Enrico Dell’Acqua fue un inmigrante italiano que montó una importante empresa textil con sedes en Argentina, Brasil, Chile, Perú y Uruguay. Tuvo decenas de sucursales en el interior del país que adoptaron una singular estrategia comercial: se ubicaban en esquinas y eran reconocibles por el mosaico de un carro con una grácil figura alada.
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En la esquina sudoeste de Independencia y Boedo, donde hasta fines del siglo XIX había estado la Fonda de los Vascos con su frontón de pelota y canchas de bochas, aún se yergue un edificio con una obra de arte única en la ciudad de Buenos Aires: un medio arco con un mosaico de venecitas diseñado en estilo grecorromano. En un cielo polícromo y entre nubes blancas, ocres, celestes y grises, las teselas forman una figura femenina alada, vestida de blanco, descalza y envuelta en un manto rosado, que lleva una guirnalda en su cabeza. Su mano derecha sostiene una antorcha encendida y la izquierda tres bridas celestes que sujetan a un caballo blanco parado de manos y a dos caballos castaños que tiran de una biga romana color dorado, adornada con una figura mitológica. Conduce el carruaje un joven cubierto por una túnica azul que apenas deja ver su desnudez; con su mano izquierda sostiene las riendas y con la derecha un látigo.
El mural no tiene identificación de autor, solo la leyenda Marca Registrada, referida a Casa Dell’Acqua, la comitente del edificio, que lo ocupó pocos años. Algunos suponen que el mosaico se diseñó en Italia y que de allí vinieron sus materiales, de lo que no hay certeza.
El edificio –que conserva grabada la inscripción Sucursal Boedo– fue proyecto del arquitecto italiano Enrico Macchi, quien repitió el estilo arquitectónico en otros locales de la empresa. Las sucursales de Tucumán (también obra de Macchi), y otras como la de San Juan, Rosario, Mendoza, tuvieron mosaicos similares, cuando no se reprodujeron los motivos como murales pintados.
Enrico Dell’Acqua fue un comerciante italiano nacido en 1851 en Abbiategrasso, localidad de Lombardía a 20 kilómetros de Milán donde predomina el cultivo de arroz, y creció en Busto Arsizio, el pueblo de sus padres, Francesco y Anna Provasoli. Después de cursar estudios comerciales en Milán, trabajó en la empresa textil de su abuelo materno Pietro Provasoli, en Piazza della Fiera, donde su padre era contador.
Tras la muerte de Francesco en 1871, la empresa –que operaba con pequeños talleres textiles– pasó a denominarse Anna Provasoli e figlio, y al fallecer Anna, Enrico y su hermano Giovanni crearon Enrico Dell’Acqua e fratello, compañía que se distinguió por un sistema de venta directa a minoristas, sin intermediación. La fábrica estaba en Castrezzato (provincia de Brescia) y sus productos eran teñidos y terminados en Busto Arsizio (provincia de Varese, a 100 kilómetros de distancia). Para conocer el mercado aplicaron un método interesante: solicitaban información a los párrocos, a los agentes fiscales y a las comisarías de cada pueblo y luego enviaban viajantes, y así sus tejidos llegaron hasta el sur de Italia.
Después de intentos de exportación a España y África, Enrico enfocó su mirada en Sudamérica, donde vivían muchos italianos, potenciales clientes.
En 1886 envió un cuestionario de carácter comercial a todas las oficinas de correos de países sudamericanos y después de evaluar las respuestas, con ayuda del empresario milanés Federico Mylius abrió en enero de 1887 una casa importadora en Buenos Aires, distribuyendo entre los mayoristas muestras de tejidos italianos producidos en Gallarate, Busto Arsizio, Castellanza y Legnano.
Fue el primero de 50 viajes a Sudamérica, en los que investigaba desde los hábitos y costumbres de las personas hasta las condiciones geográficas y climáticas. Esos estudios de mercado lo llevaron a la conclusión de que los comerciantes mayoristas sudamericanos, vinculados a las grandes casas importadoras inglesas, francesas y alemanas, no comprarían productos italianos a menos que hubiese un contacto directo con las tiendas minoristas, especialmente las del interior.
