Un casco antiguo muy bien conservado, un espejo de agua enorme para practicar deportes náuticos y una propuesta gastronómica renovada en la ciudad natal de Alfonsín.
- 12 minutos de lectura'
La indicación de los lugareños es categórica. En Chascomús hay que guiarse por tres calles: Belgrano, Escribano y Libres del Sur. Antes de llegar a ellas –que te llevan al centro o te sacan a la autopista– aparece la laguna, la más grande de las encadenadas de la cuenca del río Salado, un cuerpo de agua inmenso que suele endemoniarse cuando sopla el viento - ideal para los kitesurfistas que remontan vuelo - o disponerse como un espejo por donde se deslizan las canoas y se instalan silenciosos los pescadores.
Chascomús es una escapada clásica para porteños y bonaerenses. Por demás conocida, aunque tiene novedades, puestas a punto, que merecen la atención.
Hay varios y buenos restaurantes que abrieron en pandemia, como Tribeca, en Libres del Sur, y Cala Café Restó, en Alvear y Arenales. La Grulla ya cumplió algunos años, pero la propuesta de gastro japo es buenísima y los propietarios, Ana Jove y Mario Nonaka, están atentos a cada detalle.
También se luce Il Ristorantino de Terra Lucana, de Federico Lizarraga, quien viaja de Paternal todas las semanas para atender su boliche de pastas que se hizo un lugar entre chascomunenses y turistas. De boca en boca y sin cartel. Al dente y con salsas que llegan de la Italia profunda y se cruzan con el toque criollo, como los tortelli mantovani.
El ciudadano ilustre
La ciudad tiene un hotel en construcción frente a la laguna para los trabajadores del sindicato de entidades deportivas (Utedyc), un castillo como vestigio del Reino de la Amistad fundado por una cofradía de amigos en el siglo pasado, y proyectos como convertir en hotel boutique la casa (en Lavalle 277) donde vivió varios años y ejerció su profesión de abogado el expresidente Dr. Raúl Ricardo Alfonsín. La compró el año pasado el exarquero platense Gastón –Gato– Sessa y ya está presentado el anteproyecto. Porque Chascomús es aire libre, pero también es historia y por sobre todo es Alfonsín, que nació en 1927 en el centro de esta ciudad que hoy tiene alrededor de 40.000 habitantes.
Desde hace tiempo, un grupo de hombres de más de 70 años se juntan todas las mañanas a tomar café en Mulé, un restaurante de la costanera. Durante la primera época de la pandemia, estos muchachos –La Barra del Café, se hacen llamar– extrañaron tanto los encuentros que crearon un grupo de WhatsApp con la consigna de cantar. De Perales a Gardel, a capela y con música, los viejos cantaban para no llorar, para no olvidar. Hace poco volvieron a juntarse y no faltan a la cita, como tampoco faltan las historias sobre el expresidente, en especial cuando detectan a foráneos.
–Este es un bastión radical. Nosotros somos un poco más jóvenes, pero el más viejo de nuestro grupo tiene 92, casi la edad que tendría Raúl (94).
–¿Y tienen alguna anécdota con él?
–¿Qué anécdota te puedo contar? Cuando siendo presidente salía en piyama para burlar a la custodia y se iba al Club de Pelota a jugar al mus ya es muy sabida. Él fue un grande. Un simple ciudadano que logró enfrentar a los milicos, al peronismo, además de hacer una revolución dentro del propio radicalismo. ¿Qué anécdota te puedo contar?
–Yo te puedo contar que cuando los chicos del club de regatas salieron campeones en la copa Optimist del Club Náutico de Olivos, Raúl los invitó a la Casa Rosada y él mismo nos servía masitas y sanguchitos, dice uno de los muchachos que se llama Emilio Cerrato. Pasaba con la bandeja en la mano, uno por uno, y decía: “Nenes, coman”. Él nos atendió como lo que era: el dueño de casa. Era un tipo muy sencillo. ¿Sabés que jugaba al paddle?
–Yo te puedo contar de la época de los militares. Recuerdo que lo vi caminando de punta a punta en el Club Social de la calle Libres del Sur y decía: “Esta gente nos va a llevar a una guerra con Chile”.
–Mirá, yo tengo otra. Mi zapatería queda en la principal, y un día, siendo presidente, vi cuando lo hizo parar al chofer y se bajó del auto para darle un abrazo al barrendero que lo había ayudado a pegar los afiches en la época de campaña. ¿Qué te puedo decir? Era una extraordinaria persona.
Ahí nomás, a unos metros –Av. Costanera España y Muñiz–, está la estatua de bronce que lo recuerda; a media cuadra de la plaza Independencia, la casa donde vivió y el futuro hotel y, frente a la Municipalidad, el solar donde pasó el último tiempo.
