En Domselaar, partido de San Vicente, los domingos puede visitarse el sitio que sus padres construyeron para alejarse del escándalo que suscitó la trágica muerte de su joven y bella hija.
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En el kilómetro 96,9, tomando la salida hacia Brandsen, sobre la mano en sentido a la costa, empieza el camino hacia un sitio cargado de historia, misterio, intrigas, muertes y, dicen también, fantasmas. Un pequeño tramo sobre la ruta 215, hasta la rotonda con la ruta 6, y desde allí hasta la 210, para luego doblar hacia el pequeño pueblo con nombre de comarca holandesa, Domselaar, partido de San Vicente.
En el kilómetro 58 de la ruta 210, allí está ubicado el Castillo de Guerrero, como lo llaman los lugareños. Una imponente casona de 150 años que ha servido de escenografía para películas como Crónica de una fuga, de Adrián Caetano; Cornelia frente al espejo, de Daniel Rosenfeld, o El cuento de las comadrejas, de Juan José Campanella, entre otras.
En su interior, el castillo guarda, como un trofeo, el arma que le dio muerte a Felicitas Guerrero en 1872, cuando apenas tenía 25 años, en manos del despechado pretendiente Enrique Ocampo. También atesora uno de los pocos retratos que existen de ella: fue pintado por Epaminondas Chiama en 1890, 18 años después de la muerte de Felicitas. Hay, por otra parte, tres grabados muy antiguos: uno es del marqués de Louvois, de Francois Michel Le Tellier; otro grabado (el único) de Giovanni Battista Piranessi y un tercero cuyo autor se desconoce, que es de 1753 (se trata de la copia 4).
Felicitas nunca habitó el castillo, pero su construcción está íntimamente ligada a su destino trágico. Estos crímenes tuvieron una gran repercusión y provocaron una catarata de habladurías de Buenos Aires. Por eso, en diciembre de 1872, los padres de Felicitas, Carlos José Guerrero y Felicitas Cueto, compraron las tierras de la estancia Santa Isabel (hoy estancia San Carlos) para alejarse de la ciudad. Al año, contrataron a un arquitecto francés para el proyecto de la casona que se construyó con todos los adelantos de cualquier casa aristocrática de la ciudad. Techos con mansarda, columnas dóricas en tres de sus fachadas, un sótano en altura y 24 espaciosas habitaciones, muchas de las cuales se conservan en buen estado.
Carlos Guerrero falleció el 12 de enero de 1896 y su esposa el 8 de noviembre de 1906. Josefina Guerrero heredó la casona de su padre Juan Carlos Guerrero O’Connor y éste a su vez de su padre, Antonio Tomás Saturnino Guerrero Cueto, hermano de Felicitas.
De puertas abiertas
Mabel Podestá, que investiga la historia de los Guerrero desde hace más de 20 años, recibe a los visitantes con un mantra: “Les voy a contar la verdadera historia de Felicitas Guerrero, que no es la historia oficial que se contó en los expedientes judiciales, sino la que trascendió en la familia a través de generaciones, contada por testigos presenciales”. Ella juntó retazos de sus charlas con Josefina Guerrero, sobrina nieta de Felicitas, fallecida en 2018. Josefina escuchó desde niña el relato de sus abuelos, María O’Connor y su esposo Antonio, hermano de Felicitas, quien tenía 14 años cuando mataron a su hermana y fue una figura clave cuando ocurrió el hecho.
Felicitas se había casado el 2 de junio de 1864, contra su voluntad, con el que en aquella época fue el hacendado más rico de Buenos Aires, Martín de Álzaga Pérez, quien era 32 años mayor que ella. El matrimonio duró apenas seis años, ya que Martín murió el 17 de marzo de 1870.
A los 24 años, Felicitas quedó viuda y dueña de una inmensa fortuna y más de 70.000 hectáreas.
Luego de un año de riguroso luto, comenzó a asistir a reuniones sociales y descollaba en los salones de la alta sociedad por su belleza, sus buenos modales y sus virtudes. Tanto es así que el poeta Guido Spano la llamó “la mujer más bella de la República”, “la joya de los salones porteños”. Obviamente, no le faltaban pretendientes y uno de ellos era Enrique Ocampo, tío abuelo de las escritoras Victoria y Silvina Ocampo. Pero ella tenía su corazón depositado en Samuel Sáenz Valiente, joven de su misma edad y también terrateniente.
Una noche trágica
La noche del 29 de enero de 1872, en una reunión familiar en la quinta La Noria, en Barracas (quinta que había pertenecido al abuelo de su esposo), ella y Samuel iban a anunciar su compromiso. Ocampo se presentó y pidió hablar con Felicitas. Fuera de sí, le dijo que, si no se casaba con él, no se casaría con nadie y, ante la negativa, le disparó.
Antonio Guerrero, hermano de la víctima, y su primo, Cristián Demaría, acudieron al lugar. Ocampo fue ultimado de dos balazos. Felicitas agonizó toda la noche y falleció al día siguiente, el 30 de enero de 1872. Antonio fue quien, por pedido de su tío Bernabé Demaría, ocultó el arma de Ocampo durante casi toda su vida y, luego de 60 años, decidió contar lo que había vivido aquella noche y sacar a la luz el arma. La causa se cerró como crimen pasional y suicidio de Ocampo. Esa es la versión oficial. La versión verdadera de lo ocurrido es contada cada domingo a los visitantes.
Datos Útiles
Castillo de Guerrero
Ruta 210 Km 58.
IG: @castillo.guerrero
Las visitas se realizan los domingos a las 11 y a las 15. Mabel Podestá guía por la mañana y Mariano Nunes se ocupa de guiar la biblioteca. Cuando hay visitas por la tarde, Nunes las guía y Nicasio Magyary (sobrino tataranieto de Felicitas) guía la biblioteca. Las reservas se efectúan por WhatsApp al 11 7613-6158. $1500 adultos; $750 menores de 12 y menores de 3 no pagan. Los días de visita no se toman reservas y tampoco se venden entradas en la puerta (sin excepción).
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