A pasos de la plaza, la posada de esta coplera fundamental de la Quebrada, hoy en manos de sus herederos, espera a los que quieran descubrir su rica historia.
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Usaba pantalones en los años ´40, toda una osadía. Alojaba en su casa a amigos sin ningún prejuicio. Se reivindicaba coya y no le importaba el qué dirán. Alentaba a las mujeres a ser libres y concretar sus sueños. Y nunca quiso casarse “para no ser esclava de ningún hombre”. Transgresora, independiente, multifacética, la jujeña Barbarita Cruz ejerció como maestra pero, al jubilarse, esgrimió sus facetas de poeta, coplera y artesana y convirtió su casa de Purmamarca en una usina de arte de puertas siempre abiertas. Ahora, sus herederos mantienen aquel espíritu acogedor desde ese hogar que convirtieron en un museo y una posada de cuatro habitaciones, llena de colores y chispa creativa.
“Esta casa es de 1870 y perteneció a mis bisabuelos. Luego, mis abuelos criaron aquí 9 hijos, entre ellos Barbarita, mi tía”, empieza a desgranar Susana Pariente, sobrina de la artista, que había nacido en 1922.
“Cuando yo era chica, Purmamarca estaba lleno de quintas. Todos tenían fondos grandes con verduras. En las casas había lugar para guardar los caballos y las mulas de carga, que se usaban para llevar a cambiar la fruta por sal o por cualquier otra cosa que necesitáramos”, recuerda Bárbara en una entrevista publicada en el libro Saberes y sabores de nuestro país.
Ese familión en los años ´50 se radicó en San Salvador, donde Barbarita, que ya era maestra, aprendió el arte de la cerámica. “Lo que yo quería era enseñar”, se la escucha decir en el documental Sola en Purmamarca, rodado en 2014, dos años antes de que falleciera.
Mecenas y maestra
“Hoy la bandera de la wiphala es natural, estamos acostumbrados a verla, pero entonces había cierta vergüenza en defender la identidad. Sin embargo, ella eligió radicarse en Purmamarca y empezar a dar un taller gratuito de cerámica. Es más, se hacía llamar ollera”, completa su sobrina.
Asentada en el pueblo, que era por entonces “apenas un caserío”, pudo dedicarse a lo que la cautivaba: trabajar en el arte y la cultura y ser desinteresada mecenas de muchos de sus pares.
“Las mujeres venían a tomar clases a escondidas, pero venían. Después sumó los cursos para niños, cada vez más firme, venciendo prejuicios. Recuerdo haber asistido. Eran talleres muy alegres donde todos cantábamos alrededor del mesón en el que trabajábamos la arcilla. Nos dejaba hacer en cerámica lo que se nos ocurriera, mientras ella pintaba y cantaba coplas. De a poco convirtió la casa en una usina de arte”, cuenta Susana.
Cruz abría las puertas de su hogar para que artistas de todas las disciplinas tuvieran un espacio donde crear. Músicos, artesanos, teatreros, pintores… A cualquiera que quisiera encarar una actividad creativa le sugerían instalarse “en lo de Barbarita”.
“La gente -relata- se quedaba a vivir durante meses, y se ejercía el intercambio cultural. El alojamiento se ofrecía en trueque por algunas obras. Mi tía servía copitas del mistela, que ella misma preparaba, a músicos como Jaime Torres y Ariel Ramírez, al escritor Eduardo Galeano, al cineasta Jorge Prelorán y al recientemente fallecido pianista Miguel Ángel Estrella, entre muchos otros”.
En 1967, Michi Aparicio, un pintor jujeño, y otro artista que había sido escenógrafo de Ingmar Bergman crearon dos obras directamente en una pared de la casa, que todavía se conservan.
“Barbarita era una revolucionaria. A nosotros nos sorprendía verla porque era la única mujer que usaba pantalones”, cuenta el músico Tomás Lipán en el documental, en el que mujeres de distintas disciplinas artísticas (la cerámica, el tejido, el canto) reconocen los dotes de pionera de Cruz. “Bancarse ser mirada, los comentarios de todo el pueblo”; “Le dio a la mujer un lugar que no tenía”; “Era una coya que desde sus raíces hizo conocer al mundo nuestra cultura”; “Supo quién era y supo trascender”; “Además de ser poeta, cantante y ceramista, era una gran pintora”, son algunos de los elogios que se siguen escuchando hasta el día de hoy.
“Yo quería hacer cosas, aprender. Pero sobre todo enseñar, porque acá nadie modelaba en arcilla, ni mi abuela ya lo hacía”, esgrime Barbarita.
En el film se resalta que Cruz “dedicó su vida a revalorizar las tradiciones y a reivindicar el ser coya. Enseñó a pintar y a modelar con arcilla; escribió y cantó numerosas coplas; refugió en su hogar a grandes artistas y siempre se caracterizó por hacer de la libertad su filosofía de vida”. Por estos méritos, en 2005 Unesco la nombró “Tesoro humano vivo”.
Susana define a su tía como una mujer de vanguardia. “Bordaba, pintaba, cantaba, escribía y hacía artesanías en cerámica. Era soltera, fumaba y recibía amigos en su casa sin ningún prejuicio. La mejor enseñanza que nos dejó es el valor de elegir lo que uno realmente quiere ser”, afirma.
En 2016 Bárbara murió, y un año después Susana junto con su marido (Eduardo, ambos licenciados en Turismo) decidieron convertir la casa, en la que hay un original de Juan Carlos Castagnino, en un hotel boutique de cuatro habitaciones.
La posada, restaurada por el arquitecto Carlos Gronda, combina el confort con una identidad real de lo antiguo: allí se desayuna con vajilla de principios del siglo pasado, y las aberturas y los pisos también son originales.
Además, la heredera honra la memoria de Barbarita con un cuarto-taller donde los huéspedes pueden dar rienda suelta a sus ganas de meter las manos en la arcilla, y con una grilla de actividades culturales a lo largo de todo el año.
Cruz publicó dos libros de coplas, y hay varias zambas y cuecas que le rinden homenaje. “No me gustaba mucho el baile,pero siempre desde chica me atrapó el canto… Mucha gente que no conoce cree que la copla es un lamento, que es triste. Y sin embargo cuando uno está cantando, fijate, no te das cuenta pero sentís alegría. Hay distintas coplas: sobre el amor, el trabajo, la muerte, religiosas, politiqueras… Para cada cosa de la vida hay una copla”, respondió en la entrevista que le hicieron para el libro.
En esa ocasión, también contestó con su arte, cantando sus propios versos:
“Aquí está esta ollera
sin saber que va a cantar.
En las manos tiene barro
y en el alma tiene pan.
Pachamama, santa tierra,
esta ofrenda yo te entrego.
Es el calor de tus hijos,
es el rescoldo del fuego.
(...)
Yo no canto por cantar
yo canto porque lo siento
cuando canto por cantar
las coplas, las lleva el viento”.
Lavalle 216, Purmamarca, Jujuy.
Facebook: Casa Barbarita Cruz
IG: @CasaBarbaritaCruz
T: 0388 15-409-5989
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