Presencia afro en las pampas
Chascomús se fundó como fortín en 1779. El pueblo y los pobladores –criollos, vascos, gallegos, italianos y algún inglés y algún que otro escocés– fueron un hito de población en las pampas. Más allá del Salado, donde funcionaba un puerto alternativo a Buenos Aires, había malones que cada tanto atacaban y se llevaban cautivas o cautivitos, como cuando secuestraron a Domingo, hijo del hacendado Vicente Casco y de su mujer, Francisca Girado. Para evitar que se llevaran a otro niño (¡tenía 16 hijos!), en 1831 construyó una casa con la particularidad de contar con una escalera móvil. Una vez que la familia estaba en la primera planta (en altos) se sacaba la escalera y nadie podía subir, y se dormía más o menos tranquilo.
La Casa de Casco está frente a la plaza Independencia, como la Municipalidad –edificio neocolonial proyectado por Francisco Salamone, tan distinto a sus obras futuristas–, la catedral Nuestra Señora de la Merced –misa del domingo, a las 11 y a las 17–, el Teatro Brazzola, el Club de Pelota y el Banco Nación. Y también los jacarandás que, en noviembre, les dan lila a la plaza y a los bulevares de la ciudad.
La Casa tiene varias habitaciones y dos patios. En el Patio de la Magnolia, el primero, los señores recibían a las visitas. Alrededor están la sala, el escritorio, el espacio destinado al comercio y las habitaciones. El segundo patio era el lugar de trabajo de los esclavos, y daba acceso a la cocina.
Los negros también integraban la población de Chascomús. Llegaron para la construcción del fuerte San Juan Bautista y hasta hoy hay 192 afrodescendientes en el partido, según el censo de 2010. El 25 de junio es el Día del Afrochascomunense. En los documentos parroquiales aparecen los nombres de dos esclavas que trabajaron en la Casa de Casco: Margarita y María Locadia, que según los registros de la época no sabían ni leer ni escribir. También figura el hijo de María Locadia, Pío Rufino, bautizado el 18 de julio de 1827.
En la Casa de Casco se celebró el triunfo de la Batalla de Chascomús, que aplacó un levantamiento contra el gobernador Juan Manuel de Rosas. Algunos años después vivió el poeta Baldomero Fernández Moreno. Es un solar de adobe, madera, ladrillo y hierro en donde hoy un grupo de actores dramatiza la historia de la casa, que es, también, la historia de la ciudad.
En 1861, ya libertos y reunidos en la Hermandad de Morenos de Bayombé de Invenza, los negros chascomunenses les piden a las autoridades un espacio para practicar candombe y reunirse y fumar tabaco en hoja. Casi un año después, el jefe negrero se los concede. Así nació la Capilla de los Negros, un edificio rectangular con techo de cañas atadas con tientos de cuero y piso de tierra construido por manos negras.
La afrodescendiente más famosa de Chascomús fue Eloísa González Soler, que nació liberta, pero su madre Etelvina fue esclava. Eloísa era católica y puso a sus santitos negros: San Martín de Porres, San Benito de Palermo y la virgen negra de Catamarca. La capilla es un legado familiar. A los 18 años, Eloísa se hace cargo de administrarla y decide abrirla a vecinos y curiosos. Quiere contar su historia, la de los negros en Chascomús. Ella los recibía y les convidaba mate de leche y la gente le dejaba rosarios, estampitas, crucifijos.
Eloísa administró la capilla hasta su muerte, con 104 años, en 1990. “Cuando falleció el último hijo de Eloísa nos hicimos cargo nosotros”. La que habla es Soledad Luis y se refiere a ella y a sus hermanos.
Las paredes de la capilla están cubiertas de cruces y santos y vírgenes, aunque técnicamente no es una capilla, sino un espacio de reunión, y cada tanto se reúnen a tocar candombe y a preparar los estandartes de las comparsas.
En la sala que está atrás de la capilla vivía Eloísa. En las paredes hay máscaras, un arco, duendes y una foto de Eloísa en blanco y negro. De cara angulosa, nariz más alta que ancha, sonriente, arrugada.
–Era delgada, chiquita, pero pegaba dos gritos y se callaban todos. Me acuerdo que se hacía trencitas y que me enseñó a jugar al truco. La visitábamos los domingos y siempre nos daba una tarea: prender velas, rastrillar el patio. Ella nos enseñó a cuidar este lugar.
La única vez que Eloísa salió de Chascomús fue para ir a la Casa Rosada porque la invitó Raulito, como ella le decía.
–Alfonsín era amigo de mi papá, jugaban a la pelota acá enfrente. Era el padrino de mi hermana Viviana –cuenta Soledad antes de posar para las fotos.
Datos útiles.
Qué más visitar.
