Los preparativos, los nervios y el color del carnaval entrerriano nacido hace 158 años en una de sus últimas noches.
- 8 minutos de lectura'
Faltan diez minutos para empezar. Zaira Contavalle respira hondo. Camina de un lado a otro por tramos de cinco metros. Todavía no tiene puestas la corona ni las botas, y acaba de probarse el espaldar de plumas que pesa 4 kilos: se lo encastraron en un soporte de hierro que lleva en la espalda como una mochila. No está nerviosa, o al menos eso dice y es coherente escucharlo. Hace quince años que ella baila en la comparsa y tiene veinte. Forma parte de Bella Samba, la comparsa de 350 integrantes que fundó su padre en 2008 con un grupo de amigos.
Este año, por primera vez en el corsódromo Atanasio Bonfiglio, ella hará la apertura de su comparsa. Será la primera figura a la vista, la embajadora. Alta, corpulenta, con gran sonrisa y una corona de más de 3000 plumas, representará a Salto Chico, un salto de agua del río Uruguay, el río de los Pájaros. Caminará por una manga de 400 metros, despacio por momentos, sambando por otros, estirando los brazos con movimientos envolventes y sutiles, precedida por dieciseis garzas blancas, el frente de la comparsa. Ahora se queda quieta y deja que Marcelo Galarza, el emplumador y coordinador de figura, le coloque la corona sobre la cabeza. Esta noche él es el guía, la luz de los ojos de ella; si ella da un paso, él ya habrá dado dos. Marcelo le ata la corona y sus dedos tienen la velocidad de los dedos de un pianista, entrelaza tiras marrones en el peinado, le pregunta si quiere ponerse las botas o prefiere esperar unos minutos. “Mejor me pongo las botas”, dice ella, y estira la pierna derecha, el empeine que deberá entrar en ese calzado dorado, con piedras de cristal, boreal, checo y reina, y un taco de 15 centímetros de altura.
Faltan siete minutos. Zaira tiene corona, botas; dejan para el final lo más importante, la estructura espectacular. El espaldar con herrería hecha en la provincia de Corrientes y plumas de faisán, gallo color natural y Boa Marabú. El sábado pasado, el único que su abuela -Gladis Bechara, que alguna vez fue reina de Carumbé en el carnaval de Paso de los Libres-, fue al corsódromo para ver bailar a la nieta (el único día que Marcelo no pudo asistir a Zaira), a ella se le quebró el espaldar a los quince minutos de haber ingresado a la manga. El espaldar no puede volver a romperse.
Faltan tres minutos para empezar y cuatro días para que el jurado de su veredicto por streaming. Son seis noches de competencia con seis jurados distintos cada una, ninguno de Entre Ríos. Hay cuatro comparsas que compiten entre sí: Bella Samba, Imperio, Emperatriz y Ráfaga, y tres rubros (carro, comparsa y batería). Fuera de esos rubros, están las figuras que compiten: embajadora, reina de la comparsa, pasista masculino y femenino, cordoneras y porta estandarte, destaque, bastonera, maestro de ceremonia y portabandera, frente de comparsa. Marcelo se acerca. Hay que levantar al gigante de plumas y montarlo sobre la espalda de esta muchacha que pronto se convertirá en suntuosidad pura. La familia espera en alguna parte del corsódromo; la abuela, frente a la pantalla del canal local de Concordia. Catorce segundos y Marcelo se da un apretón de manos con uno de los coordinadores; Zaira levanta los brazos, flexiona los codos y lleva las manos al esternón, abre los brazos, los baja; Marcelo se ubica en la manga para seguir el mismo recorrido que hará ella milésimas después que él, y el presentador grita por el micrófono: “Dos. Uno. Bienvenidos al Atanasio Bonfiglio. Señores”.
El carnaval más pasional
Se remonta a 1895: 158 años de carnaval concordiense y de pasión. Lo dicen los habitantes y una pareja de Benavidez lo sintetiza de este modo: “La capital del carnaval es Corrientes; el carnaval del país es de Gualeguaychú, y el más pasional es el de Concordia”. Horacio Quiroga (1878-1937), el escritor salteño -de Salto, Uruguay-, incluyó en su best seller, Cuentos de amor, de locura y de muerte, una historia que transcurre en los carnavales de la ciudad entrerriana de Concordia.
