A cinco meses de su destrucción, recorrimos el Parque Nacional más visitado de nuestro país para comprobar cómo quedó el sector Garganta del Diablo tras ser arrasado por el río en octubre de 2022. Además, repasamos las recomendaciones para aprovechar una escapada de tres días.
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Era inexorable. “Vimos los metros cúbicos por segundo que marcaban las compuertas de la represa de Caxias, en Brasil, y supimos que en seis horas íbamos a tener ese mismo caudal de agua acá”, recuerda Romina Domínguez, guardaparque del Parque Nacional Iguazú, en Misiones. Fue el 16 de octubre del año pasado. “Cuando se llevó puesta la pasarela, el río había llegado a los 16.000 metros cúbicos por segundo. Lo normal es 1.500″, agrega Domínguez mientras avanzamos por las pasarelas renovadas de Parque Nacional más visitado de nuestro país, que por día recibe un promedio de 5.000 personas.
“Pasó de 4.000 a 16.000 en un día. Fue por lluvias intensas en el este brasileño y el colapso de las represas. Fue muy potente, pero como tenemos todo medido, siempre podemos hacer el cierre preventivo del parque, como hicimos en este caso. Y esa tarde, los helicópteros que hacen paseos de sobrevuelo nos mandaron un informe fotográfico de cómo el agua se estaba llevando todo. Quedó solo un 20 por ciento del circuito de la Garganta del Diablo. Sobrevivieron los tramos entre las islas”, señala la guardaparque. De todas maneras, aclara: “El sistema de pasarelas está preparado para estos eventos. Las estructuras están atadas con cables de acero. Se rompen, pero muchas quedan atadas y se pueden recuperar. De hecho, se salvó un 70 por ciento de lo que se llevó el agua. Por eso la reparación y reinauguración fue rápida”.
Si no fuera porque cambian de color algunos tramos del metal y la madera de la pasarela que conduce a la Garganta del Diablo, no hay cómo darse cuenta que hace unos meses el río se llevó todo. Entonces, con la reapertura del circuito más imponente del Parque Nacional Iguazú, la guardaparque desliza algunas recomendaciones preliminares básicas para visitar el área . “Gorro, botellita de agua y repelente. Además, no salirse de las sendas, ni bañarse en ningún salto y acatar las indicaciones de los carteles. Estamos en la selva”, asegura Domínguez, que creció en el conurbano bonaerense, hizo la carrera de guardaparque porque quería vivir “así, en un ambiente natural”, tiene 34 años, y un año y medio ya destinada en Misiones. Antes estuvo en el Parque Nacional Lanín, en Neuquén.
“Este PN Iguazú tiene un total de 67 mil hectáreas, que están divididas en varias categorías. Hay una zona intangible, otras de reserva y solo un 7 por ciento del área se visita. Lo cuidamos entre 30 guardaparques y brigadistas de incendios forestales. Mis compañeros y yo tenemos funciones de control y vigilancia, además de tareas complementarias con el público”, apunta Romina Domínguez, que luce su emblemático sombrero oficial de guardaparque e integra la Administración de Parques Nacionales que depende del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación. Agrega que tiene permiso de portación de arma para algunas zonas del parque, como por ejemplo el monte que recorre desde la RN 101, pero siempre con fines disuasivos y en caso de emergencia.
Qué hacer cada día
Cómo primera gran sugerencia para la distribución de las jornadas de visita al parque, Domínguez remarca que, de ser posible, se planifique la estadía para la semana de luna llena. El paseo “de luna”, como todos lo llaman acá, se hace de noche, en tres turnos y a lo largo de cinco días, por la Garganta de Diablo. Es un recorrido fascinante que completa de forma cabal la experiencia inmersiva en la selva y las cataratas. Como segundo punto, habrá que tener en cuenta evitar los fines de semana largo, la Semana Santa e incluso las vacaciones de invierno. El caudal de visitantes se multiplica y conspira con las posibilidades de conectar con el entorno. Otoño y primavera son las mejores épocas.
“El primer día se puede arrancar bien temprano, entre las 8 –que abre el parque– y las 9 de la mañana, por las sendas del circuito inferior, seguir por el circuito superior y terminar con la Gran Aventura, que es el barco que navega una franja del río y se mete prácticamente debajo de las cataratas”, señala la guardaparque tras recomendar ir con muda o dispuestos a salir mojados. Y, mientras caminamos el primer circuito que menciona, hace notar que el balcón al salto Bosetti, el más emblemático del circuito inferior, está cerrado por tiempo indeterminado por inestabilidad de una de las rocas que sostiene las pasarelas.
“Para el segundo día se puede arrancar con el sendero Macuco, que tiene nueva traza y cartelería, que atraviesa la selva y termina en el salto Arrechea. Son 3,5 kilómetros de ida y lo mismo de vuelta, desde la salida que está en el asfalto, próxima a la entrada al parque. Y, por la tarde, idealmente en el último turno, de las 15.40, para que no haya tanta gente, tomar el tren hasta la Garganta del Diablo o hacer el trayecto íntegramente caminando. El ticket se puede reservar de antemano en la estación”, señala sobre la importancia de dejar el plato fuerte del parque para el final. O, en todo caso, para la mañana del segundo día. Pero nunca como primer paseo. Entre las novedades menciona que la empresa que concesiona la Gran Aventura también ofrece volver en lancha hasta la ciudad de Puerto Iguazú, tras un paseo de dos horas por el río.
