Es el primer Luxury Camp de una novel cadena que abrirá este año su segundo y tercer eslabón en Iguazú y El Calafate. Sobre la blancura del salar norteño, cuenta con cinco domos exclusivos, para solo diez personas. Un hotel de millones de estrellas.
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El glamping nació como una forma de ofrecer confort en entornos naturales donde la construcción edilicia es inviable –o tiene demasiado impacto– y el emplazamiento de éste es la fiel representación del concepto: pocos sitios más soñados para imaginar la categoría de esta propuesta.
Las Salinas Grandes cubren una superficie de 525 km2. Están a 3450 msnm y son el tercer salar más grande de Latinoamérica. Para llegar hasta ellas es preciso tomar la RN 9, girar al oeste hacia Purmamarca y bajar la cuesta de Lipán por la RN 52 con rumbo a Chile a través del Paso de Jama, que trepa hasta los 4200 msnm.
En un desvío del asfalto aparecen camuflados en su blancura los cinco domos de Pristine Luxury Camps (cuatro son habitaciones y uno oficia de living y restaurante) conectados por pasarelas de madera. Desde esa base, entre linos, mantas de lana, salamandras y sommiers, el paisaje extremo y hostil se suaviza para cobijar a una decena de privilegiados pasajeros.
Triple impacto
Sin embargo, Pristine no es solo un glamping de lujo, sino también un emprendimiento de triple impacto: social, económico y ambiental. “Priorizamos el lugar y buscamos mantener la armonía con el ambiente”, dice Carolina Barnetche, gerente general. “Fuimos la primera empresa argentina en establecer un modelo de negocio colaborativo con una comunidad originaria”, explica. En la actualidad, la cuenca de Salinas Grandes está conformada por 33 comunidades, y todos los trabajos que hacen se relacionan con la sal: desde la cosecha, la fracción, la molienda hasta las acciones vinculadas con el turismo.
Pristine desembarcó en las salinas en 2016 y pasó cinco años estrechando lazos con los diferentes sectores interesados en el proyecto. “Nosotros queríamos hacer algo distinto”, dice Walter Alancay, presidente de la cooperativa del trabajo minero aborigen Cachi del Chincho, constituida en 2007, que pertenece a la comunidad Aguas Blancas. “Estamos en un lugar bastante apartado de la ruta y no es fácil llegar acá. Habíamos visto lo que hacen en el Salar de Uyuni… y queríamos hacer otra cosa. Nos asesoramos, conocí a mucha gente y, entre tantos, a un gran amigo, que es Adrián García del Río. Con él empezamos a intercambiar ideas”.
Adrián es empresario de turismo (N de la R: fue el creador de uno de los primeros hoteles boutique de la Quebrada de Humahuaca, Villar del Ala, en Tilcara; organizó cabalgatas y tuvo el restaurante Los Puestos), y quien aportó la idea de hacer un glamping en Salinas Grandes; él fue el nexo con la cooperativa. Por último, otro de los pilares fue Nicolás Languasco, fundador de la consultora Glamping Argentina, ganador de un concurso organizado entre el Ministerio de Turismo, el de Modernización y el de Producción. Languasco presentó entonces el proyecto de triple impacto que busca impulsar el glamping en todo el país. Nicolás, además, es parte de un grupo inversor de emprendedores argentinos, junto con Rafael Mayer y Bebe Badino.
Así, entre conversaciones, idas y vueltas y mucho trabajo, el 18 de noviembre de 2021 abrió Pristine Camps, el primer Luxury Camp de alta gama de Argentina, ubicado a 17 km de Tres Morros, en el corazón de las Salinas Grandes. Está construido sobre pilotes de madera clavados en el suelo, a 50 cm de profundidad, lo que evita el impacto en el ambiente, puesto que es lo único que se ha cavado en el piso de sal, y que en época de lluvias los domos se inunden. La energía que utilizan proviene en un 99% de paneles fotovoltaicos.
En febrero de 2022, se dio un nuevo paso al crear la primera escuela de Hotelería y Turismo Práctico en la localidad de Puerto Libertad, Misiones, muy cerca de donde está próximo a inaugurar un flamante camp de selva.
Los mil tonos del blanco
“Lo bueno de Salinas, y del lugar donde está ubicado el glamping, es que tenés un escenario 360 alrededor”, dice el jujeño Alejo Marín, fotógrafo y creador de contenido de Pristine Camps. Alejo había visitado las salinas decenas de veces, pero nunca había estado durante la noche ni en la madrugada bajo ese cielo excepcional. “Era un escenario familiar para mí. Pero esto te permite habitar el día completo. Fue increíble la primera noche que pude salir a fotografiar las estrellas hasta las tres de la mañana: lo hice porque sabía que me esperaba una cama caliente; que de ahí me iba directo a dormir”, explica.
