Más de cien pasajes engalanan la ciudad de Buenos Aires y todos tienen un origen que traslada a diferentes momentos de nuestra historia.
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Construidos entre 1880 y 1920, los pasajes nacieron como respuesta a un incipiente problema habitacional. Con la epidemia de fiebre amarilla, en 1871, las clases altas abandonaron el sur de la ciudad y se mudaron a la zona norte, iniciándose así un proceso de densificación urbana. Si bien había ciertas normativas para la urbanización sobre un trazado cuadricular, las calles interiores permitieron aumentar el número de viviendas y fueron una solución rápida al crecimiento de la población. Además, las diversas subdivisiones de parcelas y los muchos loteos dieron origen a calles interiores, pasajes en forma de letras, calles sin salida, cul-de-sac, todos con su propia impronta.
Butteler, en forma de cruz
El pasaje Butteler es el único en forma de cruz en la ciudad de Buenos Aires y está entre las avenidas Cobo y La Plata, y las calles Zelarrayán y Senillosa, en Parque Chacabuco. Es una equis que en el medio tiene una pequeña plazoleta con un busto de Enrique Santos Discépolo. Su numeración es del 0 al 100 y gira en sentido contrario a las agujas del reloj. Y desde el 2010, es área de protección histórica.
Su origen data de comienzos del 1900 y fue el primer barrio social de la ciudad de Buenos Aires. La construcción se terminó en 1910, con 64 casas idénticas destinadas a obreros que trabajaban para Azucena Butteler, miembro de la Sociedad Protectora del Obrero.
Hoy es un barrio tranquilo, donde los chicos todavía pueden salir a jugar a la pelota o andar en bicicleta, y los vecinos se cuidan entre todos. Dicen que en la casa número 17 vivió Rafael Rossi, bandoneonista de Carlos Gardel, y hay un portón que ostenta sus iniciales. También se dice que en los años ‘30, Gardel y Discépolo solían reunirse en la placita escondida, llamada Discépolo desde 1972.
El lugar fue elegido como escenografía de publicidades, novelas y películas, entre ellas Culpable, de Hugo del Carril (1959), y Valentín, protagonizada por Rodrigo Noya, en el 2002.
Además, se lo identifica con el club San Lorenzo de Almagro porque durante muchos años la placita fue el lugar de encuentro de su hinchada, ya que el pasaje está a escasas tres cuadras del Viejo Gasómetro. Tal es el reconocimiento, que bautizaron a la hinchada como la gloriosa Butteler.
Colombo, un pasaje en forma de L
El pasaje tiene entrada por la Avenida Rivadavia 2431, recorre treinta metros en el interior de la manzana, gira noventa grados hacia la derecha y sale por Azcuénaga 34. Es una letra L, que entra y sale en la misma manzana y está ubicado a cuatro cuadras de Plaza Miserere.
Su origen data de finales del 1800, cuando la compañía de seguros La Edificadora compró parcelas de tierra para construir edificios y venderlos. Para ese proyecto inmobiliario llevado adelante por el arquitecto alemán Carlos Heynemann, se trazó un camino interno al que popularmente se lo llamaba Edificadora, hasta que la empresa quebró en 1890 y el comerciante Carlos Ambrosio Colombo compró el lote.
Hoy alberga decenas de casas particulares, la entrada tiene un señorial portón de hierro y muchas de las puertas todavía conservan un llamador de bronce en forma de mano. El pavimento es de baldosa calcárea, y una de las calles termina en un pequeño departamento con acceso independiente destinado a portería. Además, tiene un subsuelo, una planta baja con unidades interiores destinadas a vivienda y una decena de locales para uso comercial, y otras cuatro plantas superiores con unidades de tres a ocho habitaciones.
Hay dos plaquetas que rezan: “esta manzana formó parte de la quinta de Antonio González Varela, apodado Miserere, pionero del barrio”. Y la otra: “aquí vivió y murió el gran escritor argentino Leopoldo Marechal (1900 – 1970). En su memoria y homenaje”. En 1997 el lugar fue declarado sitio de patrimonio edilicio de la ciudad de Buenos Aires e incluido dentro de las Áreas de Protección Histórica. El pasaje Colombo también fue utilizado como escenario de muchas publicidades.
