Cuando faltaban pocos meses para 1910 las autoridades nacionales se dieron cuenta de que sólo Manuel Belgrano tenía un monumento que le rindiera honor en Buenos Aires. Se creó una comisión que adjudicó la construcción de los que faltaban en tiempo récord. ¿Quiénes los hicieron y cuándo se inauguraron?
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La celebración de los los cien años de la Revolución de Mayo fue un momento ideal para lanzar al escenario internacional la imagen de la gran capital, símbolo de Argentina en plena expansión. Se abrieron avenidas, se construyeron palacios e imponentes edificios, sólo faltaba el arte público –como ornamento y conmemoración– en los espacios verdes de la ciudad. Se había instalado una gran preocupación por el tema de la identidad nacional y los gobiernos (Nacional y Municipal) se preocuparon por realizar los homenajes a los próceres y hechos históricos que habían quedado pendientes. Fue un momento excepcional para la escultura en el espacio público y se quiso dejar testimonio de quiénes fueron y qué hicieron los hombres de mayo, a través de sendos monumentos como un legado testimonial para la posteridad.
De los nueve hombres de la Primera Junta de Gobierno, sólo Belgrano tenía su grupo ecuestre en la Plaza de Mayo, realizado por los escultores Albert Carrier-Belleuse y Manuel Santa Coloma, inaugurado en 1873. El escritor Manuel Bilbao se quejaba, en 1902, de que hasta esa fecha la ciudad carecía de monumentos que recordaran a figuras como Saavedra, Castelli, Paso, Rodríguez Peña y Matheu, entre otros.
En 1906, Adolfo P. Carranza, director del Museo Histórico Nacional, solicitó al Concejo Deliberante la presentación de un proyecto para erigir monumentos a los miembros de la Primera Junta. Hasta el momento, además de San Martín y Belgrano, sólo dos caudillos de las guerras civiles –Lavalle y Conesa–, el coronel Brandsen de la guerra con Brasil, Falucho (un héroe negro), Mazzini (italiano masón) y cuatro políticos (Alsina, Sarmiento, Alvear y Costa) tenían sus propios monumentos. No se había homenajeado ni a los miembros de la Primera Junta, ni a los de los Triunviratos, ni a los de la Asamblea del Año XIII, ni a los de los Directorios, incluso tampoco a los miembros del Congreso de Tucumán.
El 13 de diciembre de 1909, por Ley Nacional Nº 6286, se autorizó a crear una Comisión que preparara las celebraciones del Centenario, y dentro de ella, una Comisión Municipal refrendada por una ordenanza del intendente Güiraldes del 25 de mayo de 1908. Su presidente fue José Matías Zapiola, el secretario tesorero José Luis Cantilo y Ernesto de la Cárcova resultó el único miembro que tenía vinculación con el mundo de las artes. Dada la premura de la fecha, esta Comisión decidió no efectuar concursos y entregar la ejecución de los homenajes a escultores argentinos y extranjeros. El homenaje comprendía a los brigadieres Cornelio Saavedra y Miguel Azcuénaga, a los doctores Juan José Castelli, Juan José Paso y Mariano Moreno, así como también al presbítero Manuel Alberti y a los señores Domingo Matheu y Juan Larrea.
Se estipuló que los monumentos debían ser austeros, ya que hubo muchas críticas por la cifra en pesos oro que se le había abonado a Auguste Rodin por el monumento a Sarmiento en Palermo. Cada homenaje tendría un presupuesto de entre 25.000 y 35.000 pesos moneda nacional. Asimismo, se especificaba que la figura del prócer debía representarse de manera naturalista, con ropa o uniforme de época; de pie o sentado, en tamaño natural o un poco mayor y, en la mayoría de los casos, sin figuras alegóricas. Se utilizarían en los pedestales leyendas alusivas y relieves vinculados a la trayectoria del homenajeado. Todas las estatuas se ubicarían sobre importantes basamentos en materiales graníticos de no más de cuatro metros de altura.
