Una travesía de 4 días para aproximarse a los hitos más reconocidos y buscados de la gran altiplanicie norteña.
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En lo más alto de la Argentina, a 3.800 metros en promedio, en la inmensidad más honda y bella, la Puna le hace honor a la naturaleza. Este territorio virgen, uno de los más sorprendentes de Sudamérica, paradójicamente es para muchos un gran desconocido.
Sin embargo, algo parece estar cambiando después de la pandemia: el boca a boca junto a nuevos servicios turísticos en la zona abrieron la puerta a este paraíso de colores en una geografía extrema que asombra.
Para llegar se puede contratar excursiones guiadas en vehículos 4x4 en Salta, San Salvador de Jujuy o San Fernando del Valle de Catamarca o desde las localidades turísticas como la Quebrada de Humahuaca.
Otra opción es partir desde El Peñón (Catamarca) en travesías organizadas de cuatro días por las tres punas (Catamarca, Salta y Jujuy) entre septiembre y abril. Se trata de un circuito de más de 1.100 kilómetros por escenarios naturales que a veces parecen lunares y otros, marcianos. La expedición atraviesa salares, lagunas en altura de tonos esmeraldas, rojas, blancas y turquesas, geoformas, volcanes de colores, quebradas y desiertos. Va al encuentro de vicuñas, suris y flamencos rosados, campos de piedra pómez y otros negros de magma volcánica.
“Estas travesías están pensadas para gente a la que le guste la aventura porque son excursiones largas, de todo el día. Paisajísticamente son extraordinarias. Los turistas que las eligen buscan tranquilidad, conexión con la naturaleza, paz, silencio y la energía de la montaña”, asegura el guía William Cardozo, de Los Andes Excursiones 4x4.
Volcanes, salares y minas
El Peñón es un pueblo de 500 habitantes ubicado a 220 km de Belén, desde donde se llega transitando por rutas asfaltadas (sólo hay 28 km de ripio en buen estado desde Villa Vil).
Antes de atravesar la puna, a mano izquierda, aparece Puerto Viejo, una hilera de gigantescas rocas que asemejan a vetustos barcos encallados y poco más allá, la quebrada de Randolfo da la bienvenida con sus dunas, una vegetación raleada y las primeras montañas coloreadas por los minerales.
Después de pasar la noche en El Peñón, se inicia el circuito rumbo al norte por la RP 43. La primera parada es un campo de lava que recuerda que en la zona hay 220 volcanes y se continúa hasta Antofagasta de la Sierra (pueblo del sol, en quechua) una localidad minera de un millar de habitantes asentada en una planicie custodiada por dos gigantes: los volcanes La Lumbrera y Antofagasta. Tras una parada, se asciende hasta las espectaculares panorámicas del mirador Paicuqui, a 3.720 metros, con los farallones de ignimbritas de fondo y el sitio de rituales diaguitas en lo hondo del precipicio.
Poco más allá, siempre por territorio catamarqueño y rumbo a las antiguas minas de oro de Intihuasi (casa del inca, en quechua), aparece el río Punilla que concentra una numerosa población de vicuñas. Finalmente, a 4.000 metros y a orillas del Salar del Hombre Muerto asoma el espectacular predio donde los incas, primero, los españoles después y los jesuitas al final, explotaron el mineral precioso. El sitio invita a caminar por las ruinas del complejo habitacional de los mineros, por los grandes socavones que conforman la galería, las vías de acceso y hornos de fundición.
Al finalizar, una vez más en la ruta y casi en el límite con Salta, se bordea la planicie de sal de casi 600 km2, que junto con el de Uyuni, en Bolivia, y el de Atacama, en Chile, forman parte del “triángulo de litio”, que concentra más del 65% de las reservas mundiales de ese mineral.
Géiser y geoformas
El segundo día inicia en la salteña San Antonio de los Cobres –desde donde parte el Tren a las Nubes hacia el viaducto La Polvorilla– rumbo a Catua, una pequeña comunidad jujeña del departamento Susques, a 350 km de San Salvador de Jujuy.
