Desde que abrió, se transformó en un hito imprescindible para los amantes de este alegre género musical, junto con el museo del cuarteto.
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“Beso a beso, me enamoré de ti”, se escucha cantar a la Mona Jiménez desde los altoparlantes de un comercio de la peatonal San Martín, en la ciudad de Córdoba. El cuarteto nunca pasa de moda, al contrario, el ritmo del tunga-tunga está más vivo que nunca. Esta música bailable, alegre y pegadiza que forma parte de la identidad de los cordobeses, fue declarada Patrimonio Cultural Intangible de la Provincia, Patrimonio Inmaterial de la Argentina (2021) y aspira al título de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. El cuarteto tiene su propio museo, sus festivales, sus espacios bailables y hasta sus monumentos.
En un rincón de la peatonal, entre la multitud que camina apurada, la madre del cuarteto, Leonor Marzano (1925-1991), se inclina sobre su piano con sus anteojos gruesos, trajecito, peinado batido y la espalda recta. La escultura de bronce, obra del artista Juan Ignacio Lucero, homenajea a la mujer reconocida como la creadora de este ritmo en 1943. Sobre el piano, dos sapitos de bronce recuerdan los tiempos en los que la líder del cuarteto recorría los pueblos del interior y se rodeaba de batracios para espantar a los insectos.
En otro rincón de la ciudad, en el Paseo del Buen Pastor -zona en la que se mezclan los fieles que van a misa en la Iglesia de los Capuchinos y los estudiantes que se encuentran en los bares- otras dos esculturas recuerdan que estas son las tierras del cuarteto: una homenajea a Carlos “La Mona” Jiménez y la otra de Rodrigo Bueno, el Potro, cuyas canciones siguen sonando dos décadas después de su muerte.
Hasta el impecable Museo del Cabildo, que recrea la historia de la ciudad, reserva un lugar especial para el “piano saltarín”, instrumento en el que Leonor Marzano inventó el tunga-tunga, ritmo que se convirtió en la base del cuarteto.
El Museo Bar de la Mona Jiménez
“Estamos en Córdoba, la ciudad más alegre de Argentina”, lo dice nada menos que Carlos “La Mona” Jiménez, la leyenda viva del cuarteto, en su camarín del Museo Bar que abrió en el barrio Cerro de las Rosas. Difícil seguir de largo ante la enorme casona que tiene el frente decorado con la iconografía de la Mona: estrellas, besos, corazones. La propuesta es una mezcla de bar, restaurante, tienda, museo y salón de eventos con pantallas, barra, música y modernos recursos multimedia.
“Estoy contento de estar en vida presentando mi Museo Bar y poder mostrar acá ropa de cuando era pibe. Hay 8000 trajes y 300 pares de botas que usé durante mi carrera. Todo ha ido bien, estoy feliz de que esto esté vivo y de que haya cuarteto. Tengo una alegría encima por todas las cosas que me están pasando, además está el Festival Bum Bum, en la provincia tenemos muchos festivales pero este es el primero que se hace en Córdoba Capital”, cuenta la Mona con su tono cálido y campechano.
Con más de cinco décadas en los escenarios, el cantante es una suerte de divinidad en Córdoba: “La Mona es un universo en sí mismo, no tiene nada que envidiar a ningún artista internacional: sus premios, sus hits, tiene más horas de escenario que los Stones”, define Sofía Nicolossi, curadora del lugar. “Donde va genera una pasión que es comparable a lo que pasaba con Maradona, solo en Cordoba hay 25 mil personas tatuadas con su imagen. Este es un homenaje que le hacemos en vida, es un mito viviente”, agrega, mientras suena la música desde las pantallas gigantes y recorremos vitrinas con trajes, premios y tapas de discos de vinilo.
