Pilar Seoane es alumna de la Escuela Agrotécnica Salesiana Don Bosco de Uribelarrea, cursa ocho horas diarias y viaja cuatro más. Qué se aprende en esta casa de estudios y por qué es la más renombrada.
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Pilar Seonane tiene 18 años, una claridad abrumadora y lejos de cualquier romanticismo. Pasa ocho horas en la escuela y otras cuatro viajando porque vive en Lomas de Zamora y, hasta llegar a Uribelarrea, donde está la Escuela Agrotécnica Salesiana Don Bosco, el transporte demora dos horas de ida y dos de regreso, después de buscar y dejar alumnos por diferentes lugares.
A la prestigiosa academia, fundada en 1894, y venerada por generaciones de familias, asisten uribelarrenses y bonaerenses de varias localidades: Lobos, Cañuelas, Ezeiza, Banfield, Monte Grande, Ciudad Evita y Lomas de Zamora. La decisión de estudiar ahí fue de ella, de Pilar, la muchacha que había tenido una mala experiencia en una institución palotina y que no dudó en irse a otra parte -siempre con el apoyo de la familia-, ahí donde la cuestión banal se dejara de lado, y resonaran mejor sus intereses, su sensibilidad. “Había muchas diferencias sociales. Era quién hacía tal deporte, quién era más lindo, quién era más feo, quién tenía más plata, quién se iba de viaje, quién miraba tal serie”, relata.
Un día conoció la escuela rural uribelarrense y le encantó, “...aunque no entendía cómo se manejaban y al principio me costó entrar en ese ritmo. Estaba ocho horas afuera de casa, en realidad eran doce con el viaje”. Pero se fue acostumbrando. Acostumbrando para bien, porque al oírla hablar, lo único que se escucha es admiración por el sitio que la recibió sin importar de dónde venía ni a qué religión adscribía. Pilar no sólo eligió la escuela en la que quería estudiar, también sabe a qué dioses venerar, qué literatura leer, y qué hará una vez que termine el séptimo año. Es una muchacha con vuelo propio.
Una de las mejores de Latinoamérica
La tarea de los salesianos de Don Bosco se inspira en la vida y obra de San Juan Bosco, un sacerdote italiano nacido en 1815. San Juan Bosco “fue especialmente sensible a las necesidades de los jóvenes más pobres de Turín, Italia, a quienes les dio una casa que los recibía con cariño, un patio para divertirse con amigos, una escuela para prepararse para la vida y una parroquia para encontrarse con Dios”, recita una de las descripciones.
Hace 129 años, en una extensión de 478 hectáreas, funciona una de las instituciones educativas más prestigiosas de Latinoamérica, en su especialidad, la agricultura práctica. Se estableció en tierras donadas por Don Miguel Nemesio de Uribelarrea, el fundador del pueblo, con la intención de recibir a jóvenes de todas partes, darles un lugar y enseñarles las tareas y trabajos que se pueden hacer en el campo. “Cunicultura, guachera, gallinas ponedoras, tambo, cabañas de cerdos, plantas de alimentos balanceados, industrias cárnicas y lácteas, taller de mecánica, de carpintería, zona tractorista donde aprender a manejar tractores y traslado de alimento”, es la enumeración que hace una ex alumna que hoy se dedica a hacer las visitas guiadas por el lugar. Las alumnas y alumnos de esta escuela -que en sus inicios fue sólo de varones y, en la década del 90, cambió a la modalidad mixta- hacen todo tipo de actividades, producen quesos, chacinados, mermeladas y otros productos.
En estas aulas, a las que actualmente asisten 432 alumnos de todas partes, estudió el rieonegrense, de origen mapuche y chileno, Ceferino Namuncurá, y se filmó la película, con nombre casi homónimo, “El Milagro de Ceferino Namuncurá”. En estas aulas, también estudia Pilar Seoane, a quien a veces se la puede ver con botas de tambo y delantal, subida a una estantería de quesos, estirando los brazos para alcanzar las hormas y darlas vuelta, una por una. En ese momento es la jefa de producción y está a cargo de todos los alumnos, durante una semana entera. Se la ve cómoda en su rol, contenta, tranquila, aunque en los inicios, allá por el 2017, haya sido otro el cantar.
Nadie dijo que sería fácil
Al cambiar de casa de estudios, Pilar debió asumir las consecuencias de la decisión que había tomado. Esas consecuencias no solo eran recorrer a diario parte de la ruta 205, sino también llegar por primera vez a un lugar donde mucha gente se conocía, y ella, que vivía lejos, estaba sola. Recuerda aquellos días, el sentirse un poco “sapo de otro pozo”, pero con la sensación de buen augurio, de que una vez que superara la barrera, todo cambiaría.
Una mañana, vio a una chica que estaba bien al fondo del aula, igual de sola que ella. Se acercó y le dijo, “disculpá, ¿estás sola? Porque yo también y no entiendo nada”. Así, de una y sin rodeos, comenzó una amistad, “al día de hoy somos muy amigas, no nos separamos más”.
Pero la escuela salesiana también hizo lo suyo -con su lema referente, “estás en casa, estás en familia” (al parecer una buena familia)-, organizaba actividades, juegos, clases especiales, visitas, todo para que el grupo se fuera integrando. “Hoy en día somos prácticamente una familia, y siempre lo agradecemos”. Aunque lo que más agradece Pilar, tal vez lo que quedará atesorado en ella como un valor adquirido, es la diversidad y la inclusión que encuentra ahí. “Lo que más me gusta es la inclusión que hay. Acá hay chicos que tienen padres con mucho dinero y somos todos iguales, ninguno ostenta nada”. Hay peleas, sí. Hay diferencias, sí. Y hay un tiempo para saldar los desencuentros.
Una muchacha muy sabia
En los viajes de ida y de vuelta, Pilar, la joven ávida de conocimiento y decidida a estudiar veterinaria en la Universidad de Buenos Aires, aprovecha para leer libros. Lo hace desde chica, piensa que ahí hay un mundo, nada más ni nada menos que el mundo de la imaginación. Nombra libros de literatura como Indigno de ser humano, del japonés Osamu Dazai o Kokoro, del escritor Natsume Sōseki, aunque en realidad lee de todo: historia de Japón, de la era de los samurái, antropología, mitos y leyendas, costumbres y tradiciones. También lee libros de religión, lo que le permitió tomar el camino (poco convencional para esta parte de occidente) del neo paganismo -en su caso, con un panteón nórdico como principal fuente de fe-, una rama del paganismo que se crea a partir de una sincreción de las religiones antiguas. “Creo en el Ásatrú, la visión de los vikingos, mucha filosofía budista, shinto japonés”, dice. Pero lo más extraordinario de esta chica, que parece venir de una familia que la acompaña y otorga libertad en proporciones iguales, no es la religión ni los libros que nombra, sino los espacios que encuentra para poder ser quien quiere ser, como lo es la Escuela Agrotécnica Salesiana Don Bosco.
DATOS ÚTILES
Dirección del local con productos elaborados en la escuela: Av. Valeria de Crotto 2001. Horarios: lunes a viernes de 8 a 16, sábados y domingos de 8 a 18.
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