Se estima que dos tercios de la población mundial no tienen acceso a la observación de la Vía Láctea. La contemplación del cielo ha dejado de ser una cuestión exclusivamente científica y la provincia de Córdoba quiere liderar la actividad.
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Los cielos estrellados siempre han sido una misteriosa y apasionante fuente de inspiración y conocimiento para la humanidad. Las culturas originarias se han basado en su observación para determinar las estaciones y medir el paso del tiempo. Viajeros, navegantes y exploradores históricos se han guiado por los astros en sus embarcaciones hacia lo desconocido, y artistas de todo tipo vieron en el firmamento nocturno una eterna inspiración para sus obras. Sin embargo, los cielos oscuros son una experiencia cada vez más difícil de contemplar para quienes viven cerca de las urbes. Se estima que más de dos tercios de la humanidad no puede ver la Vía Láctea debido a la contaminación lumínica propia de la era industrial y la sobrepoblación urbana.
Frente a esto, una nueva tendencia turística busca acercarnos al encuentro con los cuerpos celestes. El turismo astronómico o astroturismo está cobrando relevancia a nivel global, y en Argentina, hay varias iniciativas tendientes a la protección de los cielos. Una de las más importantes fue la creación, en 2002, del Parque Nacional El Leoncito en la provincia de San Juan. Entre sus objetivos figura mantener sin alteraciones las condiciones atmosféricas para facilitar la observación de cielo. Allí se encuentran dos de importantes centros astronómicos de nivel internacional: el Carlos U. Cesco y el CASLEO (Centro Astronómico El Leoncito).
Córdoba, a la cabeza de la tendencia
Sin embargo, no son los únicos ni fueron los primeros. La provincia de Córdoba tiene una larga tradición con la observación celeste. De hecho, en la provincia fue donde se inició la historia de la astronomía nacional, gracias a sus dos reconocidos centros: el Observatorio Astronómico de la provincia (OAC), y la Estación Astrofísica de Bosque Alegre (EABA). El Observatorio Astronómico de Córdoba (OAC), ubicado en las Sierras Chicas, fue el primero del país. Su relevancia es tanta que el día de la astronomía se festeja en conmemoración a su fundación, el 24 de octubre de 1871. Este histórico lugar fue impulsado por el presidente Domingo F. Sarmiento, y en su trayectoria realizó muchísimos aportes a la ciencia mundial.
Por su parte, la Estación Astrofísica de Bosque Alegre (EABA), ubicada en las Altas Cumbres de Córdoba y fundada hace 81 años, fue ideada por el astrónomo estadounidense Charles Dillon Perrine y fundada por su sucesor, el astrofísico argentino Enrique Gaviola. Fue creada para el estudio específico de la composición de los cuerpos celestes, con el ambicioso objetivo de poseer el telescopio más grande del mundo. Lograron construir un telescopio de 1,54 metros de diámetro que, si bien no logró convertirse en el más grande a nivel global, fue por décadas el más grande de Sudamérica.
Tanto el Observatorio de Córdoba como la Estación Astrofísica de Bosque Alegre siempre tuvieron una mirada expansionista de la ciencia. Sus puertas siempre estuvieron abiertas para estudiantes y turistas durante las temporadas de vacaciones en invierno y verano, cuando se realizan este tipo de visitas guiadas y actividades para democratizar el conocimiento científico al público. Pero este año, en alianza con la Agencia Córdoba Turismo (CBA) y el Ministerio de Ciencia y Tecnología (MINCYT) lo llevan más allá, y lo impulsan como un producto turístico a través del fortalecimiento del astroturismo en toda la provincia; planean convertirse en uno de los mejores destinos del país en esta tendencia de turismo global.
Más estrellas en la pospandemia
El astroturismo es una actividad que se desarrolla en torno al cosmos, los fenómenos astronómicos y las maneras de comprenderlos desde cosmovisiones o mitologías hasta tecnologías y descubrimientos científicos. Este tipo de turismo suele adherirse a la corriente de turismo sostenible, ya que es una actividad que entrelaza ciencia y naturaleza. Alejandro Leiva, científico del OAC cuenta que este tipo de actividad ha cobrado mayor interés por la gente luego de la pandemia, ya que los viajeros buscan experiencias de conexión con la naturaleza que les generen momentos memorables, que sean vividos con todos los sentidos.
