Están escondidos en la trama de la ciudad y tienen vida propia. En ellos se dio cita la bohemia, la movida joven y se filmaron películas famosas.
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La ciudad de Buenos Aires cuenta con un centenar de pasajes. En casi todos los barrios porteños es posible encontrar alguno escondido en el mapa de la ciudad moderna. Son atractivos por su exclusividad: su propia estrechez y breve extensión los hace especiales. Aquí elegimos cinco cortadas emblemáticas. Cada una tiene una impronta y una arquitectura diferente, con historias y personajes de lo más variados.
Pasaje Carabelas
A pasos del Obelisco, este tramo se extiende desde Perón hasta presidente Roque Sáenz Peña. Su historia está ligada al Mercado del Plata que funcionó donde hoy se encuentra el Edificio del Plata, sede de dependencias municipales desalojadas en los últimos años.
El predio que primero se llamó Plaza Amarita surgió a fines de 1700 por iniciativa de varios vecinos,el Doctor Amarita entre ellos, que compraron esos terrenos para destinarlos a una plaza. Sin embargo, el espacio terminó convertido en el punto de encuentro de los carreteros dedicados a la venta de frutas, verduras, leña y cueros.
Con el tiempo, las carretas se mudaron, pero el ambiente no mejoró. El gran terreno vacío se convirtió en palabras de Germán García Hamilton en un “Lugar propicio a las emboscadas nocturnas y a lances y pendencias de amor y de vino, entre calaveras y malandrines”
Las cosas cambiaron en 1856 cuando se inauguró allí el Mercado del Plata. Entonces el pasaje convirtió en el patio trasero de esa actividad comercial. Al comienzo lo llamaron Cortada de las Artes (”De las Artes” era la actual Carlos Pellegrini) y recién en 1893 Cortada Carabelas porque solo entraban por allí las carabelas, nombre que le daban a los transportes relacionados con la carga y descarga de productos.
El hotel Americano fue uno de los edificios icónicos. También estaban los bodegones y cafés con precios accesibles para los empleados del mercado.
Al anochecer la zona congregaba la bohemia porteña: Evaristo Carriego, José Ingenieros y Florencio Sánchez se contaban entre sus habitués. Dicen que Sánchez escribió en el Dora de Carabelas M’hijo el dotor.
Con la construcción del Edifico del Plata, en 1962, los alrededores cambiaron, la vida del pasaje se volvió estrictamente diurna, vinculada al ritmo de trabajo de bancos y oficinas cercanas.
Pasaje Tres Sargentos
Durante el siglo XIX el sitio estaba ocupado por el zanjón Matorras, una suerte de canal de desagüe cavado en la tierra donde los vecinos arrojaban la basura. Convertido en un foco de contaminación, se rellenó en 1879. Sobre ese predio se construyó este pasaje de dos cuadras que corre casi paralelo a la avenida Córdoba, entre San Martín y la avenida Alem, en el barrio de Retiro.
El nombre rinde homenaje a tres soldados Juan Bautista Salazar, José María Gómez y Santiago Albarracín quienes en 1813 luego de la derrota de Vilcapugio lograron apresar en una misión espía a 10 soldados realistas en la posta de Tambo Nuevo (hoy Bolivia).
La incursión tuvo un efecto inesperado: los realistas convencidos de que estaban siendo atacados por una gran fuerza criolla, levantaron el asedio a Potosí y replegaron su vanguardia. La hazaña de los tres fue reconocida por Manuel Belgrano, a cargo del Ejército del Norte, quien los ascendió a sargentos.
Uno de los sitios emblemáticos del pasaje es el Bar o Bar –hoy Bárbaro– en Tres Sargentos 415, que replica el bar fundado en 1969 por Luis Felipe Noé, artista líder de la Nueva Figuración, en Reconquista 874.
Este bar congregó a la intelectualidad de la época, un oasis “en el desierto de Onganía”, según Tomás Eloy Martínez. Los vidrios de la fachada fueron pintados por artista Jorge de la Vega para el local original y se instalaron aquí luego de la mudanza.
En la cuadra siguiente ,está otro edificio emblema del barrio, la subestación eléctrica de la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad que construyó Juan Chiogna en un estilo románico lombardo con un lindísimo reloj de sol que corona la fachada.
Pasaje de la Piedad
Resulta difícil adivinar que detrás del bullicio urbano de la calle Bartolomé Mitre se esconde un precioso pasaje, uno de los más pintorescos de la ciudad de Buenos Aires.
Esta rareza urbanística ocurre al 1500 de esa misma calle, una suerte de callejón adoquinado se mete en forma de U hacia el interior de la manzana y devela un ambiente muy diferente, ricos guiños estilísticos que devuelven un paisaje ecléctico, típico de fines del siglo XIX en esta ciudad. El pasaje toma el nombre de la iglesia de Nuestra Señora de la Piedad del Monte Calvario, ubicada ahí nomás, y del primer nombre de Bartolomé Mitre que era, claro, Piedad.
