El reconocido director de arte, ganador de un Oscar en 1995, apostó con Sebastián Sabas por un emprendimiento en San Javier. Su encuentro con el Príncipe Carlos y la película que dirigirá con Geraldine Chaplin.
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“Hay que crear otro mundo”, dice Eugenio Zanetti, director de arte y artista, mientras conversamos sobre el guión de la película que pronto empezará a filmar y que transcurrirá en parte aquí, en Estancia de La Cruz, su casa-hostería en Traslasierra. Ese mundo creado a medida está en este rincón de las sierras cordobesas en el que, como si se tratara de una gigantesca escenografía, conviven objetos rescatados de escenarios de película en distintos lugares del mundo: un sari nupcial de la India, las filigranas de un incensario oriental, la escultura de una mujer pintada en azul Klein entre el verde del jardín.
Hace tiempo que Eugenio con su socio, el arquitecto y ambientador Sebastián Sabas, se instalaron en este rincón de San Javier, donde construyeron la casa a la que fueron agregando habitaciones con detalles de películas, antigüedades y objetos de arte. La casa creció tanto que decidieron convertirla en una sofisticada hostería en la que reciben con calidez a sus huéspedes: “Una pareja llegó de noche, habían tenido un accidente con el auto, estaban aterrados, llegaron y se fueron a dormir. Cuando se levantaron, él dice: cuando me desperté esta mañana pensé que había muerto y que estaba en el paraíso”, cuenta Sebastián entre risas.
Algo de eso hay en el estudio en el que nos recibe Eugenio, custodiado por puertas de siete metros de altura que invitan a ingresar en su mundo: “Los portales los diseñé para la película The Haunting y los mandé a hacer a artesanos marroquíes que me dijeron que solo habían hecho de este tamaño para el Palacio de Verano”, cuenta.
Nacido en Córdoba, Zanetti comenzó desde muy joven su carrera internacional como diseñador de arte en producciones cinematográficas que lo llevaron a distintos lugares del mundo. Trabajó con Pier Paolo Pasolini en el film Medea, vivió en París y se instaló en Los Angeles, donde trabajó durante décadas en arte de películas como Línea Mortal, El último gran héroe, Más allá de los sueños (nominado al Oscar por su trabajo), The Haunting, Promised Land, Zapata y Encontrarás dragones, entre muchas otras.
En un rincón de su estudio, debajo de una campana sanguchera, brilla el Oscar que ganó en 1995 al mejor diseño de producción y dirección de arte por la película Restauración. Lejos de toda solemnidad, Eugenio se ríe cuando cuenta que esa campana de vidrio es el mejor lugar que encontró para atesorar el premio.
Más allá de su conocida carrera cinematográfica, Zanetti diseña escenarios para ópera y teatro, escribe guiones y ha dirigido la película Amapola, estrenada en 2014. Pero si hay una vocación que sostuvo durante toda su vida, es la de la pintura. Nos sentamos en un sillón en medio de su estudio, mientras Eugenio va pasando las páginas de un libro que recopila la obra que realizó a lo largo de su vida. El título es sugestivo: “Known Unknown” (Conocido desconocido) porque, aunque es mucho lo que se habló de su carrera en Hollywood, es poco lo que se sabe sobre su pintura, una disciplina en la que trabaja sin descanso desde que era adolescente. “Vengo haciendo una exposición por año desde 1964 y la gente todavía me pregunta si soy pintor, porque me asocian con el cine. No es grave, pero no conocen que pinto desde siempre”
- ¿Te definís como pintor, cineasta, régisseur?
- En realidad yo no me defino como nada. La pintura es un hilo en mi vida, el cine tiene un atractivo muy grande y también la ópera. La ópera es tan completa: la música, la acción dramática, lo visual, es fabuloso. Es matar o morir, hay mucha neurosis, mucha locura, mucho genio y tenés que navegar con los imprevistos. Es todo en vivo, salís al toro, a diferencia el cine.
En los últimos años Zanetti realizó la puesta de varias óperas en el Teatro Colón, como los Cuentos de Hoffmann, de Jacques Offenbach, Fidelio, con música de Beethoven y Don Carlo, de Verdi, por la que recibió el premio ACE a la mejor puesta en 2014. El año pasado se encargó de poner en escena La flauta mágica, de Mozart, en el Teatro del Bicentenario de San Juan:
- En esa obra también trabajé en la traducción, porque tiene que ser coloquial. Mozart era como si fuera de ahora, para muchos era como L-Gante. Quiero decir, para la gente del teatro convencional era como un niño monstruo. En Amadeus, el enemigo de Mozart, Salieri, le dice a Dios: “Yo te he servido siempre, ¿por qué le has dado el talento a esa criatura obscena?” (ríe). Yo siempre digo, no todos somos Mozart…
Mientras hojeamos el libro, Eugenio reflexiona sobre su pintura, en la que se destacan los fondos oscuros, los contrastes, el erotismo, la ambigüedad, las expresiones enigmáticas.
- Tengo cuadros de los años 60 y 70 y ahí ves que hay una continuidad. Yo no estudié en la academia. Mi papá, que era un tipo fantástico, sociólogo, poeta, me dijo de chico: “Te diría que no vayas a la academia, estás en una etapa de influencia muy fuerte y vas a tener que estar en las últimas tendencias, te van a obligar a hacer abstracción –que era lo que estaba de moda- y vos sos un pintor figurativo. Te voy a regalar una colección de Historia del Arte que es lo que se hizo hasta ahora. Yo le pregunté entonces ¿y la técnica? Y él me respondió: La técnica tenés que inventarla vos. Y así fue”.