El monumento a Mariano Moreno se le encargó al escultor español Miguel Blay y Fábregas. Está representado sentado, con una pluma en su mano en actitud pensativa. Es un verdadero retrato sicológico. Se encuentra en la plaza homónima (Virrey Cevallos entre Rivadavia e Hipólito Yrigoyen) en el barrio de Monserrat.
El de Miguel de Azcuénaga se le otorgó al escultor francés Charles Henri Joseph Cordier. Está representado de pie con su uniforme militar. En los laterales del basamento se incluyeron dos relieves alegóricos: El pueblo frente al cabildo y la sociedad de la época, un grupo de mujeres en el interior del mismo. Está ubicado en la plaza Primera Junta (Rivadavia, del Barco Centenera y Nicolás Repetto) del barrio de Caballito.
El de Manuel Alberti se le adjudicó al escultor argentino Lucio Correa Morales. Está representado sedente con su hábito de sacerdote. Está ubicado en la plaza homónima (Manuel Ugarte, O’Higgins, Franklin D. Roosevelt y Arcos) del barrio de Belgrano.
El de Juan Larrea se le encargó al escultor argentino Arturo Dresco. Es una figura de pie, su mano izquierda señala un relieve del basamento que representa la Partida de la primera escuadra naval del puerto de Buenos Aires con destino a Montevideo. Se encuentra en la plaza Herrera (Benito Quinquela Martín y Herrera) en el barrio de Barracas.
El de Domingo Matheu se le encargó al escultor argentino Mateo Alonso. Lo representó sedente sosteniendo un bastón con las dos manos, en actitud de meditación. Se encuentra en la plaza que lleva su nombre (Irala, Gral. Gregorio Aráoz de Lamadrid y Magallanes) en el barrio de La Boca.
Para Juan José Castelli se contrató al alemán Gustav Eberlein (escultor que realizó el basamento dedicado a los Ejércitos de la Independencia, sobre el que apoya el grupo ecuestre de San Martín, en la plaza homónima). Está representado de pie, con bastón y galera. Dos relieves en el basamento aluden a: La Intimación al Virrey Cisneros el 20 de mayo de 1810 y su discurso en el Cabildo abierto del 22 de mayo. Se encuentra en la plaza Constitución (Brasil, Lima Este, Lima Oeste y Constitución) del barrio homónimo.
El de Juan José Paso fue encomendado al escultor español Torcuato Tasso. Representado de pie en ropa de época posee una figura alegórica “La Elocuencia”. Se encuentra en la plaza homónima (Moldes entre Virrey Loreto y Virrey Olaguer y Feliú) del barrio de Colegiales.
El de Cornelio Saavedra se adjudicó al escultor belga Jules Lagae (autor, junto a Eugène D’Huicque, del monumento a Los Dos Congresos, en la plaza del Congreso). Está representado con su uniforme militar, empuñando su espada en la mano derecha. Se encuentra en la plazoleta Regimiento I de Infantería de Patricios (Córdoba entre Montevideo y Callao) en el barrio de San Nicolás.
El de Rodríguez Peña –como el de Castelli– fue otorgado al alemán Gustav Eberlein. Está representado de pie, envuelto en un importante capote en actitud romántica. En el basamento se encuentra un relieve alegórico sobre la Asamblea General Constituyente de 1813. Está en la plaza homónima (Rodríguez Peña, Marcelo T. de Alvear, Callao y Paraguay) del barrio de Recoleta.
No todas las inauguraciones fueron posibles en el mes de mayo de 1910. Si bien Saavedra, Rodríguez Peña, Castelli y Paso fueron entregados en el tiempo pactado, los restantes se entregaron más tarde: Matheu y Larrea en junio; Alberti en julio; Moreno en octubre y en diciembre Azcuénaga.
Estos monumentos funcionaron como una instancia de legitimación para visibilizar en el espacio público a aquellos civiles y militares que defendieron los ideales libertarios de mayo.
María del Carmen Magaz es Doctora en historia, con orientación en arte público. Autora de varias publicaciones sobre los Monumentos y esculturas de la ciudad de Buenos Aires.
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