Se trata de la última tendencia en fast food, que ya asomaba antes de la pandemia pero se consolidó cuando el delivery se volvió hábito forzado y cotidiano.
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Cualquiera que camine por las calles de Madrid puede comprobarlo a cada paso: las empanadas argentinas están de moda en la capital española. El fenómeno se potenció durante la pandemia, pero trascendió ese momento. Cuando los madrileños pudieron volver a comer afuera —esa costumbre irrenunciable de los locales, que se disfruta a diario sin límites de edad ni horario—, las empanaderías siguieron expandiéndose. Una propuesta que llegó tanto al barrio de Salamanca, elegante y tradicional, como al ajetreado Chamartín o al más cool y foodie Almagro, y que ni el cocinero Fernando Trocca quiso perderse: en 2021, llevó para allá su marca Vicenta, que hoy tiene dos locales, en Salamanca y Chueca.
Podría decirse que el pionero fue Malvón, de dueños españoles, que arrancó en 2017 con un pequeño local en Moncloa y hoy tiene más de 50 tiendas en distintas ciudades del país y hasta logró desembarcar en Portugal. Pero también hay protagonistas argentinos que impulsan la movida. Ese es el caso de Tita de Buenos Aires, una cadena de empanadas que también vende sándwiches de miga y dulces imbatibles como la chocotorta y los alfajores de maicena.
En menos de dos años, Tita de Buenos Aires abrió siete locales —algunos propios, otros franquiciados—y ya hay planes de expansión en Valencia, Málaga y Barcelona. Detrás de este éxito están Marcelo Settino y Ana Antolini, una pareja de rosarios que, en plena pandemia, decidió emigrar a España con su emprendimiento prácticamente en la valija.
“Hace años que pensábamos en la posibilidad de irnos a España. De hecho, el inicio de la cuarentena nos agarró en Madrid, donde mi hermana tenía un restaurante. Ella falleció a fines de 2019, y ese viaje fue para decidir qué hacíamos con su espacio. Ya ahí vimos que las empanadas podían ser una gran oportunidad. Nos subimos al último avión que salió para Argentina en marzo de 2020. Ese tiempo en casa encerrados, sin poder hacer nada, nos permitió pensar muchas cosas en profundidad, desde el plan de negocios hasta el desarrollo de la marca”, cuenta Marcelo.
En agosto de 2020, cuando España reabrió sus fronteras, Marcelo y Ana estaban decididos a probar suerte. Así se lo comunicaron a sus tres hijos, todos mayores de 20 años; con su hija mujer, la charla fue por videollamada, dado que la irrupción del Covid-19 la agarró en medio de un work and travel en Australia. Todos excepto el menor, que quiso primero terminar la facultad en Rosario, los acompañaron desde el día uno a iniciar una nueva vida en Madrid. “No podríamos haber hecho nada de todo esto sin el apoyo de ellos. Confiaron en nosotros, dejaron amigos, deportes que los apasionaban, planes y proyectos”, se emociona Ana.
El sabor del éxito
Empezaron reacondicionando el restaurante familiar, frente al parque El Retiro. Ana cocinaba y Marcelo se encargaba del delivery y la gestión comercial. Eran todavía tiempos de toque de queda y aforo reducido. Parecía que tenían todo en contra: en enero, hasta les tocó atravesar la histórica tormenta Filomena, la mayor nevada en más de un siglo que volvió a aislar a Madrid y significó una ola de frío de diez días. “Para la mayoría, lo que estábamos haciendo era un suicidio: todo el mundo cerraba locales y nosotros apostábamos a abrir”.
Sin embargo, a los tres meses de arrancar, Tita de Buenos Aires ya estrenaba su segunda tienda. En mayo de 2021, sumaron otra más. Desde entonces, no pararon. Entre sus franquicias, está la que opera otra familia rosarina, amiga del matrimonio, que emigró inspirada por la experiencia de Marcelo y Ana. Y otra es propiedad de un joven argentino que fue de los primeros empleados de Tita, que un día entró a un local pidiendo trabajo (el mismo local que, ahora, es suyo). A esto se le suma una flamante planta de producción artesanal que les permite hacer de manera mucho más eficiente las 30.000 empanadas que venden por mes. “Fue todo muy vertiginoso. Contamos nuestra historia y parece que pasaron diez años, pero se dió en menos de dos. Nosotros mismos nos preguntamos cómo fue que lo logramos”, admite la pareja.
“El producto argentino es un boom. La empanada vino para quedarse porque es la evolución del fast food, frente a la hamburguesa o el hot dog, es un plato mucho más nutritivo, variado, versátil y práctico. En Argentina, quizás, no nos damos cuenta porque ya la tenemos demasiado incorporada a nuestro menú”, explica Marcelo, y agrega: “Los madrileños practican un culto del encuentro muy fuerte. Les encanta salir, no importa si hay calor o frío extremo. Ya desde las 11 de la mañana hacen una pausa para lo que ellos llaman almuerzo y, por la tarde, se sientan de a 20 en una mesa a la calle y consumen sin parar. ¡Son una máquina de comer!”.
Tita de Buenos Aires ofrece unos 15 sabores de empanadas, incluyendo la de carne tradicional (“Una receta de mi cuñada que no quisimos cambiar, en honor a ella”, apunta Ana) y la de carne dulce, con pasas de uva (“Todos me decían que era una locura pero funcionan espectacular”, señala orgullosa). El menú se completa con seis variedades de sándwiches de miga y una selección de diez postres, con la chocotorta con auténtico dulce de leche argentino es el hit. “También trabajamos con un proveedor argentino de carne; el resto de los productos son de origen español. Y tuvimos algunas vueltas de tuerca para estar más a tono con el gusto de los locales, como la carrot cake sin gluten y el tiramisú con menos azúcar”.
Pero no todos fueron aciertos. Entre los grandes “fracasos” del emprendimiento, Marcelo señala: “La empanada frita no funcionó, y eso que invertimos miles de euros en máquinas especiales para cocinarlas. Pero eso pasó porque lo pensamos con ojos de argentinos: las empanadas fritas son lo más rico que hay, y la comida española tiene mucho protagonismo de la fritura. Pasa que acá el español destaca justamente que la empanada se haga al horno, la ve como una opción saludable”.
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