- ¿Cuánto te lleva pintar un cuadro?
- A veces pinto varios al mismo tiempo, a veces retoco cuadros que pinté hace años y los arruino (ríe). Es muy difícil contar la pintura o explicarla. Básicamente el pintor busca una armonía y construye siguiendo las necesidades de la pintura, la narrativa sobre eso viene después. Es una actividad que disfruto, no hay ninguna clase de sacrificio y este lugar es muy propicio, mirá lo que sentís acá …
Eugenio se refiere a los pájaros que se escuchan a cada paso, a las plantas del jardín, al entorno que fue construyendo con piezas de arte. Todos los salones de la casa tienen cuadros que pintó en distintas etapas de su vida. El estilo es engañosamente clásico: los colores parecen tomados de la paleta del renacimiento, pero los temas y las figuras son muy actuales y desafiantes.
- Tus cuadros mezclan lo sublime y lo profano.
- Somos así, somos humanos – responde
- Hay muchos monos en tus cuadros.
- Mono con navaja (ríe). Este de Margaret Thatcher con un mono se llama El hundimiento del Belgrano, yo pensé: ¿quién va a comprar este cuadro que es una vieja decrépita con las tetas por la cintura? Lo compró un millonario chileno que lo puso en su casa, me envió una foto.
- ¿Vendés los cuadros, los exponés?
- He expuesto mucho, aunque en Argentina, menos. Yo estoy feliz como una Pascua cuando pinto.
Las obras hacen su propio camino, como el de uno de sus cuadros, que estuvo expuesto en un hotel, donde lo vio Eddie Vedder, líder del grupo de rock Pearl Jam, y lo compró de inmediato. “Un mes después abrí la revista Hola y estaba la esposa del músico con el cuadro detrás… la mujer era igual al retrato que estaba en el cuadro”, relata.
El libro también avanza por los bocetos de sus películas:. Promised Land, con Kieffer Sutherland y Meg Ryan muy jóvenes, Some Girls con Jennifer Connelly, Last Action Heroe, con Arnold Schwarzenegger.
- ¿Cuál es la película que más te atrae de las que hiciste?
- Restauration, porque es una película inventada. Cuando se cumplían los cien años del cine hicieron un gran reestreno de esa película, hicieron un bombo enorme. El protagonista es Carlos II, antepasado del que ahora es el rey Carlos de Inglaterra. En ese momento me lo presentaron y me preguntó si había podido ser fiel a la época, yo le respondí: “Mire, parece de época pero es ciencia ficción”. En el medio de la proyección Carlos se da vuelta y me dice: “¡Ya hubiéramos querido tener semejante Corte!” (ríe).
- ¿Cuál es tu próximo proyecto?
- La película que voy a filmar se llama “Instrucciones para muertos recientes”, es una comedia dramática, está Geraldine Chaplin haciendo Madame La Morte y un grupo de actores extraordinarios argentinos, vamos a filmar parte en esta casa. El protagonista es un pintor, se llama Orfeo, pero es el mito de Orfeo al revés: el Orfeo mío muere en un accidente tonto y tiene que encontrar a su amor que está vivo, tiene que ir a buscarlo y traerlo al mundo de los muertos. Lo importante es que creo que va a ser una película muy distinta de las películas que se hacen en la Argentina porque está basada en técnicas artísticas muy nuevas. Como ocurre en otro mundo, hay que crear el otro mundo.
- ¡Qué buena frase!, lo que hiciste aquí es crear otro mundo…
- Yo he vivido en todos lados, pero ahora estoy en el tercer acto, lo que en términos dramáticos se llama la “resolución del conflicto”, que no equivale a un final feliz. La resolución de mi conflicto tenía que ver con este lugar, por eso estoy acá, porque hemos creado esta cosa de vivir en el arte, convivir cotidianamente con el arte, que no sea una actividad sino que sea el centro. Considero un favor que me hace la realidad que pueda estar acá, que pueda tener un estudio, que pueda pintar.
- ¿Qué cosas de tus raíces sentís que estás recuperando?
- En el guión que estoy escribiendo los personajes de ese submundo son mi padre, mi madre, mis abuelos, están todos ahí. Vuelven los afectos, vuelven los conflictos en términos dramáticos, pero todo es distinto con los años, uno deja de pelearse con uno mismo, o debería –ríe-. Disfrutar de lo que está y si tu laburo es el arte, trabajar y producir en eso. A mí no hay otra cosa que me guste, si me preguntás si quiero ir a la entrega de los Oscar, yo te digo que prefiero quedarme en San Javier.
- ¿Por qué considerás que la resolución del conflicto está en Córdoba?
- La resolución tiene que ver con volver al primer acto, que es donde se planteó el conflicto, y encontrar ahí ciertas raíces. Para mí el primer acto ocurrió acá, en Córdoba, en Argentina, que yo vuelva también tiene que ver con eso. Ya no me importa mucho nada, salvo el trabajo, los amigos, el amor, nada más.
- Qué bueno debe ser sentir que encontraste tu lugar.
- Estaba desde siempre.
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