Son 12 km por buen ripio y hay que cruzar un puente que atraviesa el río Salado. El acceso al pueblo queda sobre la RP 5, kilómetro 189, allí donde un cartel indica: “Plá, capital del mundo”.
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“Hablame del baile de Plá”, se dice en la zona cuando alguien quiere cambiar de tema y pasar a una charla más entretenida. Los bailes siempre dieron que hablar al día siguiente, pero los de Plá, además, tenían la dicha de alegrar los pueblos vecinos. Se celebraban en el Club Ciclón, fundado en 1929, un galpón luminoso con techos de cinco metros de altura que propició noviazgos, fue sede de centenares de fiestas de casamiento y hoy funciona como bodegón los sábados y domingos, aunque algunos sábados también hay baile.
“Más de uno se ha hecho de novio en este lugar. Por ejemplo, yo. Mi marido y yo nos hicimos de novios acá en el 82 con la canción de Roque Narvaja, Menta y limón”, cuenta Adriana Álvarez que, junto a su hermana Patricia, decidieron abrir este salón de comidas en el mismo lugar donde sus padres celebraron el casamiento en 1954.
Plá, la capital del mundo
Es un pueblo de 244 habitantes y 16 manzanas, perteneciente al partido de Alberti. Fue fundado en 1923, año en que se aprobaron los planos ideados por Francisco Plá. En alguna época llegaba el ferrocarril, pero luego las vías se levantaron y donde estaba la sala de espera de la estación, hoy funciona una biblioteca.
Cerca de Plá está uno de los criaderos de semillas más antiguos del país y la laguna de “la Escoba” o de “las Escobas”, una extensión de agua de la que se cuentan dos historias. “Laguna de las Escobas” porque una familia cortaba la totora que crecía ahí y con eso fabricaba escobas, empajaba sillas y banquitos; “Laguna de la Escoba”, porque alguna vez la laguna quedó seca, aunque no del todo, un jagüel o zanja de agua hizo encajar el carro de un vendedor, entonces el hombre buscó una escoba de las que iba a vender y la clavó para indicar la profundidad y evitar que a otros les pasara lo mismo.
Sí, Plá es bonito, los días de sol reluce debajo de un cielo limpio con el club de portón azul, la marquesina naranja de la vieja estación, caballos, árboles y silos plateados, monumentales. Pero, ¿qué tiene para proclamarse capital del mundo? Tercera historia. Cuentan que Néstor Pietrobelli, el decidor del pueblo, fallecido hace muy poco, terminaba sus payadas de este modo: “Soy de Plá, la capital del mundo”. Acaso sea lo único necesario. Que alguien diga o piense algo más o menos así: este suelo en el que yo nací es el tesoro capital de mi vasto mundo.
Las hermanas
Adriana y Patricia Álvarez nacieron en Plá, pero viven en Alberti, a 14 km de ahí. Hijas de Mabel Susana Moreno y Manuel Álvarez, las dos fueron docentes, Adriana también es escritora. La escuela secundaria la cursaron en Alberti, aun viviendo en Plá.
Para ir, tenían que tomar un colectivo que las llevaba, pero que no las traía porque solo salía una vez al día. En épocas de temporal podían estar una semana sin volver a su casa, “…teníamos compañeras en Alberti de buen corazón que nos hospedaban”, dice Patricia. Una se fue del pueblo a los 26 y la otra a los 33. En el año 96, cuando sus padres decidieron vender la casa y mudarse a Alberti, Adriana, la más grande de las dos, se hizo una promesa: volver a tener algo en Plá: una casa, un comercio, un restaurante, volver de algún modo. Y sucedió. Poco antes de la pandemia, su marido, Daniel Alfredo Cavallaro, le dijo que estaba en venta la propiedad de una de las tías de la familia de ella. “La pudimos comprar, la reciclamos, pasamos toda la pandemia acá y yo es como que me enraicé de nuevo”, dice Adriana.
Los días en un pueblo suelen ser más largos que los días en la ciudad. Pero los días en medio de una pandemia, en un pueblo o una ciudad, pueden ser la oportunidad para ir por lo que siempre se quiso.
El club devenido bodegón
“El club era parte del encuentro de la gente, de los chacareros de la colonia y de la zona”, sigue Adriana, la impulsora de la idea de reabrir el club y transformarlo en lugar de encuentro, otra vez. Había un equipo latente para llevar adelante el proyecto: Daniel, buen parrillero de toda la vida, Omar “Vasco” Ochoa, marido de Patricia, gastronómico desde el año 1973, y claro, Patricia, su hermana media naranja. Cuando Patricia escuchó la propuesta de Adriana, anotó en una libretita, “un sueño… una locura”.
Y hacia ahí fueron los cuatro. Daniel a la parrilla; el “Vasco” encargado de elaborar un plato especial cada fin de semana: paella, osobuco al vino tinto, calamares rellenos, mondongo, buseca; Patricia, responsable de una de las tareas más difíciles (si se la hace bien), hacer las empanadas de carne y el flan casero. Las dos hermanas son anfitrionas del bodegón. Van y vienen con platos, dejan sobre los manteles a cuadritos una picada abundante que incluye chorizo seco de Re, elaborado en Chivilcoy, marca tradicional y de primera calidad en chacinados. Cuando el club está lleno y sigue llegando gente, arman mesas en la galería, a metros del parrillero. Las dos atienden a los comensales, conversan con los que visitan Plá por primera vez y se abrazan con los que regresan al pueblo después de muchos años. Un sueño “loco”, es cierto, pero sobre todo un sueño realizado.
La historia circular
“Nosotras venimos a cerrar un poco el sueño de mi bisabuelo”, dice Adriana. Uno de los primeros habitantes de Plá, Daniel Bassi. El buen hombre que llegó desde la Liguria, Italia, junto a Faustina, la bisabuela, tres hijos de sangre y dos adoptados.
“Por lo que me cuentan, quien caía en Plá y no tenía un lugar donde estar, iba a lo de Bassi”. El comerciante tuvo confitería, almacén de ramos generales, herrería, talabartería y el horno que dio vida a las primeras casas de ladrillo. El ancestro que sembró los frutos que las bisnietas supieron recoger. “Fuimos muy felices”, dice la hermana mayor que también escribe versos como este, “Arriba las ramas del damasco/ desnudas, esqueléticas/ apuntando al azul sin manchas”, tal vez evocando algún rincón de Plá.
Club Ciclón Plá. T: (02346) 41-7964 / 55-7570. Sábados por la noche y domingos, mediodía.
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