manera artesanal. Vendemos vinos del Valle de Calamuchita. Nos gusta cobijar a nuestros huéspedes. Esa es, hoy en día, una nueva forma de lujo. Tenemos galerías y espacios al aire libre, algo muy valorable ahora más que nunca, por la pandemia.
—¿Por dónde pasa el desafío de dirigir este hotel?
—Haber estudiado administración de empresas me permite saber de números, pero fundamentalmente de recursos humanos, que no son tan tangibles como un numero. Además, el sector hotelero vivió una transformación brutal con la llegada de Internet. Uno tiene que estar todo el tiempo atento a lo que se viene, en particular con la economía en la que vivimos. La hotelería es un sector muy vivo y en constante evolución. Si no fuera por mi formación, no estaría preparada para ser parte.
—¿Cómo describirías el encanto del Valle de Calamuchita?
—Por la posibilidad de hacer trekking y andar en bici por las sierras. Cada vez abren más bodegas con vinos de mejor calidad. La gastronomía también crece. Y uno acá vive en paz y con seguridad. El clima en el valle es muy agradable. La gente de Villa General Belgrano se siente orgullosa de su pueblo y tenemos la Fiesta de la Cerveza, que habla de cierta identidad: nos gusta compartir.
Atelier Hotel de Charme. Islas Malvinas 143. T: (03546) 46-3778. Son 14 habitaciones con galería. Cuenta con servicio de spa.