El refugio de montaña consta de cuatro domos de lujo en Trevelin y fue creado por una familia de Buenos Aires que eligió vivir mirando a la cordillera.
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“Es el paraíso”. Al menos, para Natalia De Cesare y Walter Pascaretta: Trevelin ya es su lugar en el mundo. Vinieron de paseo, justo cuando terminó la pandemia y cuatro meses después se mudaron. Armaron su casa y un emprendimiento. Este octubre inauguraron un glamping: el más cercano al campo de tulipanes.
La vista desde el lugar es idílica; la cordillera nevada, el telón de fondo. Lo rodea un campo verde ondulado, donde pastan las ovejas, salpicado por granjas donde corren arroyos.
El canto de los pájaros es el único sonido. Hay varios tonos para oídos afilados: bandurrias, teros, pájaros carpinteros y chucaos conviven junto a picaflores, zorzales y búhos. Los amaneceres son rosas. Y las noches son iluminadas por cientos de estrellas.
Natalia (50) es profesora de italiano y Walter (62) es constructor. Ella nació en Avellaneda, el en Almirante Brown. Pero dejaron Buenos Aires en 2021.
Buscaron un cambio radical, luego de la pandemia. Viajaron a Chubut cuando se abrió el paso vehicular a visitar a la mamá de Walter, que vive en Esquel. Y llegaron a Trevelin, en busca de nieve.
Fueron a Sierra Colorada, un pequeño centro de juegos de invierno, donde es posible andar en trineo. Ascendieron por la subida de Miguens, maravillados por la vista del inmenso cañadón. Comieron en La Casita de Lala y, al bajar por la ruta 17, vieron un cartel de venta en una esquina amplia, que los atrajo de inmediato.
“Abrí la tranquera y cuando vi las montañas alrededor pensé: este es el paraíso. Este es nuestro lugar”, sostiene Natalia. Llamaron a la inmobiliaria que vendía el lote y casualmente era la misma que tenía en venta una propiedad de Walter en Esquel. Hicieron las dos operaciones, casi en simultáneo.
Después de señar el lote en agosto, en octubre vinieron a firmar la escritura y alquilaron una casa para vivir. En noviembre estuvieron instalados.
“Estaba destinado a ser nuestro lugar. En menos de cuatro meses estábamos instalados acá. Nadie nos creía que nos íbamos a vivir al sur”, sostiene la profesora de italiano.
Una vez instalados, comenzaron con el proyecto de armar un hospedaje de lujo al que llamaron Nawal Glamping. Los cuatro domos, la pileta climatizada y el fogón tienen una vista casi inmersiva en el cordón llamado Trono de Nubes, prominentes montañas de la Cordillera de los Andes. A los costados sólo se ven campos de álamos y cerca hay una laguna con flamencos rosados.
Walter nunca dudó del cambio radical de vida, a sus sesenta años: “Trevelin tiene una calidad humana única dentro del entorno tan maravilloso. Hay comunidad”, sostiene. “Ver acá cada estación en el valle es único: la nieve, el valle verde, los álamos amarillos en otoño. Es de película”, afirma aún atónito el anfitrión.
“No importa si hay nieve o lluvia. En este pueblo siempre hay más tiempo que en la ciudad- sostiene Natalia- El tiempo es lento acá, nos sentimos humanos”, afirma la profesora de italiano.
La calidad de vida que ganó el matrimonio fue tan notable, que atrajo a uno de los hijos de Natalia, que vivía en Estados Unidos. Leandro Hernández dejó Miami para venir a instalarse a Trevelin y hacerse cargo de los cuatros domos.
“Acá la gente hace huerta, se conecta con la naturaleza. Los niños en lugar de estar con el celular juegan en las plazas”, expresa Leandro, que no cambia ninguna ciudad norteamericana por este paraje perdido de Chubut. “Si necesitas algo, todos te ayudan”, sostiene Micaela Acosta, mujer de Leandro. Y madre de un bebé en camino que llegará para ampliar la familia.
“Desde que arrancamos siempre encontramos apoyo”, sostienen. “La comunidad galesa nos adoptó, en particular en el club de arquería nos incorporaron. Pero también tuvimos apoyo del intendente y del secretario de turismo desde el primer momento. Todos vinieron cuando abrimos las puertas”, se emocionan.
Los domos están hechos de madera, durlock y PVC. Tienen todas las comodidades de un hotel de lujo. Desde televisor 55′ hasta un asistente virtual, Alexa. Hay baño en cada domo, con agua caliente, radio y sanitarios completos. Hay aire acondicionado para verano y losa radiante para invierno. Toda la energía que se consume se produce con paneles solares.
“No solos nos cuidamos los vecinos. También cuidamos a la fauna y la flora: vienen los loros, los flamencos, los teros, las codornices, las libres, las bandurrias, el Martín pescador. Hay hasta choiques “, enumeran.
La pareja ofrece cada día una salida única: a los que se quedan una noche los llevan al campo de tulipanes (en este momento, uno de los hits es un baño de sonidos, con cuencos de cuarzo en dicho campo). A los que se quedan dos noches, al Molino Harinero y Viñas. Y a los que se quedan más noches se les ofrecen distintos paseos, pero la idea es siempre que puedan explorar las atracciones de este bello valle con base en un alojamiento fuera de lo común.
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