El conjunto fue encargado por Arturo Gramajo a los arquitectos genoveses Nicolás y José Canales. Aunque finalmente lo concluyó en 1909 el piamontés Juan Antonio Buschiazzo.
Los edificios de tres cuerpos con retiro de fachada y una antesala común de jardines suman un total de 114 unidades, pero solo 49 cuentan con acceso al pasaje, hoy vallado con rejas, que mantiene la actividad comercial en el frente y la función residencial en su interior.
El aire europeo y piso adoquinado le dan un aire de preciosa escenografía. Precisamente allí se filmaron entre otras: Fiebre de primavera, La orquídea, Un guapo del 900, Pobre mi madre querida, Mi noche triste y El infierno tan temido, además de la producción internacional Assassination Tango, el film escrito, dirigido y protagonizado por Robert Duvall.
El bailarín Jorge Donn, el director Enrique Carreras y célebres hombres del tango como Juan D’Arienzo y Miguel Caló vivieron aquí.
Pasaje Bollini
Los mayores de 50 recordarán el pasaje como un punto de encuentro de veladas legendarias hacia fines de los ‘80, en torno del famoso bar La Dama de Bollini. Pero lo cierto es que la historia del sitio es muy antigua.
Ubicado en el barrio de Recoleta, a pasos del Hospital Rivadavia, este pasaje empedrado de veredas angostísimas corre entre las calles Pacheco de Melo y French por solo dos exiguas cuadras.
Los primeros datos llegan de 1874 cuando unos 300 inmigrantes se trasladaron a la quinta de Bollini, una propiedad que originalmente ocupaba un sector de tierras desde Las Heras (a la altura de Sánchez de Bustamante) hasta Paraguay y que luego se extendió hacia el actual Palermo Soho.
Esos primeros habitantes, quinteros y elaboradores de vino, vivían en casas modestas. Con el tiempo surgieron locales comerciales que atrajeron al “malevaje”.
El pasaje tomó su nombre actual en 1887. La familia Bollini tuvo un lugar de importancia en la vida nacional. Francisco Bollini, un arquitecto italiano que llegó al país en 1845, ganó un lugar en la nueva sociedad porteña luego de la derrota de Urquiza. Su hijo, Francisco P. fue intendente de Buenos Aires y entre sus muchas iniciativas se destacó la construcción del Palacio Municipal de la ciudad y la contratación del paisajista francés Carlos Thays como director de Paseos.
La nueva historia comenzó con la inauguración de La Dama de Bollini en 1983. El sitio convocó a intelectuales de la época como Jorge Luis Borges, Guillermo Roux, Raquel Forner y Pérez Celis, que le dieron un carácter diferente. Luego se instalaron numeroso pubs y restaurantes y se generó una movida joven.
Más cerca de nuestros días, durante la administración Macri y por iniciativa de un grupo de vecinos, se hicieron cambios importantes como el reordenamiento de tránsito y la pintura de las fachadas de las 15 casas del pasaje que adquirió una nueva vida.
Pasaje Rivarola
Es una pieza de urbanismo única con un diseño en espejo, poco habitual en esta ciudad. Las construcciones a un lado y al otro de la calle son absolutamente simétricas y ese carácter le otorga una atmósfera singular. Además, es una réplica de un rincón parisino, hecho que aumenta su encanto.
El pasaje doctor Rodolfo Rivarola del barrio de San Nicolás tiene una sola cuadra que une las calle Bartolomé Mitre y Tte. Gral. Juan Domingo Perón y corre paralelo a Talcahuano y Uruguay.
Fue impulsado en 1824-1825 por la compañía de seguros La Rural que le dio su primer nombre: Pasaje La Rural. Diseñado por estudio de los arquitectos e ingenieros Petersen, Thiele y Cruz y fue construido por la empresa GEOPÉ.
A pesar de algunos pocos cambios, el sitio conserva su aspecto original y fue elegido por varios cineastas como locación de las películas: Roma (2004), La señal (2007) y Horizontal/Vertical (2009).
Toda la cuadra forma un conjunto arquitectónico compuesto por ocho edificios –cuatro de cada lado– con tres departamentos por piso. La planta baja, además de los amplios accesos independientes para cada uno de los bloques, está ocupada por locales comerciales. Las viviendas se desarrollan en cinco niveles, el último con mansarda. En la azotea había un espacio destinado al lavado y tendido de ropa y en el sótano funcionaban los espacios para depósito.
El tratamiento de la fachada le da un aspecto homogéneo de extremo a extremo debido al uso de varios recursos, uno de ellos es una línea ininterrumpida de balcones con balaustres que separa la zona de vivienda de la planta baja de tono comercial.
En las cuatro esquinas, los cuatro edificios poseen una cúpula con mirador. Aquí todo responde al gusto de la época: puro eclecticismo, aunque predomina un aire francés que salta a primera vista.
La Casa Raab, conocida también como La Chacarita de los Relojes, cuyo frente estaba ornamentado por un reloj muy peculiar, fue uno de los comercios emblemáticos.
El nombre actual lo adquirió en 1957 y es un homenaje al doctor Rodolfo Rivarola, uno de los pensadores destacados de la generación del ‘80.
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