Con apoyo de inversionistas italianos, en 1888 instaló una sucursal en Montevideo (que debió cerrar al año siguiente) y otra en São Paulo. En 1890 creó la Nuova Società d’Esportazione Enrico Dell’Acqua e Cía con sede en Milán y sucursales en Buenos Aires y São Paulo, donde también tuvo la representación de Fernet Branca para Brasil. La nueva empresa se hizo cargo de Enrico Dell’Acqua e fratello, representando a 150 firmas italianas, la mayoría textiles.
Tras la promulgación de aranceles proteccionistas en Brasil, con aporte de capitales brasileños inauguró en 1892 una fábrica con 300 telares en São Roque, empleando al 80% de la fuerza laboral del municipio.
Eso causó problemas con los inversionistas italianos, quienes estimaban que la nueva textil podría competir con los productores europeos.
En 1894 fundó en Buenos Aires la Sociedad Anónima Enrico Dell’Acqua y Compañía, la que además de importar productos textiles italianos instaló 154 telares mecánicos y 300 máquinas para producir artículos de hilo, algodón y lana. Para esa época colaboró con el periódico La Patria degli Italiani, escribiendo varios artículos sobre la crisis financiera argentina.
En 1898 participó con sus productos en la Exposición General de Turín, y con apoyo de la Banca Commerciale Italiana en 1899 creó la sociedad anónima Enrico Dell’Acqua Italian Export Company, cuyos accionistas le asignaron el cargo de Director General.
En 1902 abrió la red de tiendas minoristas Propaganda Industrial en zonas donde no había clientes de la compañía exportadora, invitando a italianos que estaban en condiciones económicas difíciles a viajar a Argentina y convertirse en comerciantes de sus productos. Las tiendas ofrecían “Ropa para trabajadores” y “Ropa blanca para caballeros” con un sistema de precio fijo y venta al contado que tuvo buenos resultados, pero provocó la reacción de la junta directiva, que se oponía a entrar en el sector minorista. Esa y otras disidencias llevaron a que en 1903 Dell’Acqua dejara la dirección de la firma y con el apoyo del Banco Cantonal del Tesino, el Banco Ressi y la fábrica de algodón Fürter y Bebié –que aportaron la mitad del capital– creara en 1904 una nueva sociedad en comandita, Enrico Dell’Acqua y Compañía, con sede en Bartolomé Mitre 1259, a la vez que transformó a su antigua empresa en la Società per l’Exportazione e per l’Industria Italo-American.
La primera fábrica de la Sociedad Industrial y Comercial ítalo americana La Vedetta –instalada en la manzana delimitada por Triunvirato (hoy Corrientes), Serrano, Thames y Camargo– se había incendiado parcialmente en noviembre de 1901, lo que le llevó a construir en 1904 un nuevo edificio en Darwin y Loyola. Así relataba un cronista su visita a esta fábrica: “Existen ingeniosas máquinas para hacer ojales y adjuntar botones. Hay máquinas muy raras para hacer los suéteres, alineadas en un departamento de una sala que toma la apariencia de un fantástico huerto plantado de árboles extraños, o de un curioso jardín compuesto por hileras de grandes macetas blancas, en las que florecen engranajes, pistones y ruedas brillantes y suaves. Está el departamento de procesamiento de algodones –que también es utilizado por el Ejército argentino– que se distribuye en torno a una amable y suave blancura. Está el departamento de teñido, pródigo de colores como un arco iris. Ahí está el departamento de recuperación de esquejes, que se transforman en relleno polar. Y hay un Departamento reservado para una máquina llamada “el diablo” por su fácil combustión de la materia que traga.”
La marca Vedetta se hizo popular en Sudamérica; Buenos Aires era el centro de operaciones y la de São Paulo era la empresa italiana más importante de Brasil. La compañía tuvo sucursales en Paraguay (donde cultivó algodón), Chile, Perú y Uruguay, y creó el Cotonificio Dell’Acqua, que anexó 40 fábricas, entre ellas la de tejidos de punto Maffioli y Battistella, uno de sus proveedores argentinos.
