Entre El Calafate y el Parque Nacional Los Glaciares, este Relais & Châteaux ofrece una conexión con el paisaje, tan dramático como bello
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El encuentro profundo con la Patagonia es toparse con el paisaje de la estepa, el vacío, una inmensidad llana de cielos infinitos y un silencio solo quebrado por el viento. Esto puede vivirse desde Eolo Patagonia’s Spirit, uno de los siete Relais & Châteaux del país, ubicado entre El Calafate y el ingreso al Parque Nacional Los Glaciares.
Situado dentro de la estancia Alice de 4000 hectáreas, sobre la ladera del cerro Frías, Eolo no solo es un punto de partida mucho más próximo para visitar los glaciares, sino un destino en sí mismo. Sus 17 habitaciones y salones comunes están orientados a los cuatro puntos cardinales y ofrecen vistas privilegiadas del lago Argentino, el valle de la Anita –con una laguna poblada de flamencos rosados– y el cordón montañoso, donde, en días claros, se ven las caprichosas formas del macizo del Paine, en Chile.
Lujo aquí es el show del cielo al atardecer, con las nubes características de la zona (altocúmulos lenticulares). Es mirar los flamencos o las estrellas desde el telescopio o sentarse con una taza de té inglesa a desentrañar los mapas de la región tamaño XL que descansan sobre la mesa.
Inspirado en las antiguas estancias de la zona, el constructor Juan José Drago las combinó con la arquitectura moderna, bajo la supervisión estética y conceptual del arquitecto Fernando Bustillo, nieto del célebre Alejandro Bustillo.
Las habitaciones –que van de los 37 a los 48 m2– apuestan por los tonos pasteles, los muebles antiguos, y en vez de televisores, hay cómodos sillones de cara al ventanal con una transmisión 24 horas inigualable.
La gastronomía es siempre una fiesta. El chef Juan Pablo Bonaveri, formado en Buenos Aires y en el País Vasco –donde trabajó en restaurantes con estrella Michelin–, lleva ya diez años al frente de la cocina, puliendo un estilo que llegó a una síntesis. Sus platos son postales de los productos regionales que se aprecian a la vista como pequeños cuadros. Los ravioles de queso de oveja, pesto de menta y pistacho o la merluza negra, con hinojo, endivia, velouté de naranja y aceite de oliva son dos claros ejemplos.
El sommelier Nicolás Gutiérrez sugiere vinos de la cava con etiquetas exclusivamente argentinas. Para los días largos de excursión, Eolo ofrece un lunch box con sándwiches a elección (como el de salmón), ensaladas y bocados dulces que se entrega en glamorosas mochilitas.
Más allá de su proximidad con los colosos azules del Parque Nacional, el hotel propone excursiones dentro de la estancia para disfrutar de este paisaje dramático y estético, a cargo de dos guías in house. Una de ellas es una cabalgata llana hasta la laguna de flamencos, donde corren liebres, zorros y choiques y vuelan loicas, cóndores y cauquenes. Otra opción es trepar al paso la ladera del cerro Frías, de 1100 metros de altura, desde donde se ve el lago Argentino en su esplendor. Los perseguidores de adrenalina pueden tirarse en tirolesa –cinco tramos de 500 metros cada uno– o aventurarse en bici por los senderos del valle de la Anita. Sin esfuerzo físico, hay un recorrido en 4x4 que comienza por el faldeo del Frías y va parando en miradores hasta alcanzar la cima.
La historia de este mágico lugar está atada a la historia de su director, Rodrigo Braun. Este ingeniero industrial, crecido en pleno Barrio Norte de la ciudad de Buenos Aires, abrazó la montaña desde muy chico. En 2002 decidió dar un vuelco a su vida, dejó en pausa su carrera de ingeniero, y se mudó a El Chaltén –cuando había unas pocas casas– para certificarse como guía de montaña. Su madre y hermanas, agentes de viaje, le derivaban grupos de escaladores y extranjeros que no solo querían recorrer los senderos de El Chaltén, sino conocer la Patagonia.
