A 3 km de Colón, la posada Casa Noha es un lugar soñado para pasar unos días en pareja. Atienden Lelia Mista y Oscar Paternoster, expertos anfitriones.
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The Simple Life of Noah Dearborn, una película de 1999 protagonizada por Sidney Poitier, cuenta la historia de un carpintero solitario y algo hosco que puede, literalmente, construir cualquier cosa con sus manos y un par de herramientas. Noah vive en Twin Pines, una comunidad del sur de Estados Unidos, en un terreno de 10 hectáreas del que jamás quiso moverse. Pero ahora una empresa inmobiliaria pretende desalojarlo para levantar un monstruoso shopping.
Después de sortear las numerosas trampas que le tienden, Noah triunfa contra los inescrupulosos porque se mantiene firme en una convicción: “Cuando un hombre ama su trabajo –lo ama de verdad– las desventuras se cansan de perseguirlo y al final lo dejan en paz”. Una bella fábula con final feliz que remite a la historia de otro carpintero generoso que hace magia con las manos: El Tano Paternoster, constructor y anfitrión de Casa Noha, su pequeño edén entrerriano, al que bautizó así en honor a la película, con una pequeña alteración ortográfica.
Juntos desde siempre
Lelia Mista Jacquet y Oscar Paternoster son una pareja “de película”: se conocen desde la escuela primaria, empezaron a noviar a los 16 y ya llevan 41 años de casados. Viéndolos atender a sus huéspedes en Casa Noha queda claro que no han perdido ni una pizca de complicidad y romance. Lelia es descendiente de inmigrantes llegados a Entre Ríos hacia fines del siglo XIX: suizos del Cantón de Valais por el lado materno, franceses de Lyon por el paterno. Sus padres, poco después de casarse, “se subieron al barco que unía el puerto de Colón con el Tigre” y se instalaron en Pacheco, donde Lelia nació y se crio. Pero el terruño familiar tiraba y de niña pasaba todos los veranos en Colón, en casa de sus abuelos.
Oscar, más conocido como El Tano, es hijo y nieto de carpinteros. “Aprendí mirando hacer a mi viejo, que es la mejor manera de aprender”, dice. Tiene tan arraigado en cuerpo y alma el oficio de la madera que su esposa afirma que “nació en el aserrín”.
La vuelta al pago
“Volvimos a Entre Ríos en el 92 por pedido de Sebastián, nuestro único hijo”, comenta Lelia. “Desde que era chiquito quería una vida más cerca de la naturaleza, con las plantas, con los pájaros”. Al comienzo, los Paternoster-Mista se afincaron en Colón y durante más de una década fueron los orgullosos propietarios de “Todo madera”, un conocido local donde vendían los muebles que hacía Oscar. Pero el sueño era vivir en el campo. Con trabajo y esfuerzo compraron un terreno “a tiro de piedra” de la ciudad y en 2009 inauguraron Casa Noha, un hotel de campo al que cabe definir como “íntimo”, ya que está pensado especialmente para parejas.
Varias cosas lo confirman: las espaciosas duchas dobles, la posibilidad de saltar de la cama al jacuzzi en algunas habitaciones (Paraíso, Guatambú, Nogal) y una miríada de pequeños-grandes detalles: ramitos de flores silvestres colocados en lugares estratégicos, sábanas frescas suavísimas al tacto, tragos de autor que llegan en el momento justo... Porque la idea que anima a estos anfitriones es que sus huéspedes encuentren “belleza y armonía en todas partes donde miren”.
Madera y piedra
Oscar tiene las manos y la sonrisa anchas. Y aunque invariablemente lo espera alguna tarea en su taller de carpintero, siempre tiene un tiempito para la charla amable y distendida. “Empezamos abriendo nuestra propia casa al turismo. Pero antes nos construimos otra”, revela con una carcajada contagiosa. Esa primera casa, donde hoy funcionan la cocina y el desayunador, cuenta además con tres cuartos con entrada individual. Las habitaciones de Casa Noha –diez en total, distribuidas con elegancia sobre el terreno ondulado y cada una con su estilo que la vuelve única– llevan los nombres de las maderas con que Oscar fabricó sus pisos y sus muebles. “Al Tano le encanta elegir la madera adecuada para cada espacio, aunque tenga que esperar para conseguirla”, dice Lelia. Y cuando recita los nombres –brícola veneciana, guayubira misionera, nogal, ciprés, guatambú, teka reconstituida de África (la misma de la cubierta de la Fragata Libertad), roble, cedro, incienso– cada uno evoca un perfume, un bosque, un mundo. Las paredes de algunos cuartos de baño, de piedra iluminaria traída de los morros brasileños, dejan entrever hilillos de algas petrificadas, ramitas, fragmentos de hojas. Y en todas las duchas el piso es de piedra bola, una piedra redondeada y suave que fueron trayendo de sus viajes a Santa Rosa de Calamuchita y proporciona una suerte de “reflexología espontánea”.
El flamante espacio al aire libre, que Oscar construyó en apenas un mes en 2020, está hecho con pino paraná misionero. Allí funciona el restaurante, ahora abierto al público y también exclusivo para parejas. Lo cual no impide, por supuesto, que dos amigos puedan compartir una cena preparada por El Tano –al que a esta altura ya podríamos bautizar “el hombre orquesta”– que “de puro atrevido nomás” hizo un curso de Chef Express en el IGA para añadir nuevos saberes a lo que ya conocía por experiencia y por su herencia italiana.
Mientras su esposo se afana con el martillo y la sierra, Lelia se ocupa de la administración y la huerta orgánica y recolecta los huevos de las ponedoras, que se pasean orondas por las inmediaciones del coqueto gallinero. Tan incansable como Oscar, cuando no está cocinando una mermelada para el desayuno, pinta pequeños cuadros de flores o de pájaros que adornan los cuartos y espacios comunes.
En noviembre pasado, El Tano terminó de construir Noha Village, dos cabañas hechas con materiales en seco, madera nativa de Misiones, detalles en piedra en las paredes y jacuzzi. “La única diferencia con el resto es la cocina, con barra en quebracho y butacas”, aclara. Una puerta corrediza de vidrio repartido separa el dormitorio del living, con su sillón Chester de dos cuerpos apuntado a un plasma gigante (los amantes del fútbol, agradecidos). El cuarto de baño tiene vestidor y, como cabe esperar, ducha doble. En el deck privado hay varios sillones más para sentarse a contemplar el atardecer, uno de los lujos naturales de Casa Noha.
Noha Casa de Campo RN 135 - Km 6.5, Colón. T: (03447) 15 41-3453. Whatsapp: 011 3391 7980 (para consultas y reservas). info@nohacasadecampo.com Desde $10.300 para dos personas, desayuno e IVA incluído. Noha Village: $18.000 por noche para dos personas, con desayuno, ropa blanca, limpieza y lavado de vajilla. Noha Restaurante: El menú se renueva todos los días. Exclusivo para parejas y solo con reserva previa. Jueves a domingos desde las 21:30.
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Revista Lugares 344. Diciembre 2024.