En el viejo camino al paso de Huaytiquina (que antiguamente conectaba Argentina y Chile) afloran los minerales: mármol, ónix y piedra toba, blanca y liviana de origen volcánico. En la abandonada cantera de mármol Casa del Zorro –que según los lugareños proveyó al Vaticano de esta piedra caliza– quedan al descubierto impresionantes piezas amarillas, ocres, pardas, rojizas y hasta negras. El lugar merece detenerse antes de continuar hacia él géiser de Catua, una fuente de agua termal a 4.000 metros, que en invierno y hasta mediados de noviembre ofrece un espectáculo único: el agua con azufre hirviendo se congela en minutos formando catedrales de hielo amarillo.
Después de pernoctar en la pintoresca Catua, se regresa a territorio salteño con dirección a Pocitos un pueblo habitado por 15 familias que se ha convertido en polo de concentración de las empresas mineras de la zona. Desde allí se cruza por un terraplén por el salar del mismo nombre, que se dirige hacia el Salar de Arizaro, al Cono de Arita y al volcán Llullaillaco (6.700 metros) donde se hallaron las momias de tres niños sacrificados por los incas hace más de 500 años. Están exhibidas en el Museo de Arqueología de Alta Montaña de la ciudad de Salta.
Desierto y ojos de mar
Siempre transitando por ripio, a una altura de 3.700 metros, se llega al Desierto del Diablo (en invierno las temperaturas descienden a los -30º) que se extiende a ambos lados de la RP 27, las Siete Curvas y Los Colorados, una maravillosa sucesión de cerros de roca sedimentaria erosionados por vientos y lluvias. El paisaje de montañas arcillosas con incrustaciones de yeso es una postal de otro planeta.
La próxima parada son los Ojos de Mar, un escenario onírico, a 5 km de Tolar Grande. Se trata de tres espejos de agua turquesa que destellan como gotas en un enorme desierto de sal. El color del agua, que es cuatro veces más salada que el océano, cambia según la posición del sol.
Los primeros pobladores creían que estaban conectados con el Pacífico, a unos 400 kilómetros del lugar. Lo interesante es que expertos del Conicet investigan la presencia de estromatolitos, unos microorganismos o “piedras vivas” de 3.500 millones de años que transforman el dióxido de carbono en oxígeno, y que fueron clave en la generación de la vida en la Tierra.
Lagunas de colores
El último día de travesía continúa por territorio salteño desde Tolar Grande hasta el Salar Arizaro (dormidero del buitre, en lengua kunzay), que con 2.200 km2 cubiertos de sal es el mayor del país y el tercer salar más grande del mundo, después de Uyuni y de Atacama. En esta impresionante extensión con una pista de aterrizaje, empresas extranjeras también explotan el litio.
En el extremo sur del salar se observa la geometría perfecta: el Cono de Arita (filoso, en kunzay), una de las formaciones naturales más asombrosas y enigmáticas del país y sagrada para los pueblos originarios.
De regreso en la Puna de Atacama, en territorio catamarqueño, la ruta continúa en dirección al volcán de Antofalla. Con su pico nevado de 6.400 metros es el tercer volcán activo más alto del mundo. Al subir una cuesta, se llega al balcón que mira al pueblo del mismo nombre, y que nada tiene que envidiarle al balcón del Pissis. La panorámica es tan magnífica en la mansedumbre del entorno que el visitante siente como si estuviera en un estado de meditación.
En el barranco profundo, en un valle fértil como una lengua verde que se destaca entre los ocres y amarillos, se encuentra el pequeño pueblo de Antofalla.
El viaje continúa hacia la Laguna Verde, un sitio de ensueño que presenta lagunas rojas, turquesas y verdes gracias a los ecosistemas microbianos adheridos a la sal, que resisten la radiación ultravioleta, en medio de un gigantesco salar festoneado por montañas y volcanes con la paleta de colores completa. Esta es un área protegida por la comunidad indígena de Antofalla y también está siendo estudiada por investigadores del Conicet. Se llega con guía, por senderos marcados entre las flores de sal.
Antes de partir, bien vale un almuerzo en algún comedor familiar en el pueblo para intercambiar experiencias con los lugareños como para despedirse de a poco, hasta la próxima travesía por la región de los mil colores.
Los Andes Excursiones. RP 43 s/n Km 273, El Peñón, Catamarca. T: (03832) 41-1871. $465.000 por camioneta (hasta 4 personas), sin pernocte ni viandas. Se duerme en San Antonio de los Cobres, Catua y Tolar Grande.
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