Tiene barrios históricos y destellos de muy buena gastronomía. Además, el Bosque Petrificado en Sarmiento, y Punta Marqués, en la vecina Rada Tilly.
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Llego a Comodoro con un solo dato: hay mucho viento. Lo compruebo 150 kilómetros antes de entrar a la ciudad, en el Bosque Petrificado Sarmiento. Al bajar del remise, el chofer se apura en sostener la puerta que yo estoy por abrir. No sé aún que aquel ademán se convertirá en un hábito comodorense más pragmático que gentil: evita que la puerta se doble por las ráfagas. ¿Cuán rápido tiene que correr el viento para que eso pase? No tengo idea. Pero sí estoy segura de que nunca antes sentí tanto viento como esta tarde en Chubut.
“La petrificación ocurrió hace 65 millones de años”, me anticipa Francisco Fenner, guía del Bosque Petrificado, mientras hago esfuerzos para que no se me vuele la libreta al anotar números y procesos físico-químicos. Estamos en una zona amesetada, entre senderos de pastos duros que se interrumpen por troncos convertidos en piedra. “La madera llegó arrastrada por el agua. Ese movimiento la humedeció y fermentó, facilitando la entrada de silicio y minerales. Pronto la arena cubrió el tronco hasta sellarlo. Así evitó que se pudra, que los gases e insectos lo descompongan. Eran palmeras y araucarias que formaban un bosque en un delta, a unos kilómetros de acá. Porque cuando la cordillera apareció, hace 120 millones años, el clima cambió y la vegetación no se adaptó”, señala Fenner sobre lo inverosímil de este bosque sin árboles, que dejó restos en este parque y en los campos linderos.
Greda y campamentos
Ya en Comodoro, cuando pregunto la velocidad de las ráfagas de viento que pude haber sentido ayer en Sarmiento, algunos me dicen 50 y otros 70 kilómetros por hora. Yo insisto en que nunca antes sentí algo así. Desde mi ventana del Lucania Palazzo Hotel veo el cerro Chenque –“cementerio”, en pehuenche–, el más emblemático de la ciudad. Además, estoy en lo que todos llaman Kilómetro 0, porque desde acá salía el tren.
Gabriela Zuñeda, gerente del Ente Comodoro Turismo (Encotur), es nuestra anfitriona en esta localidad que, además de fama de ventosa, carga con el estigma del petróleo, como si fuera mala palabra. El trabajo para revertir esta imagen está funcionando y la historia puede escucharse con otros oídos. “Comodoro nació de los campamentos que se instalaron alrededor de los yacimientos. No tuvo planificación urbana ni es una ciudad clásica”, me cuenta en el año del aniversario número 122 de la fundación. Por eso, se entiende, por ejemplo, por qué en 2013 tuvieron que sostener al Chenque con escalones de cemento para que la greda, de tanto lavarse, no hiciera que el cerro se les viniera encima.
Gabriela me habla de las Company Towns de principios del siglo pasado. Dice que eran empresas petroleras extranjeras que montaban un barrio entero con proveeduría, escuela, cine, club… Entre otros, Astra, Diadema y Kilómetro 3 (o Mosconi), de YPF, la nacional, con las míticas casas ypfianas, que son de chapa y sumamente bonitas. Ahora se los denomina “barrios con encanto” y son patrimoniales.
Mientras me siguen sosteniendo la puerta al bajar del auto, otra cosa que noto en Comodoro –que tiene cerca de 230.000 habitantes– es la cantidad de monumentos, placas y banderas que rememoran la guerra de Malvinas. “La sentimos muy cerca porque fuimos hospital de campaña. Éramos niños y nos hacían apagones para evitar posibles ataques”, me cuentan algunos. Es que casi todos los que me cruzo acá son nacidos y criados en Comodoro. Nadie parece haberse afincado en los últimos años.
Además, casi todos tienen un pariente que trabajó o trabaja con el petróleo. Y dicen que hasta los que cubren las tareas más bajas del escalafón petrolero cobran el doble que aquel que no trabaja en esta industria. No me sorprende ver los tanques de almacenamiento y los AIB (o cigüeñas que bombean para extraer el combustible) en el acceso a la ciudad, por la RP 1. Lo que no sospechaba era que el petróleo aquí no se procesa. Sale por tubos al mar y se carga en barcos que lo llevan a destilerías de La Plata para convertirse en nafta (y en algunas otras cosas).
