Cortázar, Discépolo, Marechal, Darín, Vicentico, Piti Fernández y Wos tienen algo en común: todos estudiaron en el Normal Superior en Lenguas Vivas N°2 Mariano Acosta. El 16 de junio celebrará su 150° aniversario.
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“Junto a ellos, quiere ver a la generación que se lanza hacia el porvenir con el optimismo a flor de labios. Y quiere tener junto a sí a esos niños que ven en la vida un sueño maravilloso, y ríen siempre, como si fuesen flores abiertas”, dijo el estudiante Julio Cortázar de 7° año en su discurso en 1935. Fue la celebración del 61° aniversario de su colegio en Balvanera. Él tenía 19 años.
Hoy es un barrio rico en edificaciones antiguas representativas del art nouveau o art decó con mucha historia (como la Casa Calise, la Torre Saint, la Casa de los Pavos Reales...). Aquí se levanta un Monumento Histórico Nacional y Sitio de Interés Cultural de la Ciudad de Buenos Aires, el admirable palacio de la Escuela Normal Superior en Lenguas Vivas N°2 Mariano Acosta.
Empezó su actividad el 16 de junio de 1874 con el nombre de Escuela Normal de Varones, fruto de un decreto del gobernador provincial Mariano Acosta (luego vicepresidente de Nicolás Avellaneda). Fue, además, quien elaboró el reglamento y aprobó el plan de estudios. La primera sede fue una enorme propiedad en Potosí (hoy Alsina) y Balcarce, conocida como Casa de Cambaceres.
En 1881, cuando se creó la carrera específica, pasó a ser Escuela Normal de Profesores. Cuatro años después, la mudaron a la calle Estados Unidos, barriada “de humilde prosapia, junto a lugares habitados por gente de color, asiento de candomberos, criollos e inmigrantes hacinados en casa de la vecindad”, según describió el historiador José Carlos Astolfi.
Finalmente, el 31 de enero de 1889 se inauguró el edificio señorial de media manzana entre Urquiza (antes calle Caridad), Moreno y 24 de Noviembre, construido sobre un terreno no muy firme y fangoso, con su calle empedrada y las vías del tranvía. “El barrio se caracterizaba por la abundancia de barracas y corralones de acopio y depósito de lanas, cueros, astas…”, asegura el texto de un alumno de entonces. Lo cual pinta que la Escuela era un lujo para el entorno.
“He tenido en cuenta los últimos adelantos de la ciencia relativos a esta clase de construcciones”, afirmó el ingeniero y arquitecto italiano Francesco Tamburini, autor también de significativas obras como el proyecto original del Teatro Colón, la reforma de la Casa Rosada y el Teatro Rivera Indarte de Córdoba, entre muchas otras.
Otras fechas institucionales decisivas: en 1924 el presidente Marcelo T. de Alvear –también ex alumno– impuso el nombre de Mariano Acosta al profesorado; en 1986 asumió la primera rectora, Armenia Euredjian, quien abrió gradualmente el cursado para mujeres en primaria y secundaria; y en 2015 comenzó el nivel inicial (preescolar), que dirige Mariela Cozza.
Un apasionado quinteto de acostenses
Cinco de los directivos (todos ex alumnos) recibieron a LUGARES: Marcelo Carpintero (rector), Julio Pasquarelli (vicerrector), Federico Maloberti (terciaria), Hernán Amato (media) y Gustavo Kopplin (primaria).
La charla fue en el rectorado, donde surgió la primera anécdota. “En este espacio hace 130 años vivía el director Adolfo van Gelderen y algunos de sus muebles aún son utilizados o expuestos, como el pórtico de caoba, el perchero, la biblioteca y el escritorio”, comentaron resaltando aspectos pintorescos de ese pasado singular.
El equipo compartió el devenir pedagógico desde sus orígenes. “En aquella época la mayoría de los alumnos eran hijos de trabajadores con oficios, como carpinteros o herreros y el propósito era formar maestros, ya que quienes querían seguir en una universidad estudiaban en el Nacional Buenos Aires o el Carlos Pellegrini”, dijeron.
Consultados por el gentilicio “acostense” brotó la pasión. Sintéticamente: “Hay una mística de fraternidad y pertenencia nacida de iniciativas que muestran que es un ámbito potente para desplegar emprendimientos creativos extra curriculares. Es mucho más que dar clases cada día, tenemos acciones convocantes que entrecruzan a estudiantes de distintas edades y las familias”.
Resaltaron que “se proponen espacios que interpelen y enriquezcan a la comunidad educativa. Hay proyectos asociados a investigaciones pedagógicas o estadísticas, pero también sobre el museo, el Espacio de Memoria o emprendimientos artísticos o sobre redes sociales”. Destacaron además los viajes dentro del país e incluso a Europa, una vez al año, con estudiantes que lo puedan costear.
“Por supuesto, el mérito está sustentado por el plantel docente y no docente que siempre le ponen el cuerpo, la capacidad y el talento a los proyectos y emprendimientos que fortalezcan y contribuyan al crecimiento y prestigio del Mariano Acosta”, recalcó el rector acostense.