De La Piedad, una herradura
El pasaje tiene forma de herradura, es único en la ciudad, y está metido casi media cuadra adentro de la manzana, con dos accesos por la misma calle: Bartolomé Mitre 1525 y 1573, entre Montevideo y Paraná, en plena city porteña. Aún pueden leerse, en pintorescos carteles azules, las indicaciones de entrada y salida para carruajes. Su denominación proviene del nombre de la Iglesia de la Señora de la Piedad del Monte Calvario, que está enfrente. En el 2016 fue declarado de interés cultural.
Es uno de los primeros edificios de renta que tiene su propia numeración y que conserva las arcadas, los trabajos de herrería y las puertas de madera. Además, en 1905 el edificio tuvo el primer ascensor del barrio, que hoy ya no funciona. Su construcción se inició en 1888 y demoró casi veinte años, y los arquitectos fueron los hermanos genoveses Nicolás y José Canales, y el piamontés Juan Antonio Buschiazzo, quienes dejaron una marcada influencia italiana y también francesa. Encomendado por Arturo Gramajo por deseo de su esposa María Adela Saraza de Atucha, que había heredado las tierras, tiene 114 unidades entre las que se mezclan comercios y residencias, con edificios de tres cuerpos con retiro de fachada y una antesala común de jardines.
Dicen que sirvió de inspiración para algunos versos de Jorge Luis Borges, y que allí vivieron los tangueros Juan D’Arienzo y Miguel Caló, el bailarín Jorge Donn, el actor Alberto Olmedo, el director de cine Enrique Carreras y el conductor Andrés Percivale.
Su particularidad hizo que fuera elegido por muchas producciones de cine, entre ellas las películas Fiebre de primavera, La orquídea, Un guapo del 900, Pobre mi madre querida, Mi noche triste y El infierno tan temido. Además, allí se filmó Assassination Tango, de Robert Duvall. También hay un teatro en el que actuaron Alfredo Alcón y Libertad Lamarque. Y la leyenda dice que allí asesinaron al Vivo Caprioli, un matón que formaba parte de la banda del Pibe Cabeza, y que en el sótano entrenaba el boxeador Justo Suárez, el Torito de Mataderos.
El Pasaje San Lorenzo y la casa más angosta de Buenos Aires
Ubicado en el corazón de San Telmo, a la altura de Defensa al 700, entre Chile y la avenida Independencia, el Pasaje San Lorenzo tiene apenas dos cuadras y ostenta construcciones de finales de los siglos XIX y XX.
En esos escasos 200 metros, en San Lorenzo 380, está la casa más angosta de la ciudad, de 2,5 metros de frente y 13 de fondo, con paredes originales de barro cocido, una fachada sencilla, una puerta de dos hojas, y en la planta alta, un pequeño balcón con barrotes de hierro. Dicen que perteneció a una pareja de esclavos libertos, a quienes sus amos les asignaban un pequeño espacio para levantar su vivienda, contiguo a su propiedad. Pero no hay certezas. Algunos historiadores aseguran que es el espacio residual que quedó tras las sucesivas reformas edilicias que sufrió la manzana. Lo cierto es la única casa de este tipo que sigue en pie en la ciudad. Allí vivió durante algunos el artista plástico Silvio Bassi, su último habitante, y en 1994 la compró Jorge Eckstein, empresario químico que intentó reconstruirla lo más parecida posible a la versión original y hoy puede visitarse todos los días de 13 a 17 horas.
En esas dos cuadras de calles empedradas y pequeños balcones, también hay artesanos que exhiben sus obras en una vieja casona del siglo XVIII, La galería de los Patios de San Telmo, con talleres de arte y artesanías. Hay una feria de la Asociación Amigos y Vecinos de San Pedro Telmo, que se fundó en el año 2001 y reúne a los artesanos y los artistas plásticos del barrio, y funciona el Taller Arte Pasajero San Lorenzo.
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