Fue una de las primeras propiedades de dos plantas de la localidad y tuvo varios usos antes de convertirse en una casa de huéspedes.
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Esperanza es una pujante localidad santafesina, con su casco pintoresco, fachadas señoriales, calles limpias, la bellísima basílica en la plaza principal con sus jacarandás, glorietas con glicinas, fuentes y bancos para tomar unos mates y llevar a los chicos a jugar.
Ubicada a sólo 30 minutos de la capital, allí nació Leandro Portmann, ex tenista profesional que, con la pandemia, volvió de Europa para pasar la cuarentena en su casa familiar y nunca pensó que su vida laboral tomaría otro rumbo.
Leo (como le dicen sus allegados) tiene 30 años. Se mueve por Esperanza con una van vintage color verde. El ritmo apaciguado del pueblo lo reconforta. Suele recibir a los huéspedes mate en mano con el termo bajo el brazo.
A los 14 años se fue a vivir solo a Rosario para entrenar en una academia doble turno. Cursaba el colegio secundario online y, cuando los torneos se lo permitían, volvía a Esperanza a visitar a los suyos. “Comencé a hacer tenis a los 4 años”, cuenta. “A los 12 fuimos campeones sudamericanos por equipos y a los 14 terminé en el quinto puesto en Sudamérica, lo que me permitió ir de gira por seis semanas a Europa. Ese viaje fue determinante para tomar la decisión de que Rosario era el lugar para seguir entrenando y seguir en el circuito profesional”.
El tenista esperancino hizo una carrera maratónica. A los 17 años logró su primer punto ATP, lo que lo hizo ingresar en el ranking mundial. Luego llegaron los viajes por todo el mundo participando de competencias (llegó al 837 en single, 377 en dobles del ranking mundial), hasta que a los 21 decidió frenar. “El tenis es un deporte muy duro para los sudamericanos; la parte económica te va desmotivando; se hace todo muy cuesta arriba cuando el único sostén es el de tu familia” asegura el tenista, quien lamenta la ausencia de sponsors en la disciplina deportiva.
Su fuerza emprendedora lo llevó a idear un plan: armar un calendario de torneos en Francia y Suiza donde los premios son muy buenos y así generar un rédito económico en pocos meses. “Esto me llevó a conectarme con clubes que me contrataron para jugar torneos durante los meses de verano, jugando seis temporadas en Francia y tres en Alemania”, y agrega: “gracias a estos interclubes me pude conectar con una academia en Alemania donde estuve trabajando de 2018 hasta fines de 2023″.
Una propiedad centenaria
Para aquellos que disfrutan caminar por la ciudad y admirar pequeños detalles de otros tiempos, no se les debe haber pasado por alto una de las esquinas de Avenida Córdoba y Sarmiento. En la fachada sobre el ingreso principal aún puede leerse: “Zapatería Alemana de Federico Kraus, 1890-1915″. Kraus fue un alemán que, a fines de siglo XIX, migró hacia Argentina en búsqueda de un futuro. De profesión zapatero, levantó el edificio de Sarmiento y Avenida Córdoba.
El proyecto contemplaba un negocio en la planta baja y la vivienda en la planta alta. Años después, la Zapatería Alemana pasó a otras manos y la planta alta la adquierió la abuela de Leandro para capitalizar sus ahorros. Durante 15 años, la propiedad estuvo funcionando como centro universitario de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la ciudad. Luego, oficinas del restaurante Los Iriondo que funcionaron hasta que se desató la pandemia. “Justo coincidió con mi llegada a la Argentina”, cuenta Leo. “Antes de que cerraron los aeropuertos, volé desde Alemania para hacer cuarentena con mi familia; pero el aislamiento se extendió y me quedé en Esperanza más de lo que había planeado”. Fue en ese momento en que a Leo se le ocurrió hacer una puesta en valor de la propiedad de su abuela y proyectar un servicio hotelero.
Casa compartida en Esperanza
Dia 32 no es un hotel tradicional, ni tampoco un hostel. “Es una Guest House porque nosotros brindamos habitaciones y baños totalmente privados, con el living y la cocina comedor como ambientes comunes compartidos”, aclara Leo.
El proyecto llegó para satisfacer las necesidades de una localidad con una infraestructura hotelera básica. Frente a la plaza principal del pueblo, una antigua construcción en una planta alta reciclada, con tres habitaciones amplias con balcones y vista a la calle y a la plaza principal, confortables, pisos de pinotea restaurados y puertas originales de la casa, escritorio, sillón, detalles de buen gusto y ropa blanca de calidad. Hay baño privado nuevo para cada unidad (fuera de la habitación), un pequeño living con libros, una cocina espaciosa con una mesa comunal para compartir desayunos, comidas y también para trabajar.
Todo muy bien pensado, respetando la fachada original y en su interior una delicada combinación de lo antiguo con lo moderno, acorde a los estándares actuales.
“La idea de la Guest House está inspirada en tantísimos lugares que visité, donde la hospitalidad está a la orden del día, con gente que hace una conexión distinta a la de los hoteles de lujo” revela el joven, quien se encontró con la posibilidad de restaurar la propiedad. “Si no la arreglo yo, quién más?’, pensé. Mi abuela ya estaba desligada de toda operación inmobiliaria y mi papá con mis hermanos cada uno con su actividad. Así que saqué lápiz y papel y fui ideando este proyecto”.
Era mayo 2020, plena pandemia. Leo comenzó un plan de remodelación de dos años. “Nadie sabía qué iba a pasar, pero decidí invertir tiempo y ahorros en un proyecto como dice su nombre: un “día 32″, un día que no existía y era totalmente impensado”. Para Leo fue crucial el apoyo de su hermano (dueño de Los Iriondo), su novia de entonces, y su cuñado arquitecto David Jaliff con “un gran respeto por lo antiguo y el reciclado de materiales, de modo que me ayudó a contactarme con personas y profesionales del rubro”.
Leo habla de Día 32 como su gran trofeo. “Para mí, entrar aquí todos los días es viajar a esos días de pandemia, y recordar el estado en que estaba la casa; me pasaba 24/7 organizando todo, coordinando con trabajadores, buscando materiales, haciendo limpieza, manteniendo el orden. Eran días de 48 horas, interminables”, evoca. “Los que vieron cómo estaba esta casa no pueden creerlo; y eso es muy gratificante. La propiedad cobró vida y tomó color”, se enorgullece.
Día 32 tiene sólo un par de años (se inauguró el 22 de febrero de 2022). “Para los que creen que el 22 es el número del loco, la locura vivida en el viaje de Dia 32 fue total” desliza el joven, quien se siente dichoso con este nuevo rumbo. “Me encanta esta vida, conocer gente todo el tiempo; compartir un espacio en el que trabajé incansablemente, estar en los detalles y hacer sentir a los huéspedes esa sensación de estar en su propia casa. Por muchos años tuve una rutina muy estricta en Alemania, y ahora disfruto de disponer de mi propia agenda y mis horarios”.
El espíritu emprendedor de Leo no para. Ya está trabajando en un nuevo proyecto hotelero en Esperanza. “A sólo 3 cuadras de Día 32 estoy restaurando una antigua casa. Todavía no sé cuál será el destino final, quizás termine como anexo a esta Guest House o sea mi propia casa. Lo que tengo en claro es que disfruto mucho de este nuevo trabajo, impensado hace un tiempo atrás”, concluye.
Día32. Sarmiento 2109, Esperanza (Santa Fe). T: +54 9 3496 41-6168 IG: @dia.treintaydos Desde $45.000 la doble.
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