El azar puso entre aquellos viajeros a quienes querían desarrollar un hotel dentro de la estancia Alice. También querían abrir un segundo hotel en El Chaltén. Rodrigo siguió en contacto con ellos durante los años de construcción y fue invitado a hospedarse junto con otros como parte de una preinauguración en 2005. Como es costumbre en estas “marchas blancas” (así se conoce a estos ensayos en los que restaurantes y hoteles ponen a punto procesos y entrenan al personal con amigos y conocidos), Rodrigo les hizo una devolución minuciosa. Todas sus sugerencias fueron puestas en práctica enseguida y entonces lo convocaron para que dirigiera el hotel.
Sin querer, las estrellas de este cielo austral se alineaban y Braun reunía su pasión por la montaña y la Patagonia, su memoria familiar ligada al turismo, y sus conocimientos de ingeniero: ubicado en el medio de la nada, Eolo enfrentaba el desafío de ser autosustentable, debía resolver sus propias fuentes de energía, comunicación y tratamiento de aguas. Así es como utilizan colectores solares para el agua caliente, cuentan con máquinas compostables, reducen al mínimo los residuos, reutilizan el agua para riego y la última gestión de Braun: quiere instalar molinos eólicos. Para compensar las mínimas emisiones de carbono que realizan, compran bonos y apuestan a lograr una certificación de carbono neutral en el mediano plazo.
Aquel encuentro en las montañas de El Chaltén con los propietarios del hotel tenía un proyecto aún más ambicioso. La idea era abrir cinco hoteles para proponer una experiencia profunda de la Patagonia, bajo la marca Patagonia’s Spirit. El primero estaría en Buenos Aires, punto de llegada del turista extranjero, y seguiría el recorrido por El Chaltén, El Calafate, Puerto Madryn y Ushuaia. De aquella aventura, todavía queda en pie la propuesta de abrir el de Ushuaia. Se trata de 260 hectáreas junto al monte Susana, de las cuales 60 se destinaron al desarrollo residencial Costa Susana, donde ya hay casas construidas. El hotel ocupará 5 hectáreas sobre la costa y dejarán la ladera del cerro como una reserva natural. Aún no hay fecha de inauguración.
Y si Rodrigo Braun va y viene entre El Calafate y Buenos Aires, Valentín Virasoro es el gerente residente que, poncho al hombro, puede sentarse con una taza de té y toda la paciencia del mundo a explicar por qué los glaciares se ven azules y no blancos, qué es el Campo de Hielo Patagónico y ubicar en el mapa alguno de los 47 glaciares que descienden de él.
Eolo es Relais & Châteaux desde 2009. Esta asociación distingue a casi 600 hoteles en 68 países en los cinco continentes, siempre y cuando reúnan las “5 C”: carácter, charme, calma, cortesía y cocina. Nunca son hoteles de cadena, iguales unos a otros, sino que tienen la impronta del lugar. Cuentan con pocas habitaciones y personal que vela por cada detalle. Además, se espera que la cocina tenga una calidad superior y esté inspirada en productos locales.
Por todo esto, el lujo en Eolo no está solo en su edredón de plumas o en su cocina meticulosa, sino en ponernos en contacto con ese paisaje particular que, tarde o temprano, vuelve como pregunta metafísica.
- Eolo Patagonia’s Spirit. RP 11 Km 23. T: (02902) 49-2042 / (11) 4700-0075. Desde u$s 1435 + IVA (dólar oficial) la doble superior, con pensión completa (en el restaurante o con lunch box a la carta, vinos, tragos y bebidas), transfer in-out al aeropuerto, y todas las actividades incluidas dentro de la estancia, mínimo dos noches. En temporada baja es válida la promoción de 4x3. Permanece cerrado desde el 3 de mayo hasta el 1 de octubre. @eolo_patagonia
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