Un recorrido que zigzaguea entre las cálidas aguas del Mediterráneo y los majestuosos montes malagueños, entre los sabores de mar y los de la sierra, entre el glamour costero y el encanto de los pueblos blancos.
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1- Puerto Banús
Existe en la Costa del Sol un microcosmos que huele a perfume francés y suena a coches deportivos. Un pequeño planeta donde las únicas tiendas son de lujo y en el mar conviven peces con cruceros millonarios. Este lugar en el mundo fue ideado y materializado por el empresario, constructor y promotor inmobiliario tarraconense José Banús Masdeu. En menos de una década, transformó un páramo junto al mar en un universo de glamour. Confió el diseño del puerto deportivo a Pierre Canto, autor del puerto de Cannes, y la exclusiva urbanización circundante al arquitecto de origen suizo Noldi Schreck, creador del “estilo Acapulco” y de gran parte de Beverly Hills, entre otras obras.
Puerto Banús se inauguró en 1970 con una celebración que duró una semana y que incluyó un show de Julio Iglesias al que asistieron el fundador de Playboy, Hugh Hefner, rodeado por un harén; el príncipe Raniero, acompañado por Grace Kelly; Roman Polanski, y la princesa de Mónaco, entre los principales invitados. Desde ese día, la presencia del jet set convirtió a Puerto Banús en uno de los puertos deportivos más exclusivos de Europa y atrae tanto a millonarios como a turistas de todo el mundo que eligen ser parte de este escaparate, aunque sea por unas horas.
2- Marbella
Junto a una fuente adornada por cuatro ranas que simbolizan la prosperidad, a la sombra de los jacarandás que delimitan la Plaza de la Victoria, se encuentra el busto de don Jaime de Mora y Aragón. Don Jaime no fue un héroe de guerra, sino un aristócrata y actor español. Hijo de los marqueses de Casa Riera y hermano de Fabiola, reina consorte de Bélgica entre 1960 y 1993, don Jaime fue el rey de todas las fiestas de Marbella durante los años 50. Lo cierto es que este busto es un puntapié inicial para conocer la historia que marcó el posicionamiento de esta ciudad como destino de lujo.
Todo comenzó en los 40, cuando el aristócrata y empresario madrileño Ricardo Soriano y Scholtz von Hermensdorff descubrió este enclave y se enamoró perdidamente. Conocido como el “marqués de Ivanrey”, pensó que sería un destino ideal para veranear con sus amigos de la alta sociedad. Entonces, se comprometió con el desarrollo hotelero y de áreas residenciales ultraexclusivas, para posicionar la ciudad como un destino de elite. Y lo consiguió.
Una visita a Marbella debe incluir un paseo por el casco antiguo para descubrir su trazado urbano musulmán, tapear en La Sacristía, tomar una cerveza en la Plaza de los Naranjos, recorrer la Calle Carmen con sus maceteros azules y visitar la Iglesia de la Encarnación. Luego, tomar la avenida Ricardo Soriano en sentido Puerto Banús para descubrir la Milla de Oro, una zona donde conviven mansiones, el palacio Mar-Mar –en el que descansa la realeza saudí cada verano–, boutiques de diseño, restaurantes con estrellas Michelin, exclusivos clubes de playa y dos íconos de los años más glamorosos de la ciudad: el hotel Marbella Club, frecuentado por personalidades como Sean Connery y Liza Minnelli, y el hotel Puente Romano.
3- Playa de Cabopino
Escondida entre las Dunas de Artola, declaradas Monumento Natural por la Junta de Andalucía en 2001, esta playa es una de las más extensas de la Costa del Sol. Lo tiene todo: una pasarela de madera para atravesar un laberinto de médanos hasta llegar al mar, arenas doradas y finas sin piedras, aguas cristalinas con olas suaves, un puerto deportivo, servicios, chiringuitos donde comer con vistas al horizonte azul y hasta un sector nudista para quienes quieren disfrutar de la playa a pura piel. Recibir la noche en el puerto es un plan ideal para terminar el día, rodeado de barcitos con vista a los yates mientras se respira aire mediterráneo.
4- Nerja
Probablemente, a muchos les suene Nerja por el Balcón de Europa, un imponente mirador que se asoma sobre el inmenso Mediterráneo en el que cada día toca un músico diferente. La escena es perfecta cuando el romper de las olas se funde con el cante de una guitarra flamenca y el de la brisa marina. A otros quizás les haga acordar a las cuevas que llevan su nombre y que descubren un universo de estalactitas y estalagmitas que parece de otro planeta. O, tal vez, por algún capítulo de la serie Verano azul, que se rodó aquí y transformó el destino para siempre.
Dicen que la luz que cubre sus costas se siente como si el sol viviera aquí todo el año. Y algo de eso hay, pues crecen mangos, chirimoyas y lichis como en plena floresta tropical. Quien quiera recorrer la ciudad como los nerjeños hará bien en pedirse un helado de sabor “Málaga” (una crema con pasas y vino dulce malagueño) y apurar el paso. Tras una caminata, podrá decidir si toma un descanso en alguna de las dos playas céntricas que están a cada lado del Balcón: El Salón y Calahonda, una cala rodeada de barcas de pescadores que invita a nadar entre inmensos peñascos.
A menos de 10 minutos en auto, a los pies del gran acantilado que sostiene la localidad de Nerja, se encuentra la Playa de Maro. Escondida entre barrancos y terrenos rurales, sus aguas cristalinas son una oportunidad para practicar snorkel y submarinismo. Es tan bella que atrae visitantes de todas partes, por lo que hay que llegar temprano antes de que se complete el aforo. Los más aventureros pueden desplazarse cinco kilómetros para descubrir la playa de Burriana. Desde su costa parten travesías en kayak que proponen remar entre cuevas y cascadas para llevarse una postal de este enclave magnético desde el agua.
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