Es sinónimo del mejor cristal desde que el italiano Anselmo Gaminara la fundó en San Carlos Centro, Santa Fe. Hoy está en manos de la segunda y tercera generación de la familia.
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Altare es un pueblo italiano de 2200 habitantes, que está ubicado en la provincia de Savona, en Liguria. En ese rincón próximo a Génova, poco después de la Segunda Guerra Mundial, comenzó a tejerse una historia cuyo desarrollo principal tendría como escenario San Carlos Centro, otra pequeña localidad, pero ubicada al otro lado del Atlántico, en el centro de la provincia argentina de Santa Fe.
En septiembre de 1947, catorce jóvenes de Altare que habían conformado un grupo llamado Tova (Técnicos Obreros del Vidrio) llegaron a la ciudad de San Jorge, donde fundaron la cristalería Saica (Sociedad Anónima Industrial Cristal Artístico).
Ellos eran: Isidoro y Gerardo Bormioli, cuya familia había poseido en Altare su propia cristalería; Vinicio Saroldi, Luigi Visani, Virginio Bassano, Carlo Garabello, Francesco Rotazzo, Carlo Rabellino, Edoardo Pioppo, Aldo Buzzone, Pietro Gaggino, Adarco De Biasi, Rinaldo Scarone y Anselmo Gaminara.
Poco tiempo después, una parte de aquellos catorce se estableció más al este, en San Carlos Centro. Fue allí donde Anselmo Gaminara (un artesano con gran habilidad para el diseño de objetos de cristal) fundó la Cristalería San Carlos. La firma comenzó a funcionar en octubre de 1949 y se convirtió en un emblema de la ciudad que todavía permanece en pie 73 años más tarde. En 2013, el Congreso Nacional declaró a San Carlos Centro Capital Nacional del Cristal Artesanal por Ley 26.866. Anselmo falleció el 6 de agosto de 1987.
La cristalería se convirtió en un emblema de la identidad sancarlina. Tanto es así, que una de las calles de la ciudad lleva el nombre de Anselmo. No fue la única. Tras haberse instalado, las familias Rabellino y De Biasi, se separaron de la sociedad formada con Gaminara para fundar la cristalería Liguria, ya desaparecida.
San Carlos ocupa actualmente unos 70 obreros. De sus instalaciones salen aproximadamente 1.500 piezas diarias de diferentes características, que se elaboran en base a un total de 2500 kilos de cristal fundido.
Saberes ancestrales
Si bien los hornos que se utilizan (alcanzan una temperatura de 1450 grados para permitir que la masa vítrea pueda ser manipulada por los artesanos para convertirla en cristal) han evolucionado, las técnicas no han variado demasiado respecto a las que se utilizaban en el período renacentista o en la Edad Media. En efecto, las pinzas de corcho, madera o cartón, no difieren demasiado de las de aquellos tiempos.
El trabajo, que implica para los operarios la puesta en práctica de saberes centenarios (formarlos en el oficio demanda, en promedio, 10 años) es artesanal en un 80 por ciento. La ayuda mecánica apenas sirve para el corte y pulido de los bordes de las piezas. Cuando la mezcla adquiere el punto de fusión, se extrae una parte con una caña y a través de la técnica del soplado se le da forma, lo cual requiere oficio y velocidad: el tiempo de maleabilidad dura pocos minutos.
Brillantes y sonoros
El cristal fabricado en forma artesanal tiene características particulares: desde la empresa afirman que es posible reconocerlo gracias a su brillo, su sonoridad, su blancura y su peso. Es un trabajo complejo. De hecho, para fabricar una copa intervienen, según como esté conformado el equipo, unos diez operarios que cumplen funciones en las distintas etapas. La fabricación de un vaso requiere, en cambio, la participación de cuatro personas.
El cristal que se elabora en la cristalería sancarlina se produce en base a cuarzo, soda Solvay, potasio y calcio. También se produce cristal de plomo, que es el más apreciado por las dificultades que implica su proceso de fabricación. Una curiosidad que pocos saben, pero que desde la firma sancarlina reiteran en cada visita guiada, es que los hornos no se apagan. Permanecen encendidos día y noche durante períodos de cinco años.
Calidad y recursos humanos
Ricardo Gaminara, hijo de Anselmo, es quien dirige hoy las riendas de la empresa, atento al legado paterno. Sostiene que la de San Carlos desarrolla productos que están al mismo nivel de los que se producen en Europa con las mismas técnicas.
Ante la consulta sobre lo que más se valora del cristal sancarlino en los distintos mercados a los que llega (Estados Unidos, Brasil, Chile, Perú y Grecia) Gaminara habla de nombre, calidad, capacidad de instrumentar distintas técnicas al mismo tiempo. Y remarca la “capacidad de innovación y adaptabilidad de los productos a los requerimientos de cada comprador”.
En 2019, por ejemplo, al cumplir la empresa 70 años, la nieta de Anselmo, la sommeliere Vera Gaminara, presentó el vino Cuna de Cristal.
En un contexto de turbulencias económicas como el que ofrece la Argentina actualmente, la cristalería apuesta, según Gaminara a un combo de medidas que se basa en la renovación de ideas, la incorporación de nuevos artículos, búsqueda de nuevos mercados y eficientización de los procesos.
Entre otros caminos, buscan profundizar en el mediano plazo en terrenos como coctelería y decoración. Sin perder de vista los rubros que los han convertido en una referencia nacional. A tal punto que los habitantes de la ciudad, cuando se mueven por el país y explican que son de San Carlos Centro suelen escuchar la misma réplica: ¿Ahí está la Cristalería, no?
San Carlos. Av San Martín 1646, San Carlos Centro, Santa Fe. Visitas guiadas (únicamente por la mañana), de lunes a sabados de 7 a 12 hs. Solicitar turno previos contacto@san-carlos.com.ar o al telefono (0340) 442-0148.
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