La Caminata de las Estrellas es una actividad creada por la agencia cordobesa Zorro Explorador. Uno de sus guías, Ricardo Villareal, evoca la leyenda acerca de la creación de la Cruz del Sur, mientras contrasta la narración con datos científicos. Esto es de lo que se trata el astroturismo: brindar un enfoque multidisciplinario en el que se unen ciencia y cultura. “La astronomía no tiene solo una historia científica, sino que también tuvo una gran implicancia en la historia de la cultura de la Humanidad. Por lo tanto, la astronomía cultural muestra la relación que hemos sostenido los seres humanos con el cielo a lo largo de nuestra existencia sobre el planeta, en donde el cielo ha oficiado de ordenador social para muchas comunidades, definiendo desde sus calendarios hasta cuestiones religiosas.”
Esto se puede observar, además de la leyenda de la Cruz del Sur, en cómo marcó a distintas comunidades argentinas. Es el caso de las mujeres tobas del oeste formoseño o las mujeres wichí del Gran Chaco Americano, que han mantenido una fuerte relación con el plano celeste, en donde su cosmogonía evocó siempre una intrínseca conexión entre los ciclos de la femineidad y los ciclos de la Luna. Otro caso, por ejemplo, es el del pueblo moqoit, que habita en el límite entre el Chaco y Santiago del Estero. Esta comunidad mantiene una relación de índole sagrado con el famoso meteorito El Chaco, el tercer meteorito más grande del mundo que cayó hace aproximadamente 4 mil años y que hoy se encuentra en el Parque Provincial de Campo del Cielo. La historia de este pueblo con el meteorito se hizo reconocida mundialmente por la gran carga espiritual que le ha concedido el pueblo a lo largo de su historia.
Una experiencia celeste
La Caminata de las Estrellas se inicia en la magnificencia del paisaje de las grandes sierras cordobesas, en La Quebrada de San Miguel en Villa Yacanto de Calamuchita. Al atardecer, en el momento donde las primeras luces comienzan a verse en el cielo, los visitantes dan comienzo a la celestial caminata que constará de una hora y media hasta llegar al punto alto de observación del cielo. En el camino, los guías señalan objetos celestes e introducen a los caminantes al origen del universo que los circunda a través de los relatos astronómicos.
Al llegar al punto más alto, el lugar con mejor altura y donde no hay contaminación lumínica, comienza la experiencia de observación: los caminantes se recuestan en el suelo con mantas, y tienen un momento para contemplar todo lo que acaban de incorporar en el camino. Allí, se introduce el factor tecnológico para generar una experiencia dinámica. A través de un proyector se transmite en una pantalla en realidad aumentada lo que los guías van marcando con el puntero láser en el cielo, y los caminantes pueden ver en detalle y en tiempo real las constelaciones, estrellas, nebulosas, cúmulos estelares y demás objetos celestes que se ven. Luego, se da un momento donde se ofrece vinos locales, bebidas calientes y comidas regionales como empanadas o el típico locro para degustar entre todos.
Conocer es cuidar
Una cuestión central dentro del astroturismo, además de la difusión de la astronomía y el desarrollo económico sostenible local de las regiones donde se practica, es la protección de los cielos nocturnos, una causa que buscan comunicar a través de la ejecución de la actividad. Las autoridades internacionales vienen trabajando sobre este tema hace muchos años, como se observa en la publicación del año 2016 de la UNESCO titulada El derecho a los cielos oscuros donde se proclama que “el derecho a los cielos oscuros ha sido reconocido por la UNESCO como un derecho implícito en la conservación del patrimonio cultural y natural de las generaciones futuras” y describe que “la búsqueda por la preservación de los cielos oscuros significa retener la capacidad de observar el cielo en condiciones de oscuridad similares a las que existían antes de la era industrial”, ubicando al astroturismo como una herramienta de vital importancia para colaborar con esta causa.
Esta situación se vio reflejada en el Nuevo Atlas Mundial de Contaminación Lumínica, publicada ese mismo año por la revista Science Advances, en donde un grupo de investigadores liderados por el científico italiano Fabio Falchi, aseguró que alrededor del 83% de la población global vive bajo contaminación lumínica, y que debido a esto, un tercio de la humanidad no tiene visibilidad a la vía láctea.
Ricardo Villareal ve la situación reflejada en su análisis de los mapas satelitales de Argentina. Según él, desde 2012 a 2020 la contaminación ha subido entre un 30 a 40%, y no solo lo ve en los datos, sino en las historias de quienes realizan sus experiencias. “La contaminación lumínica es un gran problema en los tiempos contemporáneos. La luminaria pública y privada mal utilizada hace que en las grandes ciudades solo se puedan ver pocas estrellas. Muchas veces recibimos niños con sus padres que gracias a las experiencias de astroturismo tienen la oportunidad de ver el cielo por primera vez en sus vidas”, concluye.
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