Esta noche, Bella Samba representa “Las crónicas de un buen corazón. San Antonio de Padua de la Concordia”, y la primera carroza que desfila es un San Antonio enorme y blanco; el santo al que se le pide novio y que aparezcan las llaves cuando se pierden en alguna parte de la casa. Bella Samba hablará de los aspectos históricos, sociales y culturales que dieron existencia, identidad y expansión, a una de las ciudades más importantes de Entre Ríos. Hay fiesta antes, durante y después. Chicos con pantalones plateados, remeritas ajustadas y ojos delineados de negro. Chicas con prendas verdes espléndidas y tacos que recorren tribuna, salón vip y los baños, donde se retocan maquillaje. “Es mágico. Es el superatractivo de Concordia. Creo que todo el mundo está esperando que llegue enero para vivir las noches de carnaval que hay acá”, dice una de las figuras que compone el frente de la comparsa y que en este momento desfila por la manga vestida de garza. “Nosotras representamos las garzas del río Uruguay, del Río de los Pájaros. Somos garzas, nos han confundido con palomas, pero somos garzas. El ave autóctona de la zona.”. Esta noche resguardan y cuidan a Salto Chico, a Zaira, “Esa es la idea de la teatralización que estamos imponiendo en este momento”.
Arriba Concordia
Pasaron cien metros y Zaira tiene su espaldar en pie, no ha habido ningún incidente hasta ahora. “Desde la panza estoy en el carnaval”, dice ella, “Mi familia es carnavalera. Mi papá desde los diecisiete años que está en el carnaval. Este año me preparé para este puesto con una profesora particular”. Se trata de Natalia Palacios, profesora de Educación Física, de Paso de los Libres, Corrientes, que vive en Concordia hace diez años y prepara figuras desde el 2017. Zaira asistió a sus clases tres veces por semana durante 2022. “Me preparé con ella en lo físico, en la postura, en todo. Ella fue quien me acompañó”. Ahora, Natalia la está mirando desde la tribuna. Pensará en lo que quiso transmitirle: seguridad, que se acuerde de cómo empezó, cuáles fueron sus logros, que disfrute lo que hace, “porque si ellos disfrutan, eso se traspasa y llega al público y al jurado”, dice Natalia.
Zaira lo hace bien, sonríe, samba, saluda a la izquierda, a la derecha, pero un mínimo gesto en su cara indica que algo la incomoda. Mira a Marcelo, se lleva muy rápido una mano al cuello, solo él y ella saben lo que pasa: cuando Zaira tiene la garganta seca le vienen arcadas, no puede hablar, no puede cantar. Aunque igual siga entonando “Arriba Concordia”, la canción de Bella Samba, tiene que resolver con premura el inconveniente que acaba de aparecer. Marcelo descorre el cierre de su riñonera y saca algo muy pequeño, le quita el envoltorio con una mano, espera. Ella avanza, también espera a que el jurado quede atrás. Cuando esto pasa, se planta en un ángulo de la manga con las piernas abiertas, rígidas, los brazos hacia arriba saludando al público; pero lo que está haciendo en realidad es acercarse al hombre emplumador, abrir apenas la boca para que él deje sobre su labios un pequeño caramelo de menta. Ahora sí, Arriba Concordia, el himno de Bella Samba levanta al corsódromo de punta a punta.
Mi vida es un carnaval
“En mi vida, el carnaval... Tengo dos cosas, primero mi familia y segundo el carnaval”, dice Leonardo Contavalle, el padre de Zaira. “O sea, no me sacás, no me llevás de vacaciones, no me llevás a ningún lado porque primero es el carnaval”. Él también es de Paso de los Libres, y es el actual presidente de Bella Samba. Sus dos hijas forman parte de la comparsa, la más chica, de doce años, abre otra de las alas. El hombre que acaba de ver pasar a su hija mayor, y que siente alegría y presión a la vez, ha encontrado un lugar en el mundo, no en Concordia, no en Paso de los Libres, sino en el carnaval. Recién en la pandemia, una tarde cualquiera de verano, fueron a pasear por la costanera y se dieron cuenta de que hacía años no pasaban por ahí. Porque su vida, así como él lo dice, “es galpón, taller, carnaval, desfile”.
Zaira acaba de completar los 400 metros de manga y todo ha salido maravillosamente bien. Pero ella igual pregunta, “¿Bailé?, ¿Bailé?”, como si el movimiento que ella misma hizo con las piernas durante 40 minutos la hubiera dejado allá arriba, bien lejos de lo que se vio en la tierra. Marcelo le dice que sí, que claro. Le quita las botas y se las da a alguien para poder sacarle el espaldar. La persona que las agarra hace un chiste “me siento Antonella cuando le dan los botines de Messi”. Zaira se ríe, no importa lo que el jurado dictamine, ya no tiene dudas de que esta noche bailó.