La Batalla de Chascomús en parques y museos
Tramo clave de la historia argentina, el levantamiento comenzó en Dolores y se sumaron huestes de Tandil y de Chascomús, comandadas por Pedro Castelli, hijo de Juan José Castelli. El 7 de noviembre de 1839, al alba, se enfrentaron con el ejército de Rosas, que estaba al tanto gracias a su hermano Prudencio Ortiz de Rosas. La victoria federal fue tan abrumadora como la derrota unitaria. La cabeza de Castelli, clavada en una lanza, fue exhibida en la plaza de Dolores. En memoria de esa batalla, hay un monumento realizado por el escultor Luis Perlotti, que se puede ver en la Plaza Libertad; también se creó el Museo Pampeano y el Parque Libres del Sur. También se puede profundizar en los paseos guiados –gratuitos– que se reservan, cada fin de semana, a través de redes sociales o de la app Chascomús.
El Palacio Municipal, la excepción de Salamone
La modernidad característica del ingeniero y arquitecto siciliano Francisco Salamone, que proyectó municipalidades, parques, mataderos y cementerios –sus ejes principales eran patria, familia y Dios– en la provincia de Buenos Aires se topa con las líneas neocoloniales del Palacio Municipal de Chascomús. Los trazos de raíz hispánica solapan su sesgo autoral y esa diferencia con el resto de su obra –inspirada en la película Metrópolis y el movimiento art déco– tiene un motivo. Cuando Salamone ganó la licitación pública para construir el Palacio Municipal –antes había un Cabildo– tuvo que acatar una ordenanza que lo obligaba a respetar los lineamientos coloniales. La obra comenzó en 1939 y se inauguró en 1941. Los muebles del interior, igual que las luminarias, también tienen su sello y se pueden ver de lunes a viernes, de 8.30 a 13. A la vuelta, en el Concejo Deliberante, está la banca que ocupó Raúl Alfonsín.
Dónde dormir.
Howard Johnson. Inaugurado en 2016, conserva el sello de la novedad. Las habitaciones son amplias y la vista a la laguna, inmejorable. Tiene pileta y spa con hidromasaje, gabinetes para masajes y tratamientos corporales, piscina cubierta. Desde $20.000 la doble más impuestos, con desayuno. Consultar promociones en la web. Lobería 738. T: (02241) 43-3243.
Terra Lucana. A metros de la laguna, un espacio cómodo y atendido por sus dueños. Son cuatro departamentitos, dos con capacidad para dos personas (máximo tres), desde $12.000. El desayuno seco se sirve en el apart. El lugar tiene pileta, un parque con tres limoneros y una higuera. A pasos está el Il Ristorantino, de los mismos dueños, una muy buena opción para probar pastas caseras con sello tano. Santiago Roca 625, T: (02241) 42-5925.
Ruca Lemu. Jorge Polzimetti y Adriana Bermúdez reciben en estos departamentos con parrilla, pileta y un precioso ejemplar de Liriodendrun tulipifera, que varía su follaje según la estación. Son once cabañas (estándar, superior o superior de dos ambientes). Las tarifas varían según el día (de $8.000 a $14.500) con desayuno continental o saludable y los paquetes de fin de semana arrancan en $25.000 (desde el viernes a las 14 hs hasta el domingo a las 19 hs), siempre para dos personas. No aceptan niños. Azul 651. T: (02241) 42-5077.
Dónde comer
La Grulla. Ana Jove, su marido Mario Nonaka –venido de Fukoka, Japón–, sus hijas y Filomena, la cocinera peruana, mantienen este excelente restaurante a 2 km de la ciudad, y dentro del complejo de cabañas del mismo nombre. Hay muy bu ensushi y otros platos japoneses, pero también pastas y platos de carne y pescado. Carlos Pellegrini 1200. T: (02241) 42-2639.
Tribecca. Abierto en pandemia, tiene una carta corta y sustanciosa. Riquísimas sopas del día y buñuelos de espinaca, papas bravas. Algunos platos para probar: jibia a la plancha con papas; pastrón con hueso con papas; chistorra con puré, huevo frito, tomate asado, chimichurri; sopa del día. Carta de vinos variada e interesante. Libres del Sur 82, T: (02241) 52-7106. IG: @tribeccachascomus
Club de Regatas. Gran salón en el club más clásico de la ciudad con inmejorable vista de la laguna y muy rico pejerrey fresco. Los fines de semana conviene reservar. Tabla de nuestra laguna (pejerrey, tararira, papas fritas); parrillada; paella para dos; pejerrey o tararira a la romana. Chascomús Av. Costanera y Moreno. T: (02241) 51-8962.
Más leídas de Revista Lugares
El lado b del cementerio de la Recoleta. La primera banda que robaba cadáveres, un extraño Cristo anciano y un caudillo enterrado de pie
Boom gastronómico. Lo mejor de la cocina peruana en una gigantesca feria junto al mar
"La Reina Alfajor". Dejó la ingeniería por la cocina y apostó por un dulce manjar que todos le elogian
Patagonia. Tuvo un histórico parador y ahora maneja un restaurante que es un éxito entre turistas y locales