Puerta del Abra, de Jorge Pérez Companc, impulsó la declaración de la nueva Indicación Geográfica (IG) por parte del INV.
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Balcarce llama la atención del mundo del vino al obtener una IG propia para los vinos que produce. Con una única bodega instalada, Puerta del Abra pretende disputar el podio a sus pares cuyanas y norteñas por la alta calidad, produciendo blancos y tintos de alta gama que cotizan a más de 6000 pesos por botella.
Si bien la zona costera ya tenía proyectos como Costa & Pampa y Castel Conegliano, estas viñas están sobre el mar y Bodega Puerta del Abra se encuentra a 60 km de Mar del Plata en línea recta. Se trata de un proyecto familiar del empresario Jorge Pérez Companc que comenzó con una intuición y que a la luz de los altos resultados en su línea de vinos “Insólito” se convirtió en la gran impulsora de la IG. Instalada en 2013, con 12 hectáreas plantadas, recién salieron al mercado el año pasado luego de haber investigado y descartado muchas opciones, incluso el Malbec, que no logró mostrar las particularidades del lugar.
“Uno de los puntos más interesantes hallados en los suelos de la zona es una baja superficie interna de arcillas que demuestra un alto potencial para la producción de vinos blancos y espumosos”, explica la enóloga Delfina Pontarolli. La profesional señala también una gran similitud entre estos suelos y los de Champagne. El segundo resultado alentador del estudio es la presencia de suelos calcáreos en algunos sectores de la zona. “Hoy, luego de 9 años de recorrido vemos, que las variedades tintas elegidas, Pinot Noir, Cabernet Franc, Bonarda y Tannat, son nuestras aliadas. Los blancos, Albariño y Riesling. Son uvas que maduran preservando su acidez natural, dando vinos elegantes de gran complejidad aromática y carácter mineral, todas con sistema de conducción espaldero” asegura.
El reconocimiento por parte del Instituto Nacional de Vitivinicultura en la nueva I.G. Balcarce no sólo involucra una especificación geográfica determinada, sino también conocimientos, prácticas y técnicas aplicadas a la elaboración de un producto y las características del clima y el suelo de donde proviene. Esto pone en el mapa a la provincia de Buenos Aires de una manera distinta, y con una excelente perspectiva. Zonas olvidadas desde comienzos del siglo pasado vuelven a estar en el foco de la inversión y la investigación vitivinícola. Casos como el de Córdoba, Entre Ríos, Tucumán, y la provincia de Buenos Aires, son solo algunos ejemplos de la puesta en valor que tienen estos territorios que alguna vez fueron productores vitivinícolas y que los contextos políticos o económicos fueron quedando en el olvido.
“Nuestro campo, El Vallecito, está ubicado en un valle rodeado del sistema de sierras de Tandilia, una formación de 2.200 millones de años de antigüedad. Elegimos este lugar por su relieve, el entorno paisajístico, la presencia de la sierra y el viento. Gracias al espíritu emprendedor que nos caracteriza somos pioneros en la viticultura en la zona, lo cual conlleva una enorme responsabilidad”, continúa la enóloga y agrega “el campo en el que está el viñedo se eligió porque es el más quebrado de todos, el que más relieves con pendientes tiene, y eso nos pareció una ventaja para escaparle al frío de la zona. Se plantó en una loma con pendiente y a partir de esa plantación se empezó a hacer estudio de suelos y de clima para conocer bien el lugar”.
“Para nosotros esta IG es muy importante, ya que nos permite distinguirnos del resto de los viñedos y productores de vino de la provincia. Buenos Aires ya demostró que las zonas y los vinos que salen de sus distintas regiones son muy diferentes en características y cualidades. Por otro lado, constituye un certificado de origen, que para el consumidor es información relevante al momento de decidir su compra. Ser pionero es siempre un desafío, más en una industria donde los factores agroclimáticos y de suelos son tan importantes, a eso se le suma la lejanía con la mayoría de los proveedores de insumos enológicos del país. También el aprender haciendo, ya que la mayoría del equipo y yo no veníamos de la industria vitivinícola y nos formamos en el proceso. Por último, no queremos perder de vista que queremos lograr vinos lo más fieles posibles al lugar, exprimir el potencial del terruño al máximo”.
La enóloga señala que la influencia del clima entre añada y añada es remarcable, dando características muy distintas según la luminosidad o el promedio de temperaturas. Consultada acerca de su cepa favorita, Delfina remarca las bondades del Pinot Noir, pero no deja de señalar que todos los blancos, inclusive el Chardonnay que se crio en una barrica con flor, van a sorprender al público de una manera muy grata.
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