Ena Tasca Borsani y Facundo Faccio son la pareja que lleva adelante un complejo de domos en la aldea de montaña neuquina, y proyectan convertir su emprendimiento en un all inclusive.
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Ena, licenciada en Turismo, y Facundo, instructor de esquí, se conocieron en 2009 en San Martín de los Andes. Él siempre le hablaba de Moquehue, un pueblo patagónico especial. Formaron pareja y Facundo le propuso instalarse en ese rincón lleno de araucarias gigantes, en el centro-oeste de Neuquén, casi en el límite con Chile.
Pero, como ella tenía ganas de conocer el mundo, acordaron antes poner un bar en una playa brasileña. En la arena, junto al mar, él le seguía hablando de Moquehue. Entre caipirinhas y agua de coco les llegó un ofrecimiento para irse a trabajar a Roma. Se instalaron en la capital italiana durante tres años. En todo ese tiempo, él le seguía hablando de Moquehue.
Dispuestos a cambiar de aire, se fueron a recorrer Grecia y Turquía. Pero en cada lugar que visitaban… él volvía a Moquehue. “No solo eso: ¡también se la pasaba mirando fotos de Moquehue!”, se escandaliza, tierna y divertida, Ena, mientras ambos sonríen y repasan su historia. Asentados, ahora sí, por fin, en esa aldea tantas veces rememorada, tienen allí su casa, una agencia de turismo, la concesión de un camping y son dueños de unos domos de cuento, emprendimiento que planean expandir hasta convertirlo en un all inclusive.
Un sueño de infancia
Facundo Faccio recaló en Moquehue cuando tenía 7 años. Recuerda que en ese momento dijo: “de grande, voy a vivir acá”. Hasta entonces había echado raíces transitorias en Zapala, donde nació, en Junín de los Andes, en Buenos Aires y en la Antártida. Su niñez itinerante se debía a los destinos de su papá, militar. En la aldea neuquina tenía tíos y primos, y pasó hermosos años de juegos compartidos.
El pueblo, de solo 400 habitantes permanentes, tiene un pasado que fue igual de pujante como de polémico. Hasta 1950 funcionaba allí un aserradero en el que se cortaban araucarias milenarias. “Había unas 1.400 personas viviendo acá. Los troncos se bajaban con ayuda de bueyes, después se llevaban por el lago Moquehue hasta donde se une con el Aluminé y desde ahí en camiones hasta Zapala. Veinte años duró esa explotación, hasta que por ley se prohibió la tala del bosque nativo”, recuerda.
Posteriormente se conformó un ente mixto, Pulmarí, en el que participan tanto las autoridades de la provincia como nacionales, que regula las concesiones de tierra. Y justamente ese organismo fue el que en 2010 les autorizó a emplazar -junto al arroyo Quillahue y por 25 años- Domos Moquehue, en un predio de 5.000 m2.
En ese lugar, y tras asociarse con otra pareja amiga, José y Florencia, instalaron tres refugios geodésicos muy confortables (cada uno cuesta unos u$s 25.000) y un domo house que oficia de recepción, desayunador y lugar de reunión, con sillones y fogón.
Ese es el punto de partida de Domos Moquehue, un emprendimiento que tiene potencial. “Pensamos construir otros tres domos, y ponerle a los seis un jacuzzi exterior a leña. Pero la idea es más ambiciosa, porque queremos ofrecer un alojamiento all inclusive, con almuerzos y cenas y un conjunto de actividades. Nuestro sueño es invitar a los visitantes a disfrutar de este lugar pero con todo resuelto”, anticipa Ena Tasca Borsani.
Ella, nacida en General Roca, Río Negro, se graduó en la Universidad del Comahue, en Neuquén. Y fue a hacer su tesis a San Martín de los Andes, donde su camino se cruzó con el de Facundo.
“Todo lo que entra se reinvierte para hacer crecer nuestro proyecto, porque sabemos que para que sea rentable necesitamos operativos los seis domos”, acota Facundo. Tienen dos opciones para los nuevos refugios: levantarlos en la ladera del cerro que repara el predio, donde ya cuentan con el proyecto aprobado, o en el bosque, junto al arroyo.