En Uruguay abrió en 1906 una nueva fábrica donde 450 operarios producían tejidos de punto y de algodón, y en 1909 la asoció con otras dos compañías, constituyendo la Algodonera Uruguaya, que en 1913 pasó a ser propiedad de Salvo y Campomar, una de las firmas integrantes.
Además de la planta Brasital de São Roque, otra más pequeña producía tejidos finos de algodón y jacquard. Camisetas, toallas, servilletas, medias, casimires, chales, franelas, colchas y géneros para alpargatas eran algunos de los productos que salían de sus telares. Para 1906 Dell’Acqua era una empresa sólida en Argentina, con un capital de 6.000.000 de Liras, 31 sucursales, 1.500 empleados y 4.000 mujeres que trabajaban desde sus casas. Enrico continuaba realizando investigaciones y experimentos para la creación de nuevos tipos de materiales textiles y tintes, y los productos de la marca Alba Nueva de las tiendas Propaganda Industrial competían con los Vedetta.
Ese año constituyó otras dos empresas: la Società Mercantil Dell’Acqua al Sud America y la Società Commerciale Italiana al Plata. Para sus fábricas en Brasil recibió apoyo de la Banca Commerciale Italiana, entidad que a su vez invirtió en el Banco Comercial Italiano de São Paulo –fundado por inmigrantes italianos– con el que Dell’Acqua estaba vinculado.
Todas las empresas estaban unidas por una serie de participaciones cruzadas, aunque cada una tenía autonomía de gestión y propios puntos de venta, que en opinión de Dell’Acqua eran el ejemplo más eficaz de “pequeñas energías” en acción. Enrico se jactaba de trabajar entre 15 y 20 horas por día, y sostenía que una empresa era “como una familia, cuyos miembros son todos solidarios entre sí, todos interesados en el bienestar de la casa que representan” y que “todas las grandes empresas tienen como base la fe en el líder que dirige y la creencia de él en los empleados que ejecutan”. La iniciativa propia de los empleados era bienvenida, ya que según Dell’Acqua “varias energías independientes” formaban una “fuerza única”, y esas ideas y la productividad eran recompensadas con incentivos.
Sin embargo, la nueva organización no dio los resultados esperados. Una nueva crisis financiera en Sudamérica; los acontecimientos políticos en Paraguay –que obstaculizaron el cultivo de algodón– y un incendio en su planta empacadora complicaron los negocios, y por errores de cálculo de ventas y un aumento excesivo de stock, el balance de 1908 fue negativo. Dell’Acqua debió abandonar el proyecto de Paraguay, vendiendo su planta de Asunción, y liquidó la Società Commerciale Italiana al Plata, cubriendo el déficit con el fondo de reserva de la compañía.
La empresa tuvo una recuperación durante 1910, y Dell’Acqua regresó a Milán con la idea de presentar señales positivas a los inversores y a la vez conocer a su nieta recién nacida, y allí falleció por un derrame cerebral mientras trabajaba en su oficina del Foro Bonaparte.
Dell’Acqua –quien se relacionó con los Reyes de Italia y otros influyentes personajes de la época– fue conocido como el El Pionero, por haber iniciado la exportación de algodón italiano, y recibió una Medalla de Oro del Ministerio de Industria y Comercio de su país “por el grandioso desarrollo que ha dado al comercio y la industria textil de América Latina”.
Luigi Einaudi (que luego fue Presidente de Italia) escribió el libro “Un príncipe mercante: estudio sobre la expansión colonial italiana” donde relata los logros del empresario, y así surgió el apelativo Príncipe Mercante con el que se identifica a Dell’Acqua. Otros libros, como Storia di Busto, de Pio Bondioli, también lo nombran como pionero de la industria textil.
Sus restos reposan en el Cementerio Monumental de Milán; llevan su nombre una calle de Roma, otra de São Roque y también una escuela en Busto Arsizio, comuna que además le dedicó un monumento ecuestre de bronce inaugurado en 1929 en la Piazza Volontari della Libertà, frente a la estación ferroviaria. En esa ciudad funciona la Associazione Enrico Dell’Acqua, que ayuda en temas de exportación a jóvenes emprendedores y edita la revista Busto Domani.