La Mona cuenta que la pandemia lo llevó a reflexionar y bajar el ritmo de las presentaciones: “Ya tengo 72 años y no tengo la obligación que tenía antes de estar tocando miércoles, jueves, viernes, sábados y domingos, que era una seguidilla de toda la vida, ahora toco en el Festival Bum Bum y hago algunas presentaciones y bailes grandes”. Más allá de su fama que trasciende fronteras, el músico nunca perdió el contacto con su público, mientras lo visitamos en su camarín, cuenta que suele hacer regalos durante los festivales, pero no regala dinero. “Siempre he regalado cosas: taxis con chapa como fuente de laburo, o casas. La gente se emociona mucho cuando recibe una casa porque deja de pagar el alquiler”. El registro que tiene el músico de sus fans es detallado: “Hay un japonés que vino hace cinco años al Festival Bum Bum, tiene muy buen español, se junta con la gente y canta mis temas. Yo le mandé a decir que si viene a la Argentina se venga a Córdoba a comer conmigo”, cuenta entre risas.
En las vitrinas del Museo Bar van rotando algunos de los ocho mil vistosos trajes que usó durante tantos años de carrera. La creadora del vestuario fue Juana Delseri, su expareja, madre de sus tres hijos y compañera de vida, aunque desde hace algunos años tomó la posta su hija, Natalia Jiménez. “Juana siempre cuenta que empezó con una máquina de coser sobre una mesa de billar, hacía lo que podía y usaba técnicas con parches y lentejuelas porque quería que Carlos brillara en el escenario –cuenta Sofía Nicolossi-. El ambiente del cuarteto es muy machista, pero ella siempre fue muy respetada, su papel es muy destacado aunque tiene un perfil muy bajo. No alcanza la casa entera para albergar tantos trajes, ves la historia textil de medio siglo a través de las técnicas y las telas”.
Mientras tomamos una jarra de pritiado, la bebida que se improvisa en los bailes con vino tinto y gaseosa de limón, damos un vistazo a la carta con platos que tienen nombres alusivos: Soy un tipo de la noche (lomito) o Benito recibió una herencia (ravioles). La carta incluye choripán, empanadas, carnes asadas y el plato preferido de la Mona cuando se sienta a alguna de las mesas: buñuelos de espinaca.
“El fenómeno de La Mona es muy transversal, forma parte de nuestra identidad cultural. Lo vive una persona de clase alta y también de clase baja, son cinco generaciones, los niños ya cantan sus canciones enteras”, agrega Sofía, mientras desde una pantalla gigante La Mona pregunta: “Díganme, sólo quiero saber/¿Quién se ha tomado todo el vino?”.
Un museo para el cuarteto
En la esquina de Colón y Rivera Indarte, en un edificio histórico que alguna vez albergó a la Caja de Jubilaciones, funciona el Museo del Cuarteto, inaugurado en plena pandemia, que reconstruye la historia de la música que identifica a los cordobeses.
En distintos paneles y vitrinas se pueden ver instrumentos, partituras, los trajes luminosos de La Mona Jimenez e incluso los guantes de boxeo que usó el Potro Rodrigo en sus 13 presentaciones en el Luna Park, récord absoluto con el que llevó el cuarteto a Buenos Aires en el 2000.
Pero la historia del cuarteto comenzó mucho antes. “El museo recorre la historia del cuarteto desde que llegaron los inmigrantes a la Argentina en la década del ‘30. Ellos trajeron ritmos como la tarantela y el paso doble y se juntaban en bandas de cuatro personas para tocar música. Esos ritmos que se bailaban en los pueblos fueron el antecedente del cuarteto”, cuenta Julia Andreu, coordinadora del museo, cuya responsable es Lorena Jiménez, hija de La Mona.
En la década del ‘40 Leonor Marzano, una adolescente santafesina, llegó a Córdoba con su padre, Augusto, un trabajador ferroviario aficionado a la música. Formaron el Cuarteto Característico La Leo, con el que recorrían los pueblos del interior de la provincia. El padre tocaba el contrabajo, la hija el piano, y la banda se completaba con el violín de José María Salvador Saracho y el acordeonista Miguel Gelfo, que más tarde se convertiría en el esposo de Leonor. La joven introdujo una novedad en los ritmos tradicionales: “La Leo –cuenta Julia- comenzó a marcar con la mano izquierda un ritmo que sonaba tunga-tunga, mientras con la derecha tocaba la melodía. Eso hacía que la canción fuera mucho más bailable, divertida, todos iban a los bailes de La Leo”.
