El proyecto de hacer un restaurante en una casa abandonada de San Telmo permitió descubrir los antiguos desagües de nuestra ciudad, debajo de una casa de estilo pompeyano que data del 1830.
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Cuando en 1985 Jorge Eckstein compró una propiedad abandonada en la calle Defensa 755, en pleno corazón de San Telmo, tenía la intención de hacer un emprendimiento gastronómico. Pero lo que encontró en las excavaciones lo motivó a cambiar de planes porque comprendió el valor histórico del hallazgo. Bajo metros de basura y escombros descubrió una casa de 1830 y, bajo ésta, el sistema de desagües pluviales más antiguos de la ciudad de Buenos Aires: por esa propiedad pasaba el Arroyo Tercero del sur, que marcaba el límite sur de la ciudad fundada por Juan de Garay en 1580. Era uno de los tres arroyos que llevaban las aguas de lluvia de los altos de la ciudad hacia el Río de la Plata, que en ese entonces estaba apenas a unos metros de Defensa, donde hoy está la Avenida Paseo Colón.
Hoy el Zanjón de Granados, que funciona como museo y centro de eventos, está considerada la obra de arqueología privada más importante de Buenos Aires y muestra cómo eran esas antiguas casas de estilo pompeyano de tres patios donde vivía la aristocracia, y el sistema de desagües más antiguo de la ciudad.
Pastelitos de membrillo, aristocracia y un conventillo
Hay varias versiones sobre su nombre. Una que aparece en los registros históricos es que en la esquina de Defensa y Chile había un puente para cruzar el arroyo y allí las hermanas Granados vendían sus pastelitos. La otra es parecida: que Granados era el apellido de dos hermanas que solían vender pastelitos de membrillo en la manzana entre Defensa y Chile, y el zanjón atravesaba la finca donde vivían.
La familia Miguens, aristocráticas de origen español, construyó esta casa de estilo pompeyano, con tres patios: uno de recepción, otro para uso familiar y el último para la servidumbre. Los arqueólogos estimaron que la casa tenía 23 habitaciones, una cocina y dos baños y que data de 1830. Se supone que fue abandonada en 1860 por la epidemia de la fiebre amarilla. Después de 1900, en la planta baja se abrieron varios negocios, entre ellos la vinería Fiorini, y en el primer piso funcionó un conventillo que albergó a unas treinta familias de inmigrantes de bajos recursos. Así, la casa se fue modificando y se adaptó a los nuevos requerimientos de sus habitantes. A mediados de siglo pasado fue abandonada y así estuvo durante décadas, hasta que Jorge Eckstein la compró.
Cada espacio de la casona tenía su propósito. El primer patio estaba destinado a recibir invitados y huéspedes, y para hacer las tertulias. La familia dormía en el primer piso con vista al segundo patio, donde estaba el comedor. El tercer patio era para los sirvientes, esclavos, el carruaje, las letrinas y la cocina. Aún se conservan algunos techos originales de quebracho, pisos de adobe y barro, aljibes y enormes cisternas que funcionaban como depósito subterráneo donde se recogía y contenía el agua de lluvia. Con azulejos franceses en su interior, la familia tenía tres tortugas marinas viviendo en cada cisterna, para oxigenar y purificar el agua que utilizaban para cocinar y bañarse. Los hallazgos arqueológicos incluyen utensilios, recipientes, botellas de vidrio, cepillos de dientes, peinetas, muñecas africanas de los esclavos y restos de construcciones de 1700, 1740 y 1830. Además, entre el segundo y tercer patio hay un mirador que servía para demostrar el estatus socioeconómico y se utilizaba para mirar al río.
Túneles, desagües y fantasmas
En las excavaciones, y gracias a derrumbes, descubrieron arcos construidos a principios de 1700, cuando el nivel del piso era más bajo. Eso hace creer que existía una casa anterior a la de la familia Miguens. Pero además encontraron algo que no esperaban: túneles de más de tres metros de alto y paredes de ladrillo erosionadas por el agua. Eran desagües pluviales construidos debajo de la casona para contener la corriente del agua de las torrenciales lluvias que inundaban la ciudad. Cada familia se ocupaba de la construcción de su tramo de desagüe debajo de su lote, conformando así uno de los primeros sistemas hidráulicos porteños.
El arroyo que drenaba el agua ya no existe porque luego de las epidemias fueron desviados. Además, en 1892 el gobierno instaló la red de agua corriente, y los túneles quedaron secos y sin propósito. Algunas familias los utilizaron como sótanos, pero la mayoría, como los Miguens, los rellenaron y se olvidaron de ellos.
Las corrientes de agua que recorrían estos túneles provenían de dos fuentes: el ramal Este que estaba donde hoy es la estación Constitución, y el ramal Oeste, en la Avenida 9 de Julio. Casualmente, ambos confluían en la calle Defensa debajo de la casa de los Miguens. Esta unión provocaba un zanjón de agua que desembocaba en el río que estaba apenas a unos metros de la casa, sobre Paseo Colón.
Hoy es posible recorrer esos pasadizos que son verdaderas joyas de la infraestructura porteña. Según relata la guía Eugenia del Río, se dice que en los desagües hay fantasmas y que todavía hoy algunos visitantes perciben ruidos o se les erizan los pelos de la nuca cuando recorren el lugar. Y que había vecinos que esperaban ese descubrimiento. Del Río contó que Don Anselmo, un vecino de 84 años que vio movimientos en la zona cuando comenzaban las excavaciones y se enteró del hallazgo, exclamó contento “¡Al fin los encontraron!”. Había vivido en un conventillo cercano y solía jugar y esconderse con sus amigos en esos antiguos desagües que creyó perdidos.
Hay visitas guiadas todos los días entre las 11 y las 17 horas, en defensa 755. Para más información www.elzanjon.com.ar
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