La primera construcción de estilo italiano es de 1890, pero fue modificada en 1930 y también le cambiaron el estilo al francés, más acorde con la época. Desde hace años funciona una fundación y un museo en el que hay exposiciones y conciertos.
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El Museo de la Fundación Rómulo Raggio está en lo alto de la barranca de Vicente López, sobre la calle Gaspar Campos. Entrar al predio es como trasladarse al Buenos Aires de principios del 1900. En el medio del lote se destaca un imponente palacio renacentista cuyo casco original data de finales del 1800. Lorenzo Raggio alquiló la casa durante un tiempo para utilizarla especialmente los fines de semana y en los veranos, y terminó comprándola unos años después.
En 1930 la reformaron, agregándole tantos detalles de estilo francés que le cambiaron el estilo italiano predominante. Hoy la Fundación está en manos de Mario Raggio, su mujer Alejandra Krusemann y su hijo Nicolás, que continúan el legado de tres generaciones Raggio, Lorenzo, Rómulo y Miguel. Todos los meses hay exposiciones, muestras, conciertos y talleres, para todos los gustos.
De casa familiar a museo
El loteo de la propiedad proviene de una división de parcelas que realizó Juan Bautista Segismundo en la época colonial, en las afueras de la ciudad de Buenos Aires. Gregorio Esperón, descendiente de Segismundo y sobrino nieto de Alejandro Vicente López y Planes, fue el primer dueño y quien construyó el palacio en 1890, que era bastante más pequeño porque apenas tenía el frente y dos salas. Pudo disfrutarlo durante muy poco tiempo porque falleció al año siguiente.
La propiedad fue alquilada por Lorenzo Raggio, un empresario de ascendencia italiana que la utilizó como casa de verano y residencia para toda su familia. Terminó comprándola en 1913. Raggio murió unos años después y su primogénito, Rómulo, heredó el palacio y vivió allí hasta el final de sus días. Reconocido por su apoyo a la ciencia y al arte, fue él quien reformó la casa, dándole un estilo francés, más acorde a la moda de ese entonces. Y lo hizo junto a su hermano menor Andrés, que era ingeniero civil.
En la década del ‘60, tras el fallecimiento de Rómulo, su hijo Miguel se mudó a la casona y creó la Fundación Rómulo Raggio, dedicada en ese entonces a la investigación botánica. El 30 de agosto de 1983 decidió cambiar el rumbo y pasó de un enfoque botánico a un museo de arte que dirigió hasta su muerte, en el 2007. A partir de entonces, su hijo Mario se hizo cargo del legado familiar.
El palacio tiene 900 metros cuadrados cubiertos, seis habitaciones convertidas en salas de exposiciones, y un salón circular con ventanas de vitrales ovalados y un piano de cola junto a un hogar de piedra, y la cúpula representa una escena mítica y fue pintada por Marcel Jambon, el artista francés que también pintó la cúpula del Teatro Colón. Allí se llevan a cabo los conciertos de cámara.
La entrada original era por la parte de atrás y tenía una gran escalinata de mármol blanco que hoy ya no existe; fue una de las reformas de la casa. El salón de música era un enorme patio interno y también el otro salón que hoy ostenta imponentes columnas de mármol verde. Además, la casa tiene un sótano y una terraza. Lo único que no se utiliza es el gran comedor, con su larga mesas y sillas que pueden verse a través de la puerta vidriada. Este importante centro cultural tiene todavía algunas puertas de madera, pisos, techos, ventanas, marcos, vitrales, tulipas y llaves de luz originales, en excelente estado de conservación. En la entrada de la casa, las iniciales RR se lucen en una reja alta de hierro forjado, y son el símbolo de la familia genovesa Raggio.