Estela Carrizo, guía provincial de turismo, profundiza un poco más en la historia y me cuenta que la ciudad se creó por decreto el 23 de febrero de 1901, cuando se inauguró el puerto. “Se llamó así por el comodoro Rivadavia (Víctor José Martín Rivadavia y Villagrán), que era ministro de la Marina del entonces presidente Julio Argentino Roca y que murió en funciones a los 44 años, unos días antes de que se creara el pueblo. La firma de fundación la puso el vicepresidente de la Nación, Norberto Quirno Costa”, detalla Estela, que prefiere hablar de ciudad “que se va ensamblando”, en lugar de “sin planeamiento urbano”. Y me habla, también, del Área Natural Protegida Rocas Coloradas, al norte de la ciudad.
Petróleo y sentido de pertenencia
Fue en 1907, en el pozo 2, en Kilómetro 3. Aquí, el Estado argentino encontró petróleo por primera vez. Dicen que Francisco Pascasio Moreno, el perito, había advertido, unos años antes, que por esta zona iban a descubrir “algo más valioso que el agua”. Estamos en la puerta del Museo Nacional del Petróleo, frente a lo que alguna vez fue pozo, ¿y si fue el primero, por qué no lleva el número 1? Porque fue el primero en arrojar un resultado positivo. Del pozo 1 no había salido nada. El hallazgo se les atribuye al argentino Humberto Beghin y al alemán José Fuchs, que eran parte de la Administración de Minas e Hidrología.
Una vez dentro del museo (inaugurado en 1987), la guía Verónica Ainqueo nos invita a desterrar el mito de que “el petróleo surge de los dinosaurios”. Entre cartelería didáctica, restos de herramientas antiquísimas, retratos de ingenieros célebres y cascos protectores, cuenta que el concepto “combustibles fósiles” es responsable de la confusión. “El petróleo se forma con miles de microorganismos que hace millones de años estuvieron en una cuenca lacustre o marina. Comodoro primero fue lago y luego mar. Los microorganismos expulsaron el oxígeno, se cubrieron con capas de sedimentos y, por eso, no se pudrieron. Las capas ejercieron presión, subió la temperatura y, así, hace 65 millones de años, se cocinó el petróleo. Además, por la presión, el petróleo migró hacia los reservorios, que son lo que se perfora”, señala la guía. Cuenta que nueve meses llevó hacer el pozo 2, pero que hoy se tarda entre 10 días y un mes.
¿Dónde y cómo se hace el pozo de petróleo? Como las perforaciones son carísimas, las empresas analizan muy bien por dónde entrar con las máquinas a los reservorios. La decisión se toma con técnicas de exploración sísmica. Un camión golpea el suelo, lo hace vibrar y el rebote lleva la información, que puede ser negativa o positiva. Si hay petróleo, se perfora, se mantiene el pozo abierto con agua, se cementea y luego se ponen los tubos para hacer la extracción. Después el “oro negro” se transporta por vía marítima hasta las destilerías de La Plata, donde se calienta a una temperatura que oscila entre 60 y 350 grados, se fracciona y termina siendo nafta –que puede ser más o menos refinada–, combustible de avión, asfalto u otros derivados plásticos de uso diario.
Fundada en 1922, YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales) fue mucho más que una empresa. Representó “la gran familia ypfiana” que tenía al general Enrique Mosconi como director y padre en este sistema de compañías-pueblo que creaban gran sentido de pertenencia. Fue empresa modelo, se privatizó, se renacionalizó y ahora es mixta –entre privados y el Estado–. “Acá todos somos hijos y nietos de YPF”, me resume con orgullo Alejandro Kukenshener, nuestro chofer en la zona, que durante años trabajó para la estatal.
Además, para entender mejor cómo pudo haber sido la vida en las Company Towns de principios del siglo pasado, visito Diadema, uno de los “barrios con encanto” de Comodoro Rivadavia, que está a 27 kilómetros de la ciudad. Contiguo al cerro La Osa, es el distrito que creció con la empresa Shell. Tiene casas de ladrillos blanquecinos –de molienda marina–; una bonita iglesia católica, Santa Bárbara, que data de 1945, con detalles arquitectónicos que remiten a los Países Bajos; una cuadra de los solteros, separada de las casas de familia por la comisaría; un teatro de 1933, que también era cine; y un club con pileta que aún sigue en actividad.
Lobitos en la ANP Punta Marqués
Miento si digo que solo me hablaron del viento cuando conté que venía a Comodoro. También me hablaron de Rada Tilly, aunque no quede en Comodoro. Es un municipio aparte, al sur, y también frente al mar. Es, por decir así, un barrio residencial y creció mucho en los últimos 20 años. Aquí viven empresarios, funcionarios y gente con dinero de Comodoro Rivadavia. Tiene lindos bares y restaurantes, además del Área Natural Protegida Punta Marqués, que pertenece a los dos municipios, data de 1985 y cuenta con 1.200 hectáreas.
