Sebastián Scherman disfruta de la arquitectura que plasma en obras sobre Buenos Aires, París, Rosario, Nueva York o Villa Crespo. Las reproduce en láminas y comparte la música que lo acompaña en cada momento creativo
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Las composiciones del artista plástico Sebastián Scherman se estructuran a partir de las edificaciones más significativas o emblemáticas de cada ciudad o barrio para transmitir un panorama distinto en cada creación. Podría decirse que es un concepto estético: recrear el paisaje construido por el hombre. A la vez las reproduce en excelentes láminas de calidad para llegar a mayores públicos. No se advierte diferencia entre la obra en lienzo y la réplica, de unos 30 cm x 50 cm (por ejemplo), en papel texturado italiano de 200 gramos.
Como espectador, frente a sus obras surge el deseo identificar o reconocer construcciones o sentir cómo esas pinceladas cuentan el encanto urbano. Ocurre, por citar un caso, con su acuarela y tinta china ¡Oh París! Están el Arco del Triunfo, la Torre Eiffel, el río Sena, los típicos edificios parisinos y el art nouveau presente en muchas de las entradas del Metro de la capital francesa, diseñadas por el arquitecto Hector Guimard, durante la primera década del siglo XX.
Con similar enfoque, lo mismo sucede con Otoño neoyorquino, London Time, Retiro lo dicho, Ciudad de Buenos Aires, Postales de Nueva York, NY en blanco y negro, Un fado en Oporto, Mendoza, Cruz del Eje, Torre Miravé del Estadio de Huracán…
Lo diferente de su propuesta es que el coleccionista o consumidor de arte puede comprar un original, pero también puede acceder a una copia. La opción de la reproductibilidad con una circulación social ampliada le da un valor singular como arte impreso, ya que favorece el disfrute más allá de la tradicional exclusividad o propiedad de una obra.
Cada pieza va firmada, sellada y numerada de acuerdo a ediciones limitadas y entregadas en un estuche de cartón de excelente presentación. En cuanto al sello, aclaró: “Tienen detrás mi marca personal con una letra hebrea shin –por el inicio de mi apellido–, con un cuño que hice en linóleo calando con gubias”.
El envase –con la pieza identificada en su etiqueta– contiene un folleto que cuenta sobre la ciudad o barrio pintados y comentarios sobre cómo se generó ese trabajo y cuáles fueron sus fuentes de indagación e información.
“Para las ciudades me documento mucho con canales de YouTube y le pregunto a personas que hayan visitado o vivido allí. Recién entonces hago bocetos y después pinto o ilustro. En el caso de los cuadros claramente no hay posibilidad de corregir, en cambio en las ilustraciones sí. Estas pueden ser realizadas a mano alzada o primero generando los contornos y lineamientos generales en lápiz, para luego pasar a la tinta china trabajando con plumín y acuarelas”, describió.
También adiciona un plano explicativo revelando qué edificios están pintados. Quizás al mejor estilo de los famosos libros lúdicos Dónde está Wally?, del británico Martín Handford, Scherman cita, por ejemplo, en su pieza Amanecer de Buenos Aires de 2022: “7. Estadio del Club Atlético Boca Juniors, Alberto J. Armando, conocido como La Bombonera. (1940)”. De tal modo, la enumeración contiene 31 referencias a monumentos históricos y patrimonios arquitectónicos, como los edificios Safico, Kavanagh, Barolo, Comega, Railway Building, Bencich, Otto Wulf o la Confitería del Molino.
El vecino sensible y el artista plástico
“Digo que pinto Buenos Aires y otras aldeas... porque esta ciudad es mi musa, con sus rincones y tantísimas bellas muestras de art nouveau o art decó o modernista, épocas en que la arquitectura era un arte; no pienso que ahora no lo es, sino que suele primar la funcionalidad. Prefiero las construcciones que se encuadran más en la concepción de la Bauhaus en relación a aunar la belleza con lo funcional”, afirma el dibujante e ilustrador. Agrega: “El barrio de Once también es un territorio muy importante por mi origen judío y lo pinto en mis cuadros. La cultura idish impregna mis obras, como en Once upon the time, con referencias a ese pasado que no está, pero está”.
“Muchas Buenos Aires conviven en Buenos Aires: el lujo de Puerto Madero y la sencillez encantadora de los barrios de inmigrantes de principios del siglo XX en el sur, la gastronomía de Palermo, la diversidad cultural en barrios como Once, o Flores, el tango de La Boca y San Telmo, pero también de Villa Crespo”, especifica.
Otro detalle de originalidad está dado por el hecho de que sus trabajos están acompañados por un código QR que contiene la playlist de Spotify que escuchó mientras creó frente al caballete, dato que incita a escudriñar qué temas jazz o tango o rock o música clásica contribuyeron a su realización. “La música también me ayuda a inspirarme y a crear los climas adecuados para pintar, por eso elaboro una playlist de cada obra… y mucha documentación. El proceso creativo se define en gran parte por la observación y por el relevamiento de información sobre los sitios a representar”, agregó.
En el prospecto anexo, Scherman cuenta que nació en Buenos Aires en 1978 y relata que estudió dibujo en la Escuela de Carlos Garaycochea, que es licenciado en comunicación por la Universidad de Buenos Aires y que como humorista gráfico expuso en muestras individuales y colectivas en nuestro país, España e Israel. “Todo confluye en lo que hago”, resume.
Los bondis, la escritura y el paisaje urbano
Un sesgo interesante más se vincula con otra serie plástica orientada a las variopintas líneas de colectivos como el 60, el 15, la 132, el 152, el 84… Incluso, a veces su estímulo pasa por el pedido de usuarios o choferes de esos bondis.
A la vez ha incursionado en la escritura de cuentos. La primera, hace 20 años, fue “Ciudad de progres corazones”, con una serie de relatos urbanos porteños, por supuesto. “La escritura siempre está ahí, esperándome a la vuelta de la esquina. Ya volveremos a encontrarnos”, promete.
Consultado sobre el criterio de elección frente a cada paisaje, explica: “Trato de ir más allá de los sitios icónicos porque además me encanta lo popular”, enfatiza Scherman. “Entonces, si pinto la vida parisina incluyo la Torre Eiffel, pero también el frente del diario Le Figaro por lo que representa. Así como en Londres pinto el tradicional Big Ben, pero agrego el llamado Pepinillo” (N de la R: 30 St Mary Axe, The Gherkin, el rascacielos neofuturista inaugurado hace 20 años).
Su iniciativa de divulgación comenzó hace dos años al empezar a vender por medio de su perfil de Instagram informando sobre las láminas. Gracias a las redes sociales, ya no es imprescindible la sala o galería de exposiciones para regocijarse en la observación.