En el transcurso del recorrido por las instalaciones, la calidez de los anfitriones fue manifiesta al ver las actitudes con el alumnado y viceversa. Se percibe un ambiente de trabajo, bienestar, simpatía y libertad. Así se instruyen 2.100 alumnos de los niveles inicial, primario, secundario y terciario.
La visita guiada por el Monumento Histórico
Tras ingresar por el portón de Urquiza 277 y las elegantes rejas de hierro asentadas sobre un zócalo, en el umbral se honra a su primer director, el holandés Van Gelderen. En tanto que los jardines a la calle con ejemplares de pino y palo borracho dan lugar a un frente típico del academicismo italiano con columnas toscanas, arcadas y escalones de mármol. Estos dan paso a una galería abierta y luego a un hall distribuidor para acceder a un corredor central, aulas en dos plantas y dos patios de recreo.
Todo con sentido simétrico e iluminación cenital vidriada, con circulaciones perimetrales sustentadas con columnas de hierro fundido traídas de Irlanda e Inglaterra. Posteriores ampliaciones mantuvieron las características constructivas. Pisos de baldosas, herrajes, escaleras de mármol, elegantes luminarias y vitrales son de singular belleza. Sin embargo, quizás como contraste estilístico para no ser escenográfico, un edificio agregado sobre Moreno se diferenció diametralmente del lenguaje arquitectónico. Lógico: algunos lo aprueban y otros no.
El aula magna aún conserva algunas butacas originales a modo de museo, en tanto que el cielorraso maravilla una agraciada pintura del exquisito artista italiano Nazareno Orlandi, graduado en Florencia, quien vino a la Argentina a instancias de Tamburini y entre cuyas obras conocidas están las realizadas en El Ateneo Grand Splendid, el Circolo Italiano, el ex edificio del diario La Prensa y el Teatro Colón.
Biblioteca, Espacios de Memoria, museo, patio de educación física, gimnasio, aula de idiomas, sala de música, laboratorio y rectoría forman parte de los ámbitos de aprendizaje, además de tener sala de profesores, áreas de cocina, comedor, mantenimiento, limpieza y baños. Un plus: al caer la tarde, las aulas son ocupadas por el Instituto de Enseñanza Superior N°2, donde se dictan cuatro profesorados: física, lengua y literatura, educación tecnológica y matemática.
Por otra parte, desde hace 45 años encaran un excepcional proyecto de fraternidad e intercambio cultural con escuelas de Huaco y Malimán, en San Juan. “Al principio se dio un criterio de asistencialismo, pero en el presente se fomenta el intercambio de conocimientos. Para ello, durante el año, alumnos y docentes hacen campañas para recolectar alimentos no perecederos, medicamentos e indumentaria. Y en noviembre, una cuarentena de jóvenes y docentes viajamos a la provincia. Con la ayuda de Gendarmería se distribuyen las donaciones en cada escuela, a la par de que se comparten actividades deportivas, culturales y agrotécnicas”, explicaron.
Ahora se avecina el acontecimiento de la celebración de los 150 años de historia. Tendrá su acto oficial el 18 de junio, aunque el sábado previo el programa incluye La Noche del Mariano Acosta con muestras de todos los niveles con exposiciones artísticas, como canto, baile, teatro y plástica.
Antes de ser reconocidos o famosos
Entre la larga lista de ex-alumnos con notoriedad cultural están Enrique Santos Discépolo, Leopoldo Marechal, José Luis Romero, Juan José Sebreli, Pío Collivadino, Manuel Sadovsky, Fermín Estrella Gutiérrez, Ricardo Darín, Vicentico, Piti Fernández y Wos.
Y también el más célebre: Julio Cortázar, quien iba desde su casa en Banfield hasta la Escuela para ser maestro y profesor de letras. Genio y figura, dirigió como alumno la revista interna Addenda, que editaba el centro de estudiantes y donde se trataban asuntos sobre pedagogía, pintura, música, literatura... Ejemplares que se guardan celosamente en el área de Espacios de Memoria o en el Museo, que dirige el doctor en historia Pablo Pineau.
“Y el maestro y el estudiante y el hombre múltiple han llegado a la convicción de que no es posible vivir fuera de la realidad, sino luchar para que esa realidad se haga digna de ser vivida por los hombres”, expresó en su disertación frente a alumnos, docentes y familias hace casi 90 años.
Ya consagrado internacionalmente le dedicó su cuento La escuela de noche, cuya trama ficcional cuenta sobre dos estudiantes que ingresan a las aulas vacías en medio de la oscuridad y viven una experiencia sorprendente reñida con la moral. Aventura que resulta una metáfora sobre las ideas fascistas. “La escuela no era tan normal como pretendía su nombre”, sentencia. Con los años, el novelista tuvo una actitud crítica respecto de la educación de entonces.
Casi un epílogo: en 1983 el escritor visitó de noche la escuela, quizás rememorando su relato. Lo hizo en forma anónima. Murió en París dos meses después. En el piso de la explanada, un juego de rayuela hecho de mármol de Carrara, lo homenajea desde 2014, cuando se cumplió medio siglo de la edición del homónimo famoso libro del escritor “acostense”.
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