El predio era originalmente de 5.600 metros cuadrados, marcados por las calles Melo, Güemes y Gaspar Campos, pero hoy quedan un poco más de 3.000, porque el resto fue vendido hace ya algunos años. El enorme jardín que rodea la casona también exhibe una colección de obras de arte de todos los tiempos, donadas por diferentes artistas amigos de la familia. También se pueden apreciar tipas, jacarandás y cedros, algunos de los cuales tienen más de 100 años.
Conciertos de cámara y exposiciones
Recorrer el Palacio Lorenzo Raggio, como también se lo conoce, es transportarse a principios del siglo pasado. “Mi padre, Miguel, falleció en el 2007 y desde entonces me hago cargo, con la invalorable ayuda de mi mujer y mi hijo, y la curadora Mónica Levi. La programación de los conciertos es de la violinista Haydée Seibert Francia, de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. El primer Raggio en llegar a Argentina fue el genovés Andrés, a principios del 1800. Su hijo Lorenzo, mi bisabuelo, hizo fortuna en el rubro inmobiliario, y fue quien adquirió el palacio como casa de fin de semana para su familia. Luego la propiedad pasó a su hijo mayor, Rómulo, mi abuelo, quien modificó la estructura renacentista italiana original para convertirla al estilo francés. En 1929 fundó el Mercado de Títulos y Cambios (hoy Mercado de Valores) de la bolsa de comercio de Buenos Aires y desarrolló la actividad agropecuaria. Fue un amante de la música, en especial de la ópera, y aficionado al dibujo y a la pintura. Y fue muy amigo de Marcelo T de Alvear y su esposa Regina Pacini, que era cantante de ópera. Luego de la muerte de Rómulo, mi padre creó la Fundación Rómulo Raggio, en el año 1961 y con el objetivo de promover las ciencias y el arte. En sus comienzos la casa alojó laboratorios de investigación en botánica, y el 30 de agosto de 1983 se inauguró el Museo de Arte de la Fundación Rómulo Raggio”, detalla el director general de la fundación, durante una recorrida en este palacio declarado de interés municipal.
En los ‘80, con el nuevo enfoque, se hicieron reformas en el edificio y se incorporaron dependencias en el sótano y la planta alta, donde funcionan talleres de distintas áreas artísticas. “Mi padre dedicó sus últimos 25 años de vida a este espacio. Además de ingeniero agrónomo era un artista frustrado, un pintor y escultor ocasional con pasión por el arte, un espíritu libre. Quería darle a la Argentina un refugio para el espíritu, la ciencia, el arte y la cultura. Cuando murió asumí la carga para que no se echara a perder todo su trabajo”, relata Mario. “Nosotros no somos artistas, somos contadores, y nuestra inclinación se limita al disfrute del arte. Es un sacrificio mantener el palacio, pero es un legado que tenemos que continuar y lo hacemos con gusto”, explica Alejandra Krusemann.
“El otro atractivo son los conciertos. Hay pocos de cámara en la ciudad de Buenos Aires y es el único lugar en zona norte. A la gente le encanta la experiencia, el ambiente es muy lindo y la acústica es inmejorable por las dimensiones de la sala. Queremos fomentar a los artistas locales. Muchos son de la Filarmónica o la Sinfónica, y todos pertenecen a orquestas argentinas. Lo mismo sucede con las muestras de arte. Los artistas plásticos extranjeros que participan son gente que vive en el país, no nos envían obras desde afuera. Es un espacio para que los artistas nuevos tengan un lugar para darse a conocer”, dice.
El museo cuenta con un valioso patrimonio de obras de arte argentino de los siglos XX y XXI. Se realizan exposiciones de artistas plásticos y visuales contemporáneos, conciertos, recitales, conferencias, seminarios y presentaciones de libros. En sus 40 años de trayectoria, se ha convertido en referente de la actividad cultural de Vicente López.
Datos útiles
Gaspar Campos 861. Se puede visitar de lunes a viernes, de 13 a 17. Consultar agenda cultural y ciclos de música de cámara en la web del museo.
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