Un sueño postergado, pero cumplido
Salto en el tiempo. Una vez agotada la etapa del bar en la playa brasileña, llegaron a Roma. Mientras Ena trabajaba en una empresa de turismo, Facundo conocía el éxito de un modo original: se le ocurrió vender un CD con las 50 mejores fotos de la ciudad, en plena calle. “Eran imágenes nocturnas, muy lindas, en tiempos en que no había muchas otras formas de conservar recuerdos de un viaje. Nos fue bárbaro. Ena me ayudaba y vendimos 3000 CDs”, detalla.
Poco después, él entró a trabajar en la agencia, a cargo de tours en español por la capital italiana. Ganaban muy bien y ahorraban todo lo que podían porque el horizonte era construir un hogar en un terreno que Facundo tenía en Moquehue, y comprar una camioneta.
Tras viajar por Grecia y Turquía, decidieron entonces volver y alquilar una casa en Neuquén. “No aguantamos ni tres meses. Las ciudades -confiesa Ena- nos provocan insatisfacción. Así que nos vinimos para la casita, que fuimos terminando en 8 años. Al principio era solo un monoambiente, y de a poco la fuimos ampliando, mientras atendíamos una fiambrería que habíamos montado y trabajábamos también como empleados en una agencia de turismo”.
En 2015 consiguieron la habilitación para operar con paquetes receptivos y excursiones, por lo que abrieron su propia agencia de turismo aventura, Impodi. La inquieta pareja complementa sus saberes porque los dos son guías de excursiones tanto en motos de nieve y vehículos con orugas como en caminatas con raquetas, en salidas en 4x4 por antiguos caminos madereros y al volcán Batea Mahuida, y también en trekkings durante el verano.
También proponen un recorrido de cinco o seis horas por los 130 km del llamado Circuito Pehuenia y sus 5 lagos, en el que pueden verse pinturas rupestres, y otra travesía al Paso del Arco, un semidesierto de altura que es área natural protegida y donde hay dos lagunas sobre suelo volcánico.
Con los ingresos de la agencia, más los de la administración del camping municipal (en verano, con bar) que se sitúa junto a las cristalinas aguas del lago Moquehue compensan los meses de baja ocupación de los domos.
“Elegimos este lugar como estilo de vida. Nos parece ideal para formar familia -Ena está a punto de dar a luz a un bebé que le hará compañía a Simo, el hijo mayor de ambos- porque combina aire libre, seguridad y la posibilidad de regirnos por las leyes de la naturaleza, del sol, de la nieve”.
Todo incluido
La propuesta de all inclusive que esperan montar apunta también a actividades nuevas, como cabalgatas, excursiones en kayaks, chivos al asador. “Pensamos vender un paquete de 4 o 5 días, un miniweek con todo resuelto”, dicen.
Moquehue está ubicado a 20 km de Villa Pehuenia, aldea de montaña que integra la misma comuna pero que se fundó hace solo 34 años. Quienes deciden recorrer ese tramo y alojarse en los domos disfrutan de construcciones ultra confortables y de estar inmersos en la naturaleza, entre araucarias milenarias.
Esos árboles conforman una especie protegida de crecimiento muy lento que es responsable del piñón, fruto de gran poder proteico y calórico que se utiliza para toda clase de preparaciones dulces y saladas.
Los domos son para dos personas. Cuentan con kitchenette, vajilla, frigobar; baño privado completo con agua caliente; deck exterior con parrilla, sillones y hamacas; sábanas, toallas, amenities biodegradables y wifi. La calefacción es con estufa a pellets.
Con diseño de estilo nórdico y decoración en tonos grises, negro y madera, optimizan el uso de las energías tanto lumínicas como calóricas, y el techo semicircular vidriado permite disfrutar de las estrellas desde la cama.
Unos metros más allá, el arroyo de deshielo pone la banda de sonido. En ese curso de agua hay pozones en los que los visitantes pueden bañarse. Y a dos kilómetros de los domos hay proveedurías donde abastecerse de lo necesario, hasta tanto el sistema de all inclusive esté en marcha.
Hacia el final de la charla, Ena responde la pregunta del millón: ¿tenía razón Facu en hablar tanto de Moquehue? “Totalmenteeeeeee”, afirma convencida.
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