Mientras que, como opción para el tercer día, uno puede cruzarse al lado brasileño para ver las cataratas desde el Parque vecino, darse una vuelta por el Duty Free Shop de Puerto Iguazú (tiene buenas promociones) o aprovechar las actividades que propone el hotel elegido. Y de noche sí volver al Parque para hacer el paseo de Luna Llena. Vale aclarar que entre le cierre diurno y la propuesta nocturna, los visitantes no pueden permanecer en el parque.
Mucho más que agua en cantidad
“Si bien las cataratas son el principal atractivo, la selva que preserva el Parque tiene un valor incalculable. Es bosque atlántico que está en recuperación, porque antes de convertirse en Parque Nacional, en 1934, esto era zona de explotación maderera. Es una selva joven, salvo por los palo rosa que sobresalen y podemos observar en algunos tramos de la RN 101″, señala Domínguez cuando a nuestro alrededor se entrelazan orquídeas, lapachos, cañas de distinto grosor, el bello timbó y el ibirá pitá, entre otros. Crecen escalonados, para ser hogar de más de 200 especies de aves, con el vencejo de cascada –en el logo del parque– como endémico (está acá y en ningún otro lado). Hay hongos de todo tipo y felinos como el gran jaguareté, el ocelote y el gato del pajonal. Está también el agutí (de un tamaño que va de cuis a carpincho), el mono caí, que cada tanto se deja ver. “Hay millonada de insectos... Aún hoy se descubren nuevas especies”, desliza la guardaparque, consciente de que protege uno de los sitios más fascinantes de nuestro país, con razones de sobra para ser Patrimonio Natural de la Humanidad desde 1984 y una de las Siete Maravillas Naturales del mundo desde 2011.
Datos útiles
Parque Nacional Iguazú. Está a 17 kilómetros de Puerto Iguazú. Se puede llegar en auto por la Av. Victoria Aguirre, RN 12, RN 101, Acceso a Cataratas. Sino en transporte público por la empresa Río Uruguay. Salen colectivos todos los días cada veinte minutos desde el Hito Tres Fronteras o desde la Terminal de Puerto Iguazú. Además, hay taxis disponibles en la ciudad. Las entradas se adquieren únicamente de manera anticipada ingresando a la web de ventas del parque o por la página web de Iguazú. Se pueden revalidar para ingresar al día siguiente con el 50% de descuento. Cuestan $1.500 para adultos argentinos. $750, niños y estudiantes universitarios. $5.500 para extranjeros. Locales, jubilados y personas con discapacidad entran gratis.
Paseo de Luna Llena: para adultos, $18.500, y niños hasta cinco años, $9.250. También se reserva por la web. Guías: Se puede reservar previamente por la web o al llegar al parque. Y son el gran valor agregado de la visita. Gran Aventura: paseo en lancha para meterse debajo de las Cataratas. $17.000. Hay 20% de descuento para jubilados y niños de entre 12 y 16 años. Menores de esa edad no son admitidos. Paseo Ecológico: recorrido en bote por el río. Cuesta $5.000. Ideal para hacer en familia. Ofrece el mismo descuento y los menores de hasta 6 años no abonan. Travesía Iguazú: para un regreso diferente desde el Parque Nacional Iguazú hasta la ciudad de Puerto Iguazú. El Fortín: es un restaurante que ofrece comidas rápidas, platos bien caseros y parrilla libre. Abre de 11 a 16 horas. De todas maneras, en el Parque hay algunos otros bares y kioscos para comprar sándwiches y mesas al aire libre.
Posada Puerto Bemberg. Ofrece alojamiento y muy buen desayuno, con la opción de quedarse a comer en el restaurant comandado por el chef Cristian Núñez. Mítica hostería que fue propiedad de Otto Bemberg y todavía pertenece a la familia, ahora es manejada por Juan Manuel Zorraquín. Tiene 14 habitaciones en dos alas comunicadas, sobre un amplio jardín y en contacto directo con la selva paranaense. Está emplazada sobre una reserva privada de 400 hectáreas. Las instalaciones están decoradas por Eduardo Hoffman con, por ejemplo, respaldos de cama de materiales reciclados, como maderas de La Boca. Muy preparado, Mariano Rodríguez es uno de los guías del lugar, que coordina una caminata histórica repasando los comienzos de las plantaciones de yerba, u otra que invita a descubrir la selva. Desde $18.500 la doble con desayuno. Fundadores Bemberg s/n, Puerto Libertad. T: +54 (3757) 36-0210.
Airbera. Es un excelente servicio de taxi aéreo, con pilotos experimentados, que comunica buena parte de la Mesopotamia. Brinda conexión de Puerto Iguazú a Posadas, los esteros del Iberá o a los saltos del Moconá, por ejemplo. IG: @airbera.ok
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