Armados hasta los dientes, los ángeles arcabuceros son el valioso tesoro que guarda la iglesia de Uquía en el norte jujeño. El templo fue restaurado durante 2020 y las imágenes volvieron a ser expuestas en junio de 2021.
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La iglesia de Uquía, pequeña localidad en la Quebrada de Humahuaca, no es uno de los altos clásicos de la ruta que fue declarada Patrimonio de la Unesco en 2003. Sin embargo, tiene un acervo valiosísimo. Allí están, desde hace 300 años, los ángeles arcabuceros, unas enormes figuras aladas, armadas hasta los dientes y vestidas como aristócratas del siglo XVII. Los cuadros que cubren las paredes de la iglesia de San Francisco de Paula y la Santa Cruz son una representación nada ortodoxa de estas criaturas celestiales que atraen por su carácter casi único.
Muy lejos de la imagen de bondad, inocencia o dulzura, estos ángeles guerreros se encuentran también en Casabindo, muy cerca de allí. Series similares pueden verse en Perú y Bolivia, pero más allá de esos sitios puntuales, estas pinturas parecen tener un carácter singular y originario de esta zona de la América Virreinal.
Ángeles guerreros y americanos
A 120 km de la capital jujeña, un poco más al norte de Tilcara se encuentra el pequeño pueblo de Uquía con su lindísima iglesia recién remozada. Dentro están los ángeles que son 9 y fueron pintados con su nombre al pie para dejar clara la intención del autor.
Los ángeles y arcángeles son los mensajeros de Dios. Originalmente los arcángeles eran siete, la iglesia sólo reconoce tres: Gabriel, Miguel y Rafael. El resto, Uriel, Barachiel, Jehudiel, Sealthiel, proscriptos en el Concilio de Letrán, no pasaron al olvido, llegaron a América a través de diferentes fuentes y fueron representados por artistas locales.
La Compañía de Jesús fue clave en la promoción del culto angélico tanto los canónicos como los apócrifos, como una estrategia para evangelizar a las culturas originarias. En este sentido, los jesuitas de los siglos XVI y XVII, “…expanden las series angélicas con el fin de cristianizar el culto a los astros común a los pueblos andinos, confiados en sustituirlo por el de los ángeles” señala la historiadora Isabel Cruz de Amenábar.
“En la zona andina los ángeles se reprodujeron en imágenes con nombres y atributos iconográficos intercambiados y adaptados, apareciendo a veces en series de ocho, diez o doce ángeles”, afirma Catalina F. Featherston en su investigación Los ángeles con truenos en las manos. Featherston asegura que en los primeros inventarios la serie de Uquía estaba integrada por 10 obras, una se habría perdido.
Guerreros celestiales
Según Ramón Mujica Pinilla, autor de Ángeles Apócrifos de la América virreinal, los ángeles arcabuceros forman parte de la temática de los ángeles combatientes portando banderas, tambores, trompetas, espadas y lanzas, a la manera de una escuadra militar, que se popularizó en la segunda mitad del siglo XVII en el Cusco y en la zona del Titicaca.
Vestidos lujosamente con brocado, camisas de encaje, fajas y cintas de seda, fueron retratados tomando las posturas recomendadas en el manual militar Ejercicio para las armas, de Jacob de Gheyn (1607), donde se señala cómo manejar el arcabuz, un arma de fuego conocida en su época como “trueno de mano”.
El uso de terminología militar en este ámbito no es nuevo: en el Antiguo Testamento, por ejemplo, se habla de las “huestes” angélicas de Yahvé. Mas tarde, los artistas de la Edad Media vistieron a sus ángeles con trajes imperiales y atuendo militar. Sin embargo, la originalidad de estas figuras radica, según Pinilla, en la unión de los símbolos angélicos y el arcabuz con intención evangelizadora.
“En la confrontación de cosmovisiones hispano-andinas, los primeros símbolos sincretizados fueron el arcabuz y la espada asociados con el dios Trueno o dios Rayo – llapa –, a su vez serpiente, poderoso símbolo de la fertilidad”, aseguran Liliana Zito Fontán y Diego Outes Coll, autores de Ángeles Andinos. “La serpiente -agregan– rechazada por Occidente continuó y continúa en el corpus mítico andino, disimulada o encubierta”.
La serie de Uquía es una de la pocas que fue pintada identificando a los ángeles con sus nombres: Gabriel, Rafael, Yeriel, Uriel, Salamiel (Pax Dey), Hosiel, Eliel (Potentia Dey), Oziel (Oblacio Dey) y Oziel (Fortitudo Dey). “De estos nueve lienzos, cinco presentan arcabuces: tres sostienen el arma y dos están cargándola. Los otros cuatro ángeles, si bien no presentan arcabuces, se los puede observar portando otros elementos como un alabarda, un instrumento musical de percusión, una bandera y un escudo” señala Featherston.
¿Quiénes fueron los artistas?
Para los investigadores Iris Gori y Sergio Barbieri, autores del Inventario Patrimonial de Bienes Muebles de Jujuy, en los ocho ángeles arcabuceros de Casabindo se reconocen pautas que los vinculan con la serie de Calamarca, Bolivia. En tanto los nueve de Uquía que se diferencian de los anteriores por la orla de rosas alrededor de las imágenes angélicas, denotan rasgos altoperuanos, probablemente de la escuela cuzqueña.
En cuanto a los modelos que usaron para elaborar cada una de las figuras, Zito Fontán y Outes Coll reconocen la presencia de la escuela flamenca y la influencia de las numerosas pinturas que llegaron a América a partir de fines del siglo XVI, destacándose entre otros, los artistas Martín de Vos y los hermanos Wierix.
¿Cuál fue el centro de producción de estas figuras? “Es un tema que aún no ha sido dilucidado. Se cree que la mayoría procede de Cusco y de la región que rodea el lago Titicaca, si bien no se descarta la presencia de artistas contratados que llegaran a trabajar in situ”, aseguran los mismos investigadores.
Iglesia a nuevo
En junio de este año, tras varios meses de permanecer cerrada, la iglesia de Uquía abrió sus puertas. Durante ese tiempo se realizaron trabajos de consolidación estructural en los muros laterales de este edificio que es Monumento Nacional. Valentina Millón, Directora Provincial de Patrimonio contó a LUGARES que los trabajos consistieron en retirar el revoque exterior e interior y aplicar uno nuevo “La torta de barro se hizo con tecnología tradicional que es muy buena porque permite un intercambio natural entre la humedad exterior e interior y evita la condensación. Además, se agregó una estructura sismorresistente con sistema de drizas”.
Con respecto a los cuadros, que ya habían tenido una restauración importante en la década del 90 cuando estaban en un estado delicado, ahora solo se limpiaron. La tarea a cargo de un equipo experto se realizó en una sala contigua a la nave y se aprovechó para actualizar el registro de su estado.
Otra tarea clave fue la limpieza del retablo, una pieza muy valiosa laminada en oro, que tiene una pintura firmada por Mateo Pizarro, algo muy poco frecuente para la época. Otra novedad es la relocalización y organización de la feria de artesanos fuera de la plaza, pero muy cerca de allí que apunta a mantener el acceso a la iglesia despejado.
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