El día que la visitamos no solo hay mucho viento –que a esta altura es un amigo–, sino también poca visibilidad, por la nube de polvo que se desprende del lago Colhué Huapi, que se secó hace años. Aquí nos guía Pablo Saavedra. Nos explica que el área se creó para proteger a los lobos marinos de un pelo, que durante años padecieron la caza indiscriminada. “Se los faenaba por el pelaje y la grasa, que se derretía para obtener aceite”, asegura y nos señala una colonia de este animal marino que de diciembre a marzo se reproduce, cuyos períodos de gestación y lactancia duran un año y que si es macho llega a pesar 400 kilos. Dice que, además, desde los miradores se pueden ver distintas especies de ballenas, como la Sei, que es la tercera más larga del mundo y está en peligro de extinción.
Datos útiles
Lucania Palazzo Hotel. Está en el centro de la ciudad, a pasitos de la zona comercial y en la base del cerro Chenque. Tiene amplias habitaciones con vista al mar, de distintas categorías. Cuenta con una suite presidencial de 85 m2. El desayuno es completísimo. Sirven almuerzo y cena, opcional. Moreno 676. T: +54 (297) 449-9300. IG: @lucaniapalazzohotel
Comodoro Turismo. Ente que se fortaleció hace dos años, brinda asesoramiento sobre qué hacer en la zona. Atienden en la oficina que funciona en la terminal de ómnibus contigua al Museo Ferroportuario. Están de lunes a viernes de 8 a 19; los sábados y domingos de 10 a 19; y los feriados de 10 a 17 horas. Av. Rivadavia y 9 de Julio. T: +54 9 (297) 461-7589. IG: @comodoroturismo
Gabriel Isotelli. Guía de montaña súper entrenado, coordina trekkings al Pico Salamanca. Hay esfuerzo físico porque todo es en subida, pero no hace falta ser experto en caminata para dejarse guiar por este referente motivacional. El ascenso a la cumbre lleva dos horas y media, y una y media de bajada. Para los menos entrenados, hay una cumbre intermedia, el cerro Sombrero, que entre el ascenso y el descenso lleva dos horas. Se arman presupuestos en función del grupo. T: +54 9 (2975) 27-9285.
Museo del Petróleo. Hay guías, pero también recorrido autoguiado. Tiene cartelería sumamente didáctica y creativa. Hay objetos antiguos de uso cotidiano en los yacimientos, un sector que simula la sensación de bajar a un pozo y maquetas interesantes. Petrolero San Lorenzo 24. T: +54 9 (297) 455-9558. IG: @museonacionaldelpetroleo
Mar del Sur Viajes. Son agencia histórica y coordinan todo tipo de actividades por la localidad. Avenida Rivadavia 245. T: + 54 9 (297) 447-3600. IG: @mardelsur.viajes
Área Natural Protegida Punta Marqués. Se compone de sectores de meseta, costa y mar que permiten divisar desde la ballena franca austral, ballena joroba, delfín oscuro y tonina overa, hasta lobos marinos de un pelo. Cuenta con senderos bien marcados y distintos puntos panorámicos. Abre todos los días de 12.30 a 17.30 horas. Golfo San Jorge. T: + 54 9 (297) 408-0609. IG: @puntamarques
Área Natural Protegida Bosque Petrificado Sarmiento. A media hora de la localidad homónima, es zona preservada desde la década del 70 y recibe visitantes desde 2007. Vale la pena hacer la recorrida con los guías del lugar. Hay un pequeño museo. Abren de 8 a 20 en primavera y verano; de 9 a 19 en otoño e invierno. RP 23 s/n. T: + 54 9 (297) 489-2105. FB: /bosquepetrificado
Molle Verde. Propuesta de pasos de primer nivel a cargo del chef Pablo Soto. Es un salón chico –no más de 18 personas–, con mesas en los jardines y barra. La oferta de vinos es muy acorde. Y el ambiente es tan invitante, como agradable. La carta de tragos, comandada por Ivana Svolboda, es un plus. Abren con reserva, de martes a domingo, de 20 a medianoche. Castro Barros 122. T: +54 9 (297) 538-0650. IG: @molleverde
Tunet. Es el restaurante del Hotel Austral. Sirven muy buen tempura de calamar y langostinos al ajillo. La tabla de mariscos es una opción abundante. Están de lunes a sábado al mediodía y por la noche (solo con reserva). Moreno 725. T: +54 9 (297) 419-0247. IG: @tunetrestaurant
Puerto Cangrejo. Frente al mar, donde termina la costanera, tienen buenas rabas y mariscos en general. El ambiente es distendido. Abren de martes a domingo de 12 a 15 y de 20 a 00 horas. Av. Costanera 1051. T: +54 9 (297) 444-4590. IG: @puertocangrejo
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