En Busto Arsizio también recuerdan a su esposa, Ida Bossi, nacida en esa ciudad en 1858 y con quien Enrico se casó en 1875. El matrimonio vivió en una hermosa casa en Milán, donde nacieron sus cuatro hijos: Francesco, el primogénito, que murió siendo un niño, y tres hijas: Teresa, Lucía y Anna. Dados los frecuentes viajes de Enrico por Europa y América, durante mucho tiempo Ida se ocupó sola de su casa y de la familia. Su hija Lucía se casó con el Conde veronés Gerolamo Corradi, y Anna con el Senador y empresario Giuseppe Cesare Borletti, quien heredó las empresas de su padre, creó otras y también fue Presidente del club de fútbol Inter de Milán.
A la muerte de Enrico, Ida continuó viviendo en Milán, en un edificio de Via San Vincenzino en el Foro Bonaparte, y falleció en 1925. Jamás olvidó su ciudad natal, apoyando permanentemente a organizaciones asistenciales con generosas donaciones.
Con motivo del centenario del fallecimiento de Enrico, el Correo italiano emitió en 2010 un matasellos en su honor; en Busto Arsizio se celebró el Dell’Acqua-Day y en el Palazzo Marliani-Cicogna, sede del Museo y biblioteca, se montó la muestra fotográfica “Más allá del Océano. La empresa comercial de Enrico Dell’Acqua y el trabajo de los italianos en América del Sur entre los siglos XIX y XX”.
Tras el fallecimiento de Dell’Acqua, la Società per l’Esportazione e per l’Industria Italo-americana sucesora de La Vedetta –con sede en Milán y filiales en Buenos Aires, São Paulo y Valparaíso; fábricas en Buenos Aires, São Roque y Salto d’ Itú y casas de compra en Manchester y París– continuó negociando artículos de punto, ropa blanca y de cama, toallas, manteles, camisas, camisetas, medias, ponchos, bombachas de campo, ropa de lana y frazadas de producción propia e importación directa de fábricas italianas, y sus acciones cotizaron en la Bolsa de Milán hasta 1935.
En 1926 la empresa construyó un edificio en Santiago del Estero 126, proyecto de los arquitectos Piero Portaluppi y Fernando Cardellini, donde funcionó la sociedad Oertly-Vedetta Industrial y comercial Italo-americana, dedicada a telas, tejidos, mantelería y lencería.
Para 1930 la poderosa Società d’Italia e d’América incluía a la Società per l’esportazione e per industria italo-americana, Brasital, Vedetta y Dell’Acqua Limitada. En 1933 la dirección resolvió el cierre de todas las sucursales de Dell’Acqua y luego el de los talleres. Algunas sucursales continuaron como Tiendas Argentinas y Tiendas Miranda, y en el edificio de Santiago del Estero 126 se instaló la textil Piccaluga.
Ya no queda mucho de lo que en su época fue considerado un imperio comercial. La fábrica Brasital de São Roque es hoy un Centro Cultural y la planta de Asunción se convirtió en oficinas del Ministerio Público paraguayo. La centenaria fábrica de Darwin 1154, que en 1989 fue sede de Casa FOA, ahora es un conjunto de lofts. El edificio de Santiago del Estero 126 fue ocupado por Lotería Nacional y hoy pertenece al Gobierno de la Ciudad. En la calle Uruguay 1074 se conserva un edificio de renta, obra de los arquitectos Togneri y Fitte, cuyo comitente fue Dell´Acqua.
Y el edificio de Boedo –sin protección patrimonial– ya no tiene el nombre sobre el lateral, ni el dorado en las letras, ni el cartel Dell’Acqua armado con lámparas, ni sus grandes vidrieras. Empero, los vecinos mantienen la esperanza de que el mosaico del frontis –que ya ha perdido algunas piezas– sea preservado y declarado patrimonio artístico de la ciudad.
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