“Este es un producto muy atractivo porque tiene una magia especial, hay una energía muy fuerte que sentí desde el primer momento. Si bien también es cierto que presenta un montón de desafíos”, continúa Carolina Barnetche. “Operativamente es bastante complicado porque nosotros traemos todo de afuera. No hay nada acá... En época de lluvias, de diciembre a marzo, las salinas se llenan con unos 15 centímetros de agua, y los viajes que antes llevaban diez minutos resultan de una hora. Se complica la logística, no es tan fácil. Luego hay días soleados y días con viento fuerte… De todas maneras, cualquiera de los climas tiene un encanto especial, porque sentarte acá y ver al fondo de la montaña los rayos caer es un espectáculo que de verdad emociona”.
Una vez terminado el verano, cuando paran las lluvias, sucede lo asombroso: el Chañi, el Tuzgle, el cordón montañoso y el horizonte se reflejan en imágenes temblorosas, invertidas y múltiples, y eso resignifica el paisaje. Todo se duplica en un espejismo salado, un juego de imágenes proyectadas sobre una llanura blanca inmaculada.
De abril a noviembre, en cambio, es la época seca, y el mismo desierto se convierte en un suelo hecho de polígonos, agrietado y terroso, un paisaje geométrico causado por las partículas de sal aglomeradas.
Alta cocina en el medio de la nada
Los recursos humanos, por su parte, resultan fundamentales en la propuesta. Mariana García del Río, la hija de Adrián, es la gerente operativa y chef ejecutiva. Nació en Jujuy, se crio en Tilcara y, desde los 17 años, trabaja en gastronomía. Se formó con el chef Gonzalo Doxandabarat. “Ahí es donde aprendí lo que hoy son las bases. Después viajé, especialmente por Latinoamérica: Bolivia, Perú, Ecuador, metiéndome en los mercados con la gente, aprendiendo con la doñita del mercado, con el que hace el ceviche en la playa”.
Cuando su padre le pidió ayuda para encontrar a alguien que se encargara de la cocina de Pristine, quiso saber acerca del proyecto, lo escuchó atenta y le dijo: “Está buenísimo. Deciles a tus socios que vengan y me entrevisten ellos porque quiero hacerlo, pero no quiero cerrar un negocio con vos”. Mariana los invitó a comer a su casa, y esa fue la prueba de fuego, literalmente, porque tenía solo tres fuegos (una hornalla andaba muy mal). “Fueron a comer a casa. Hice unos sorrentinos de cordero ahumado, un hojaldre de coca con un quesito y unos cherries. Muy divertido porque cociné con tres hornallas y en el horno eléctrico hice una llama al adobe. Y les gustó, con esos recursos y en casa”, ríe.
Mariana formó su equipo de cocineros y ayudantes. Uno de ellos es Elio Chávez, de 21 años, uno de los socios de la cooperativa Cachi del Chincho. Elio trabajó fraccionando sal hasta que se dio cuenta de que no quería hacerlo más, de que el viento del salar le traía tristeza y la cocina podía ser una mejor opción. “Tuvimos una reunión dentro de la cooperativa, teníamos la oportunidad de elegir si queríamos ser mozos o estar en la cocina. Elegí la gastronomía”, cuenta, satisfecho.
Los días en el salar son intensos. Incluyen visitas guiadas a alguno de los piletones donde se explota la sal, y un photoshooting de rigor en el que el horizonte plano ayuda a crear especiales efectos y los saltos resultan en imágenes tan espectaculares que suelen ir directo a la foto de perfil del celular.
Antes de la cena, el guía Martín Arjona invita a los huéspedes a mirar el firmamento y observar las constelaciones tal como lo hacían los pueblos originarios, rodeados de un negro absoluto. Tanto que el cielo de las salinas clasifica como Clase Uno en la escala Bortle (no existe invasión lumínica externa). Así aparece la llama celestial o Yacana. Sus ojos son las dos estrellas más resplandecientes de la constelación de Centauro.
Después, la cena se sirve entre velas y acompañada de vinos de altura. La cocina apela a ingredientes locales. Puede ser una crema de puerros caramelizados y papines rellenos con trucha ahumada y ricota de cabra como entrada. De principal, bife de chorizo con chimichurri, puré de habas y papines o bondiola de cerdo braseada a la miel de caña con humita a la olla. De postre, peras en almíbar con semifrío de maracuyá.
Para la sobremesa, el mejor plan: la contemplación.
Datos útiles
Pristine Luxury Camp. Son dos domos premium con piscina y capacidad para tres personas (están ubicados en las puntas) y dos domos exclusive con capacidad para dos personas, sin piscina. Ofrecen alojamiento, pensión completa (almuerzo en estadías de dos noches o más), actividades y transfer desde punto de encuentro en Tres Morros. T: +54 9 11 6033-7460.
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