El 4 de junio de 1943 el Cuarteto Leo llevó esta música a la radio por primera vez. En el museo se ve la foto de Leonor adolescente rodeada por sus compañeros vestidos de blanco, durante aquella transmisión histórica en el auditorio de la radio LV3. En homenaje a esta fecha se celebra cada año el Dia del Cuarteto.
A partir de entonces, surgieron distintas bandas que recrearon el tunga-tunga y le fueron agregando su impronta. Algunas de las que predominaron hasta los 80 fueron Carlitos Rolán, el Cuarteto Berna, donde debutó La Mona Jiménez con apenas 15 años, y el Cuarteto de Oro, la banda que luego integró el cantante con su tío.
“Durante la dictadura militar se prohibió el cuarteto en la ciudad, se lo consideraba de clase baja, no era bien visto. Las bandas se iban a tocar al interior, pero el Cuarteto de Oro se quedó en la capital, por eso la Mona tiene tantos seguidores en los barrios de Córdoba. Los militares entraban, se llevaban a la gente, entonces ellos paraban el baile, iban a hablar y a veces se los llevaban también a ellos, por eso los quieren tanto”, relata Julia.
En los ‘80 la Mona comienza su carrera solista y aparecen bandas como Tru-la-lá o Chébere, de las que luego surgen músicos como Claudio Toledo o el Negro Videla. “Después se produce una mutación en el cuarteto, con músicos que llegan desde Centroamérica e introducen otros ritmos con instrumentos de viento, las bandas llegan a tener quince miembros. Otro salto importante es en los 2000, cuando se incorporan el rap, el trap y el reggaetón, pero nunca se pierde el ritmo del tunga-tunga. Del 2000 para atrás, la gente iba a bailar, del 2000 para acá, con toda la tecnología de las pantallas, la gente va a ver el show, como se hace en los recitales”, agrega Julia.
¿Y qué sucede con las mujeres? “La Leo es la madre del Cuarteto pero ella no cantaba. Como cantantes recién a finales de los ‘70 surgen algunos grupos como Las Chichí, pero se tenía una mirada muy cosificada de las mujeres. Ahora chicas como Magui Olave o La China Romero tienen otra estética y también cambiaron los temas. Tenés las letras para bailar y otras con más contenido. Andrea Teicher y la Gata Noelia son otras de las referentes”, mientras hablamos, en el primer piso del museo se escucha una charla que analiza el papel de las mujeres en el cuarteto.
Sobre una de las paredes se proyecta una línea de tiempo que recorre con imágenes y videos la historia del Cuarteto. “El museo tiene mucho material para mostrar, tenemos tanto que no nos alcanzarían las paredes: discos de vinilo, casetes, trajes, revistas, artículos periodísticos, fotos. Tenemos 600 tapas de discos en digital que mostramos en la proyección de la línea de tiempo y también tenemos programas de televisión. Los niños que no saben lo que es un casete quedan maravillados”.
El Museo es interactivo, tiene un espacio para bailar y el “arbolito cuartetero”, en el que el público deja sus mensajes, fotos y recuerdos. “La idea es que la gente se apropie del museo, que sea parte de él, por eso damos charlas, música, talleres”, agrega Julia. En uno de los paneles se lee el mensaje que dejó una mujer pegado en un papel: “El cuarteto te enriquece el alma y te quita las penas”.
La Mona Jiménez MuseoBar Rafael Núñez 4791, Córdoba. IG: @lamonamuseobar Abierto las 24 horas. No se cobra entrada, salvo la consumición y el derecho al espectáculo cuando hay eventos. Precios accesibles
Museo del Cuarteto Av. Colón y Rivera Indarte, Córdoba. Martes a domingo de 10 a 19 hs. Entrada gratuita.
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