En Villa del Totoral, en el norte de Córdoba, Enrique y Jorge Paloma Schiavi plantaron 25.500 árboles en 50 hectáreas que pertenecieron a Francisco Malvezzi, fundador de la famosa pizzería Güerrín.
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Un enorme campo de almendros en flor a la vera de la RP17, en Villa del Totoral, en el norte de la provincia de Córdoba, a 60 kilómetros de Jesús María, desorienta a los viajeros. Hace tres años no había en la zona plantaciones de estos frutales que, en teoría, requieren climas secos, con buen drenaje y suelen sembrarse en suelos con poca presencia de materia orgánica. Hasta que, en 2021, en ese lugar inhóspito para el almendro, los hermanos Enrique (38) y Jorge Paloma Schiavi (37) se lanzaron al desarrollo de un proyecto de alto riesgo al que bautizaron Almendrar.
Lo curioso es que en poco tiempo lograron cultivar el fruto seco en un suelo fértil y húmedo, evitando los daños de las heladas mediante el manejo agronómico. Hoy tienen 25.500 almendros que crecen en 50 hectáreas de un campo familiar, que ya dieron sus frutos. El emprendimiento se levanta en un terreno que fue, en otros tiempos, propiedad de Francisco Malvezzi, un inmigrante italiano fundador de la emblemática Pizzería Güerrín de la avenida Corrientes en Buenos Aires. “Malvezzi compró estos campos para tener sus vacas Holando para hacer su mozzarella”, cuenta Enrique Paloma. El italiano, detalla, era conocido y querido en la zona; compraba campos y ayudaba a la comunidad. “Así comienza esta historia; es un punto fuerte que hace que no sea un campo de almendros y nada más. Hay mucho que contar”, piensa. De hecho, los restos de Malvezzi descansan allí.
En el predio aún se conserva el antiguo tambo donde se obtenía la leche para el queso de las pizzas. Está en desuso desde hace 20 años, pero pronto funcionará como una planta de industrialización para partir o descascarar la almendra, elaborar leche, harina refinada y otros derivados del fruto seco. Los hermanos también proyectan un hotel boutique y hasta un restaurante o casa de té en el lugar, ubicado en un corredor turístico que conecta con Ansenuza. “La cantidad de gente que pasa por aquí es increíble. Todos los días alguien se baja y pregunta”, cuenta Enrique.
Los Paloma son riojanos, oriundos de Chamical, aunque sus padres nacieron en el interior cordobés. Los jóvenes llegaron a la provincia para estudiar Administración de Empresas y luego cursar una maestría en Finanzas. Cuentan que siempre les sedujeron los proyectos de inversión orientados al desarrollo y crecimiento económico de lugares poco explotados. “No nos gusta hacer siempre lo mismo ni lo que hacen todos”, sostiene el mayor de los hermanos.
En distintos momentos abrieron gimnasios boutique en la ciudad de Córdoba, canchas de fútbol sintético, producción ecológica de pollos, fábrica de ladrillos ecológicos y empresas de servicios de mantenimiento de consorcios de limpieza. “Es bastante variado lo que hacemos”, explican. Sin embargo, siempre estuvieron atravesados por el campo. Su padre –propietario de las tierras que arrienda a sus hijos– es un médico veterinario que trabajó durante mucho tiempo en el Inta de Chamical.
Los primeros pasos
Los hermanos relatan que decidieron alejarse de la tradicional siembra directa para embarcarse en el proyecto de forestación. Para ello, evaluaron las condiciones agroclimáticas e iniciaron una prueba piloto a gran escala.
Muchos les decían que “estaban locos” porque los almendros –originarios de Asia pero que prendieron muy bien en España e Italia– no resistirían a las heladas del invierno cordobés. Los Paloma viajaron a España y a Turquía para conocer nuevas variedades que se adaptaran a su terreno. Y poco después, en plena pandemia, comenzaron con la plantación en Totoral bajo el asesoramiento del ingeniero agrónomo Luis Alberto Iannamico por Zoom.
“El almendro es de suelos poco fértiles, pero somos los primeros en probarlos en suelos tan fértiles como un campo de soja”, señala Enrique. Explica que el árbol se siente bien en lugares templados donde las heladas en el momento de floración no sean tan severas ya que es el primero que florece de los árboles frutales. La poda, el riego y la cobertura de suelos son clave para evitar los daños del frío intenso. “Amo hacer esto. Si es un trabajo, no me enteré”, dice Enrique.
Cosecha y mercado
Los almendros pueden tener una vida productiva de entre 30 y 40 años, y si bien recién al cuarto o quinto año suelen dar una cosecha interesante, los Paloma afirman que lograron ese objetivo en dos años en una zona geográfica en la que nadie había incursionado. Cada árbol puede dar hasta tres kilos de almendras al año, que se destinan al mercado interno.
“La variedad aérea es almendro y la raíz es de la familia de los cerezos, de los damascos, que tiene carozo o nuez”, indica Enrique. En Argentina, el 70% de la almendra que se consume es importada de Chile o Australia. En Mendoza se produce la mayor cantidad de almendras del país.
Agroecología
El campo es precioso con los almendros en flor, la plantación de cítricos, los ocho mil álamos y la huerta. Hay una hectárea de vid cuyo director agrónomo a cargo es Ignacio Lozano, propietario de la bodega El Gredal en San Pedro Norte, y colmenas para la producción de miel. Además, están terminando los corrales para caballos árabes que se crían en la zona y desarrollan un proyecto de ovinos con bozales. Se trabaja también para obtener una certificación agroecológica. Además, brindan servicios llave en mano a terceros interesados en tener su propio campo de almendros.
Tienen 300 paneles solares fotovoltáicos para el riego por goteo y desarrollan máquinas propias para evitar el uso excesivo de combustible. No usan herbicidas ni aditivos. La idea es impulsar un polo productivo en la zona con la suma de más productores.
Los Paloma aseguran que habían recibido ofertas para desarrollar este proyecto en Málaga, España, pero que decidieron quedarse en Córdoba. Enrique, incluso, se mudó a Totoral con su familia. “Además de encontrar una calidad de vida excepcional, entendemos que más allá del país que nos toque, va a ser nuestro desafío hacer un negocio próspero y siempre tratando de que mejore la Argentina”, asegura.
Un dato que destacan es que este tipo de emprendimientos dan trabajo a los pobladores de la zona. “Estos eran campos marginales. Hace muchos años, había ganado. Pero avanzó la tecnología de la semilla y se sembró soja, entre otros. Hoy, la rentabilidad de una hectárea de almendra es igual a diez de soja”, estima Jorge.
Se cosecha una vez al año. En el séptimo año, se llega a su meseta. “Es un desafío agronómico tenerlo produciendo todos los años igual, pero este año estimamos 360 kilos de pepa por hectárea y es muy exponencial”, indica Enrique. Se puede llegar a más 1.500 por hectárea. En cada hectárea se concentran 500 árboles de las variedades de cáscara dura. El próximo año, prometen, plantarán otros 15.000 almendros.
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